Hay jinetes de luz en la hora oscura
Pablo Velasco | 06 de noviembre de 2020
La defensa de la vida y de los cuidados paliativos frente a la eutanasia concitó en el Senado a una serie de asociaciones e instituciones de iniciativa civil, que afirman una necesidad urgente de diálogo abierto y libre en este ámbito.
Hace unos pocos días, en este mismo diario, David Vicente Casado conversaba con Ignacio Carbajosa, sacerdote de la diócesis de Madrid, que acaba de publicar su testimonio como capellán de hospital durante la peor parte de la pandemia del pasado mes de abril. En un momento de la entrevista, Carbajosa señalaba su sorpresa ante el hecho de que se siga tramitando la ley de la eutanasia «después de todo lo que ha sucedido, con miles de fallecidos, en su inmensa mayoría ancianos, y no se pare uno a pensar qué hemos aprendido en todo este tiempo y en la necesidad de invertir más en cuidados paliativos y cuidar más ese último momento. Me preocupa nuestra sociedad y este punto de odio y falta de amor que existe para no mirarnos a la cara y dialogar. Yo creo que un enfermo que dice «yo no quiero seguir viviendo», sobre todo lo que está diciendo es «yo quiero que me quieran». Nadie pide la muerte por un bien».
Efectivamente, la pandemia que hemos sufrido y seguimos sufriendo nos ha hecho más conscientes de la vulnerabilidad y fragilidad de la existencia. Y, como decía el filósofo Pablo López, «de pronto, la vida de los ancianos y las personas más vulnerables son fuente de atención. E, incluso, políticos de cualquier signo, en sus discursos, manifiestan ese deseo del bien intrínseco de la vida, con el fin de salvar el mayor número posible de ellas».
Parecía entonces que nuestra sociedad nihilista sí quería preguntarse por la verdad. Por eso mismo es sorprendente el empeño del Gobierno Sánchez por promover el desarrollo legislativo de la eutanasia. Porque de nuevo hace patente esa suspensión del juicio en favor de la ideología monolítica y pétrea. Un espacio ideológico frustrante, porque hace que incluso lo obvio no se pueda proponer.
Con esta es la tercera vez que en pocos años se lleva al Congreso esta ley. Con un partido socialista que ha mutado, desde su primera postura en contra, hasta hoy, en la que aparece como promotor. Porque precisamente es una iniciativa legislativa que no parte del Gobierno, sino del grupo parlamentario, evitando así una serie de informes preceptivos, mostrando una opacidad manifiesta, sin información pública ni debate público. Durante el proceso, que parece que tendrá su resolución allá por el mes de febrero, se han manejado una serie de prórrogas, que llevan a pensar que estamos más ante una maniobra política que serviría para cohesionar las evidentes grietas internas de este Gobierno o para enarbolar un reclamo a un determinado sector más implicado ideológicamente. Una nula propuesta de diálogo, perfectamente expresada en la pobreza de la única sesión en el pleno del Congreso donde se ha tratado este tema, donde todos los grupos que sostienen al Gobierno repitieron, punto por punto, lo que parece todo un argumentario aprendido y no vivido, en todo caso apoyado en un sentimentalismo que no aguanta ninguna experiencia verdadera.
Pues bien, ante este panorama, consuela, y mucho, ver que una serie de instituciones y asociaciones de iniciativa civil sí consideran que este asunto es urgente. Y, sobre todo, no quieren simplificar ni simplemente reaccionar ante una ocurrencia del Gobierno.
La ACdP promovió una serie de encuentros en el Congreso con los grupos parlamentarios que presentaron enmiendas a la ley. Y ayer mismo, en el Senado, se reunieron, convocados por Javier Puente, senador del Partido Popular, la citada ACdP, Valores y Sociedad, One of us, Educatio Servanda, Familia y dignidad humana, Redmadre, Federación española de asociaciones ProVida, Principios, Fundación Villacisneros, E-Cristians, o Cristianos en democracia, entre otros, para exponer la propuesta verdadera, la que corresponde a la experiencia humana. La dignidad de toda vida, la dignidad que no es cálculo político, ni ideológico, ni económico. La dignidad de la vida en todas sus etapas, desde el seno materno hasta su fin natural. Precisamente movidos por simpatía hacia esa experiencia, hace a estas instituciones jugarse el tipo porque la situación lo requiere.
Son, como dijo don Juan Antonio Reig Plá en la presentación del Congreso Católicos y Vida Pública, oasis que van ganando terreno al desierto ideológico que se nos ha planteado. Son muestras esperanzadoras de una participación que no se limita a una mera votación cada cuatro años. Una presencia en la vida pública que nos permite escucharnos unos a otros, con cercanía, y sin retirar la mirada ante la herida, el dolor y la muerte.
La muerte provocada de María José Carrrasco evidencia que la eutanasia no se debe legitimar.
Toda sociedad envejecida debe decidir si invierte en atención a los ancianos o si impulsa la eutanasia. Nuestro Gobierno social-comunista parece haber decidido que lo progresista es lo segundo.