Hay jinetes de luz en la hora oscura
Javier Redondo | 22 de octubre de 2018
El adoctrinamiento infantil no es un fenómeno nuevo; hace ya más de tres décadas que se practica, primero inadvertido, luego consentido y finalmente asumido por las autoridades e instituciones del resto de España. El genial dramaturgo Albert Boadella advirtió lo que se avecinaba interpretando las intenciones y palabras de Pujol: “La escuela es un factor clave para integrar a la inmigración masiva que ha recibido Cataluña (…) Cuando menos, hasta donde la escuela puede llegar”. Ha llegado lejos: el adoctrinamiento infantil es el hecho diferencial de la Educación en Cataluña, como se deduce de un informe de la Alta Inspección Educativa del Estado. Todo nacionalismo, como sostiene el profesor Félix Ovejero, es una “forma superlativa de xenofobia”. Esta es una de las dos últimas e inquietantes innovaciones introducidas en el proceso de adoctrinamiento infantil: no se trata únicamente de adulterar la Historia sino de promover la fabricación atropellada de «supremacismo» y desprecio hacia el resto de españoles.
La otra innovación que ha incorporado el adoctrinamiento infantil coincide con los años del procés. Desde 2011, los más pequeños han adquirido un papel relevante en la construcción «nacional» y del relato victimista y desempeñan su propio rol en la performance separatista y la ocupación del espacio público. “Los niños llegaron a clase y la profesora les preguntó: ¿Quién es hijo de policía, guardia civil o mosso? Varios alumnos levantaron la mano y la maestra premió al hijo del ‘mosso’ y le dijo que su papá había ayudado a mucha gente el día anterior [se refiere al 1-O de 2017]. Su padre se había portado bien; en cambio, los otros no». Eran niños de cinco y seis años. Lo cuenta Ana Losada, presidenta de la Asamblea por una Escuela Bilingüe de Catalunya. Es un caso entre otros muchos.
El río que nace en “tierras extrañas” y otros ejemplos del adoctrinamiento en Cataluña
Hace apenas un mes, la periodista de El Mundo Olga R. Sanmartín publicó una serie de exhaustivos reportajes sobre adoctrinamiento infantil en Cataluña a partir de un informe elaborado por la Alta Inspección Educativa que dormía en un cajón del Ministerio desde el pasado febrero. Era demoledor. Concluye que los libros de ESO incitan al separatismo; los de Primaria, “ignoran la presencia de Cataluña dentro de España”. De los 11 libros examinados, cinco de la ESO, dos de Bachillerato y cuatro de Primaria, resume Olga R. Sanmartín, sólo uno, de Lengua Castellana, cumple los requisitos mínimos de “rigor científico”. Se traslada la idea de que la campesina España lastra el esfuerzo modernizador de una Cataluña emprendedora. Un manual de 6º de Primaria culpa a España del paro y la pobreza en la región.
Sin embargo, el adoctrinamiento infantil no se circunscribe sólo a las aulas, sino, como decimos, se amplía la utilización de menores para reforzar la narrativa. Niños de entre 9 y 14 años se expresaron en TV3 durante la Diada de 2013: “Al final España se rendirá y podremos tener la independencia”, dijo resuelta una cría de 13 años. La masiva movilización separatista del 11 de septiembre de 2012 -Diada celebrada bajo el orwelliano lema “Catalunya, nou estat d’Europa”- constituyó el punto de inflexión: Si en 2011 la televisión autonómica retransmitía la jornada sin esquivar a los menores; desde 2012, los niños se han convertido en coprotagonistas: menores ataviados con motivos independentistas representan el tono aparentemente festivo de las reivindicaciones, garantizan el relevo generacional y sentimentalizan aún más la mística y ficción nacionalista.
La emisión maratoniana de 2014 en TV3 -13 horas casi ininterrumpidas de Diada– incluyó declaraciones de menores. Los periodistas buscaron sus testimonios y se recrearon con las imágenes de pequeños y adolescentes formando junto sus padres la “V” de victoria. A las 17.14 horas (evocando la fecha simbólica de la Guerra de Sucesión al trono de España), una menor depositó en el vértice de la ‘v’ un ramo de flores en una urna. Eran los preparativos del primer referéndum, el del 9-N: el colofón a la jornada lo pusieron unos cuantos adolescentes que cumplían ese día 16 años.
Cuando no hay libertad de elegir escuela, el riesgo de adoctrinamiento es inevitable y total
Un niño de unos seis años camina envuelto en una ‘estelada’ en Lérida en un acto de la ANC; también en septiembre de 2017, un instituto de Olot pide a los padres permiso para que los chicos se manifiesten en defensa del ‘referéndum’ del 1-O. La televisión autonómica catalana tiene un informativo en su canal infantil, que narró de una manera muy especial lo ocurrido ese día. Después, los profes explicaron las razones por las que suspendían las clases: “porque la Policía ha roto el colegio”. Libertad Digital publicó que el pasado ‘Onze de Setembre’ unas niñas representaron una coreografía para homenajear a sus políticos en prisión por los delitos de rebelión, sedición y malversación de dinero público. Las pequeñas vestían camiseta blanca y falda amarilla. Al finalizar la danza, desplegaron un gran lazo amarillo. El arte, la juventud, la sonrisa -la revolución de las sonrisas es uno de los patrocinadores del golpe- la lozanía y la fiesta popular al servicio de una causa política. La puesta en escena tuvo lugar a las puertas de la prisión de mujeres de Puig de les Basses, cerca de Figueras, donde está recluida Dolors Bassa, exconsejera de Trabajo.
“Mis alumnos me han pintado dos veces una esvástica en la pizarra porque hablo en castellano”, denuncia una profesora de Lengua en un reportaje publicado en El Mundo. El adoctrinamiento infantil es consciente, ruin y sumamente arriesgado. Manufactura en serie el odio y la frustración que vienen.
Quim Torra ha ordenado descolgar los lazos amarillos de los edificios públicos. El presidente de la Generalitat dispara para seguir haciendo ruido y se esconde tras el humo. Sánchez no da la cara y es el Poder Judicial el que defiende el Estado de derecho.