Hay jinetes de luz en la hora oscura
Laurie Graham | 08 de diciembre de 2020
Incluso si no se creía en la historia de la Navidad, se entendía que una fiesta deja de serlo si es precedida por semanas de gratificaciones y caprichos. Pero ya no.
Hace mucho tiempo, en un país muy lejano, los niños pequeños solían pelearse con sus hermanos por el privilegio de abrir una ventana de un calendario de Adviento de cartón. Allí eran recompensados con el dibujo de un ángel o el de un burrito. Qué pintoresco parece ahora. Porque entonces Cadbury vio una oportunidad y lanzó un calendario alternativo, con pequeñas recompensas de chocolate. Y claro, ¿qué elegirías tú, el burro o una pieza de chocolate? No había color.
La infancia, que solía terminar en la época en que eras lo suficientemente alto como para llegar a una máquina de fichar en el trabajo, ahora se estira más y más. Los hombres adultos se olvidan de que deben marcharse de casa, las mujeres de cincuenta años compran libros para colorear y todos somos exhortados a mimar a nuestro niño interior. Date el capricho. Vamos, sabes que te lo mereces. Un resultado lógico de esta infantilización son los calendarios de Adviento para adultos que contienen, por ejemplo, 24 muestras de ginebra.
El Adviento -o, como lo llaman ahora, el camino hacia el Gran Día- era antes un tiempo de contemplación y quizás de un poco de abstinencia paciente y vigilante. Incluso si no se creía en la historia de la Navidad, se entendía que una fiesta deja de serlo si es precedida por semanas de gratificaciones y caprichos. Pero ya no.
He mencionado las 24 ginebras de Adviento, pero no es más que una elección al azar. Podrían ser bolsitas de té o aceites para la barba. O palomitas de maíz gourmet, un oxímoron si alguna vez ha habido uno. Incluso calcetines. No menos de 25 pares. Que el Adviento termine a medianoche en Nochebuena es, supongo, una objeción menor. Nunca se pueden tener demasiados calcetines.
¿Y qué tal un poco de esa gelatina elástica de colores llamada slime? Veinticuatro pequeños recipientes de slime te aseguran horas de diversión creativa en Adviento y, tal vez, un poco de alivio del estrés. Y ya que estamos en ello, el calendario de Adviento del Mejor Sexo de tu Vida te promete 24 juguetes sexuales para animar el mes de diciembre, aunque, eso sí, no incluye las pilas.
Pero lo que realmente me ha llamado la atención este año es el calendario de Adviento de cortezas de cerdo, también disponible en un pack doble para que no tengas que compartirlo. Porque, mientras esperamos la luz y la esperanza de la Navidad, ¿qué puede ser más feo que un miembro de la familia birlándonos nuestra bolsa de cortezas favorita?
Por supuesto, teológicamente estamos en el límite con estos productos del cerdo, como lo estaba Greggs, la cadena de panaderías, con su rollo de salchichas en un pesebre hace un par de años, siendo María y José judíos observantes. Pero entiendo que la palabra Adviento es ya solo un truco de marketing. Por el amor de Dios, si ahora hay hasta calendarios de Adviento de ocho días de Hanukkah, que pronto llegarán a un supermercado cerca de ti. No dejes de subirte a ningún vagón por doctrinario que sea. O por estúpido que sea.
Solo pido que nos detengamos un momento a considerar si un caprichito al día, ya sea bebida, comida o calcetines, es digno de la etiqueta ‘Adviento’
Lo que me lleva a los perros. Los calendarios de Adviento para mascotas ya son algo bien establecido. Supongo que los gatos los miran con el desdén que merecen y me puedo imaginar que los hámsteres pueden disfrutar reciclando el embalaje de cartón, pero los perros… El Adviento trata de la espera, algo que se enseña en las clases de entrenamiento de cachorros y, luego, como la trigonometría escolar, se olvida rápidamente. ¿Qué perro que se respete a sí mismo se va a quedar esperando al Niño Jesús cuando, con un poco de astucia, pueda tragarse las 24 golosinas de una sola vez?
La pasta de dientes está fuera del tubo. Acepto que no hay vuelta atrás. Me pregunto, sin embargo, si la palabra Adviento podría ser reclamada, marcada con una especie de denominación de origen controlada, como el champán o el Stilton. Como si dijéramos: date todos los caprichos que quieras, incluso 24 sorpresas de marshmallow, si eso es lo que deseas, pero no lo llames calendario de Adviento.
¿Qué problema tenemos que el año tiene que ser para nosotros como un circo interminable? Halloween deja paso a Navidad, que a su vez deja paso a Pascua, pero con paradas intermedias para el Día de la Madre, el Día del Padre y el Black Friday. Vivimos seducidos por nuestros caprichos. Porque tú lo vales, nos susurran los anuncios. No podemos parar. Y si los adultos ya no podemos esperar por nada, ¿qué posibilidad hay de que nuestros hijos lo hagan?
He guardado lo más atroz para el final, aunque este es un mercado que cambia sin cesar y los lectores que le dedican más atención que yo pueden haber visto algo peor. Me refiero al calendario de Adviento de vulvas de chocolate belga, blanco, oscuro y con leche. Investigo estas cosas para que ustedes no tengan que hacerlo.
Los tiempos cambian, ciertamente. Ha sido un año sombrío y algunos de nosotros podemos necesitar un incentivo para salir de la cama en las oscuras mañanas de diciembre. No soy una puritana y me gustan las cortezas de cerdo. Solo pido que nos detengamos un momento a considerar si un caprichito al día, ya sea bebida, comida o calcetines, es digno de la etiqueta «Adviento».
La Virgen María, san José o el sabio Zacarías son un buen espejo en el que mirarse cuando nos arrastra el torbellino navideño de viajes, compras y cenas.
El consumo ha manchado todo, incluso el amor y las amistades, las relaciones laborales y las horas de ocio innegociable.