Hay jinetes de luz en la hora oscura
Miguel Ángel Loma | 05 de marzo de 2019
Las funciones y desafíos del Tribunal ConstitucionalNo obstante, esta suicida e ingeniosa actitud de los procesados, algunos hay que -ante la solemnidad que impone la sala de una Audiencia y el personal togado- se acoquinan y reconocen in situ más o menos los hechos de que se les acusa, dejando a su letrado tan vendido, que tiene que confeccionar sobre la marcha una defensa alternativa e improvisada. Pero tampoco faltan quienes mantienen sus fabulosos relatos hasta el final -«Es que es mi versión de los hechos, mi Señoría» (sic)-, ante los reprimidos gestos de estupor, asombro y humor de los jueces, que observan a los letrados con sorna y algo de conmiseración, como pensando: «A ver majete, qué faena eres capaz de hacer tú ahora con tan imaginativo defendido».
El TSJC apoya a jueces y magistrados en sus decisiones frente al referéndum secesionistaNo obstante esta sustancial diferencia, al ver y escuchar las informaciones que recogen las contestaciones sobre el relato de los hechos de estos acusados, comprobamos que existen similitudes desconcertantes con aquellos otros de oficio… Pues, pese a hechos notorios y sobre los que constan pruebas fehacientes incluso con imágenes recogidas por varias televisiones, ellos niegan que estaban por allí, porque nunca hicieron nada; como tampoco hubo nada de violencia, ni todas aquellas movidas se pagaron con dinero público; nunca supieron que lo que (no) hicieron era ilegal, pese a las advertencias de los organismos competentes. Y si acaso finalmente se probase que algo pudo haber o que algo pudieron hacer, quede claro y clarinete que nunca aquel algo fue delito; porque, además, no se cortan un pelo en ilustrar al mismísimo tribunal en qué consisten los tipos delictivos de que se les acusa, como si ellos fueran unos avezados penalistas. Cierto es que, por derecho fundamental garantizado en esa misma Constitución, que con tan aparente ingenua alegría ellos mismos se saltaron, «todos tienen derecho… a no declarar contra sí mismos, a no confesarse culpables y a la presunción de inocencia» (art. 24.2 CE). Pero de ello no se deriva, ¡de verdad que no, por mucho que lleguen a creérselo!, que nos puedan tomar a todos por idiotas ignorantes. Y menos aún, que tomen por idiotas a los magistrados del Tribunal Supremo de España.
Quim Torra ha ordenado descolgar los lazos amarillos de los edificios públicos. El presidente de la Generalitat dispara para seguir haciendo ruido y se esconde tras el humo. Sánchez no da la cara y es el Poder Judicial el que defiende el Estado de derecho.