Hay jinetes de luz en la hora oscura
Jonathan Miller | 22 de febrero de 2021
La publicación del libro La familia grande, en el que se acusa de abuso a menores a Olivier Duhamel, ha rasgado el velo sobre los casos de incesto y pederastia protagonizados por las élites francesas que enarbolaban el «Prohibido prohibir».
Las acusaciones de abuso de menores contra Olivier Duhamel, quien ahora tiene 70 años, exvicepresidente de la Universidad Sciences Po y del exclusivo Club Siècle, que reúne a lo más granado de la élite parisina, han arrojado una oscura sombra sobre el legado de los soixante-huitards, los baby boomers que ocuparon la Sorbona en 1968 y pasaron a gobernar (y arruinar) Francia.
La caída en desgracia de Duhamel ha tardado mucho. Solo ahora, su hijastra, Camille Kouchner, ha publicado un libro en el que lo acusa de haber abusado sexualmente de su hermano gemelo hace 30 años, una acción realizada en el marco de una cultura en la que sus rutilantes amigos conocían los abusos pero se callaban. Es una acusación que Duhamel califica de «ataque personal», pero que no ha negado. Ahora su hijastro ha presentado una denuncia penal.
El personaje central es Duhamel, pero el elenco de secundarios es amplio. La familia grande es un libro que registra los miserables abusos y la omertà de las élites. Al escribirlo, Camille Kouchner ha querido poner en evidencia el nivel de complicidad. «El microcosmos de la gente poderosa, Saint-Germain-des-Prés, estaba informado», escribe. «Mucha gente lo sabía y la mayoría fingió que no había pasado nada». Se mantuvieron callados, dice, por un sentimiento de «pertenencia a un determinado mundo».
La familia grande (edición en francés)
Camille Kouchner
Editions du Seuil
208 págs.
18€
Ese mundo era el de la gauche caviar («izquierda caviar») parisina, los socialistas champán de los años 60 que en los 80 habían cambiado las barricadas por influyentes sinecuras en la Administración, los medios de comunicación y el mundo académico. Camille Kouchner describe una vida de inmensos privilegios, rodeada de niñeras, criadas y ministros. Pero, por la noche, explica, su padrastro agredía sexualmente a su gemelo, que entonces tenía 14 años. La diferencia con las historias normales de abuso doméstico es el poco esfuerzo que se hizo para ocultarlo.
En la enorme villa de los Duhamel en la Riviera, su padrastro presidía las bacanales anuales en las que participaba la gente importante. En su libro, Camille Kouchner describe la escena. «Padres e hijos se besaban en la boca. Mi padrastro coqueteaba con las esposas de sus compañeros. Esos compañeros ligaban con las niñeras. Los jóvenes se ofrecían a las mujeres mayores». Su madre le explicó: «No hay nada malo en ello, mi pequeña Camille. Sé lo que está pasando». La casa estaba llena de fotografías de invitados desnudos.
En 1977, Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir y Bernard Kouchner firmaron una carta en la que pedían la despenalización de las ‘relaciones sexuales consentidas’ entre adultos y menores de edad
El asunto es complicado. Camille es hija de Bernard Kouchner, médico, exministro de Asuntos Exteriores y de Sanidad y cofundador de Médicos Sin Fronteras. Su madre era Évelyne Pisier, profesora de Derecho y académica de izquierdas, famosa por haber sido amante y admiradora de Fidel Castro. La pareja se divorció en 1984. Posteriormente, Kouchner se casó con Christine Ockrent, también exalumna de Sciences Po, que fue una popular estrella de los informativos de televisión de aquellos años. En 1987, Pisier se casó con Duhamel. La madre de Camille murió en 2017.
Camille dice que su madre no solo conocía los abusos de su marido, sino que culpaba a sus hijos por ellos, por animarlo. Más tarde, nos explica, Duhamel tuvo remordimientos por sus actos, pero se excusaba diciendo que no hubo sodomía. Su hermano gemelo (cuya identidad se oculta en el libro, pero es ampliamente conocida) le juró a su madre guardar secreto por vergüenza y aceptó a regañadientes que la verdad saliera a la luz solo después de la muerte de su madre. Los amigos de Duhamel se enteraron, supuestamente, de las acusaciones en los últimos años, pero siguieron sin decir nada.
Hasta ahora, Bernard Kouchner y Christine Ockrent han estado desaparecidos en esta historia. Pero decenas, o incluso cientos de personas, conocían las orgiásticas fiestas en la piscina y en la casa organizadas por Duhamel en presencia de niños. Sin embargo, lo que ocurría en la Riviera se quedaba en la Riviera. Un lema emblemático de los soixante-huitards era «Prohibido prohibir». La liberación sexual era un elemento central de su forma de entender la vida.
El placer con el que al menos algunos periodistas parisinos abordan ahora esta historia es quizá una señal de que el código de silencio está llegando a su fin. ¿Cuántos sabían que estas cosas ocurrían? Michel Houellebecq expuso esta cultura libertina en su novela de 1998 Las partículas elementales, pero su denuncia podía desacreditarse, pues era una obra de ficción. Incluso ahora, algunos intelectuales franceses han tratado de «precisar» las acciones de Duhamel. El filósofo Alain Finkielkraut se preguntaba, a principios de este mes, en la televisión francesa: «¿Hubo consentimiento? ¿Hubo alguna forma de reciprocidad?» Cuando el entrevistador le recordó que el chico tenía 14 años, respondió: «¿Y qué? Estamos hablando de un adolescente, no es lo mismo».
Padres e hijos se besaban en la boca. Mi padrastro coqueteaba con las esposas de sus compañeros. Esos compañeros ligaban con las niñeras. Los jóvenes se ofrecían a las mujeres mayoresCamille Kouchner, La familia grande
El hashtag #MeTooInceste es ahora tendencia, con un gran número de personas que comparten historias espantosas y acusaciones aún más terribles contra, entre otros, el productor de televisión Gérard Louvin y su marido, Daniel Moyne.
Francia ha ampliado recientemente de 20 a 30 años el plazo de prescripción de los delitos sexuales contra menores, pero considera que los niños son capaces de dar su consentimiento a la actividad sexual, incluso con adultos. El París de finales de los 70 y los 80 era una ciudad en la que la élite se enorgullecía de liberarse de las normas sociales. Quizás Duhamel imaginó que su conducta era perfectamente correcta.
En 1977, Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir y Bernard Kouchner firmaron una carta en la que pedían la despenalización de las «relaciones sexuales consentidas» entre adultos y menores de edad: decían estar en shock por el encarcelamiento de hombres por ofensas contra niños. «Tres años de cárcel por caricias y besos: basta ya», escribieron, atacando «una ley obsoleta» que no se ajustaba a una «sociedad que empieza a reconocer la existencia de la vida sexual de los niños y adolescentes». En 1984, Serge Gainsbourg grabó un dúo con su hija de 13 años, Charlotte, titulado Inceste de Citron («Incesto de limón»). Su carrera no se vio perjudicada, sino que el single alcanzó el número 2 en las listas francesas.
Lo que está saliendo ahora a la luz es la cantidad de personas que sufrieron abusos en este periodo, pero que se han sentido incapaces de hablar de ello hasta ahora. Un sondeo encargado por el grupo Haciendo frente al Incesto revela que uno de cada diez franceses dice haber sido víctima de incesto. Brigitte Macron, la primera dama, insta a la transparencia total: «Es absolutamente necesario que estas acciones sean conocidas», sostiene, «y que no se silencien». Élisabeth Guigou, política del partido socialista y exministra de la época de Mitterrand, había sido nombrada presidenta de una comisión investigadora sobre el incesto y los abusos sexuales a menores. Acaba de dimitir: en el libro de Camille Kouchner aparece como parte de la gran familia de amigos de Duhamel que lo protegía. El mundo es pequeño.
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Las raíces filosóficas del Mayo del 68 se hunden en el agnosticismo teológico que nació de Kant. Las mitificadas revueltas estudiantiles de París no fueron contra la Iglesia, pero generaron importantes tribulaciones en un entorno posconciliar.