Hay jinetes de luz en la hora oscura
Ainhoa Uribe | 06 de septiembre de 2017
Corea del Norte es un país que hasta hace poco salía en la sección internacional de las noticias de forma puntual. Generalmente, con motivo de maniobras militares y pruebas de misiles de bajo alcance que elevaban la voz de alerta y generaban una respuesta humanitaria inmediata: la comunidad internacional callaba esos desafíos militares con sacos de arroz y medicinas que iban a parar a la desnutrida y sufrida población civil.
El joven Kim Jong Un, desde su llegada al poder, en 2011, ha dado un salto más allá. El primero fue de carácter formal, con la reforma de su Constitución, para declarar potencia nuclear a Corea del Norte. El segundo, deja de lado la formalidad y ha pasado a la práctica. El presidente norcoreano quiere ser reconocido por sus enemigos, los Estados Unidos (con Donald Trump a la cabeza) como potencia nuclear. Tal es su empeño que desde 2011 ha realizado ya 78 ensayos de lanzamientos de misiles confirmados. De ellos más de la mitad fueron exitosos. Una treintena de los lanzamientos eran de misiles de corto alcance, pero se calcula que cerca de 17 fueron de medio alcance y 12 de alcance superior, llegando a cubrir distancias de más de 900 kilómetros. La mayor parte de las pruebas terminaron en aguas japonesas, pero está por ver si lanzan un ataque directo contra alguna población, ya sea en Japón, Corea del Sur o incluso en Alaska y la isla de Guam (Estados Unidos).
La situación es de tal gravedad que Estados Unidos, Rusia y China se han puesto de acuerdo para aprobar siete resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y sancionar a Corea del Norte por sus provocaciones.
¿Cuál es la solución? ¿Seguir el juego y provocar una espiral de violencia? ¿Eliminar las sanciones? ¿Buscar el diálogo? Trump ha optado por la línea dura y las sanciones. Putin y China abogan por la negociación. Y el conjunto de la comunidad internacional sigue a la espera, observando sin saber cuál será el final de este episodio, que recuerda mucho a los peores tiempos de la Guerra Fría.
The United States is considering, in addition to other options, stopping all trade with any country doing business with North Korea.
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) September 3, 2017
La vía diplomática, aun siendo ideal, es compleja: el diálogo y la negociación pueden resultar infructuosos cuando al otro lado hay un personaje histriónico y peculiar como el líder norcoreano. Donald Trump tampoco lo está poniendo fácil, sus declaraciones encienden al régimen de Pyongyang y la propia China no está siendo capaz de contener a su socio comunista. Rusia se ha unido a China a la hora de pedir negociaciones con Pyongyang, y acusa a Estados Unidos y Corea del Sur de no estar gestionando adecuadamente el conflicto, y les pide que suspendan sus ejercicios militares a cambio de que Corea del Norte detenga su programa de pruebas.
Está claro que las reglas del juego han cambiado. Corea del Norte ya no es un país jugando a soldaditos de plomo. Su tecnología y capacidad militar han mejorado con los años y parece que están en disposición de miniaturizar el tamaño de las cabezas nucleares para poder usarlas en misiles. Estados Unidos y Rusia tendrían así un nuevo competidor como potencia nuclear. Por ello, Trump y Putin, junto con China, deben valorar el nuevo trato diplomático e internacional que Pyongyang merece. Corea del Norte busca un reconocimiento diferente y es capaz de emplear cualquier medio (incluida la violencia y la muerte de civiles) para ser considerado una potencia más del tablero internacional.