Hay jinetes de luz en la hora oscura
David Vicente Casado | 01 de mayo de 2020
Expertos de diversos ámbitos del mundo laboral analizan la fórmula del teletrabajo y su futuro tras la pandemia.
La irrupción del coronavirus ha cambiado totalmente nuestra forma de vida. El silencio y la soledad se han apoderado de las ciudades más habitadas, los centros educativos han cambiado las aulas por los domicilios de sus alumnos, los balcones se han convertido en púlpito de agradecimiento, la contaminación ha dado paso al aire más limpio que se recuerda y el término “teletrabajo” se ha convertido en uno de los más usados y repetidos. Esta pandemia ha provocado la instauración obligada y a toda velocidad de un modelo de trabajo que ha entrado en nuestras vidas y cuya principal incógnita es si lo ha hecho para quedarse definitivamente.
Pero ¿qué sabíamos del teletrabajo antes de la COVID-19? Juan Pablo Maldonado, catedrático de Derecho del Trabajo en la Universidad CEU San Pablo, explica que, como siempre ha ocurrido a lo largo de la historia con los nuevos modos de trabajo, “el teletrabajo existía en la vida cotidiana desde mucho antes de que la ley lo contemplase”. En cuanto al futuro, Maldonado tiene claro que “el empleo se volverá más flexible en cuanto a tiempo y lugar de trabajo”. Podría entrar en juego la combinación de tiempos de trabajo en empresa con tiempos de trabajo a distancia.
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Las ciudades de Madrid y Barcelona son las que aglutinan más trabajadores teletrabajando desde el inicio del virus, pero ¿estaba nuestro país preparado para ello? Mario Pacheco, especialista en Recursos Humanos en BBVA Next Technologies, reconoce que “de forma generalizada, no. Todavía nos queda un largo camino para que el teletrabajo sea una práctica común en la sociedad española, tanto desde un punto de vista tecnológico como cultural. Hemos enfocado como país la principal actividad económica hacia la hostelería, el turismo o la construcción, teniendo un gran peso en nuestro PIB, y en dichos sectores no se puede teletrabajar”.
La COVID-19 es el detonante de una transformación cultural y digital en las empresas y, a día de hoy, reconoce Pacheco que “trabajar desde casa no es un privilegio, sino una necesidad para la supervivencia de las organizaciones. Para esa supervivencia es vital el compromiso de los trabajadores y la capacidad de adaptación a un entorno desconocido para muchos”.
Pese al desconocimiento del entorno, el teletrabajo posibilita una serie de ventajas, según los expertos, entre las que destacan el grado de autonomía que tienen los empleados, la reducción del estrés y la conciliación con la vida personal y familiar.
Con el avance de la pandemia, el Gobierno decidió aumentar la posibilidad del teletrabajo por dos meses más. Con la ciudadanía ya inmersa e involucrada en el proceso del teletrabajo, ¿ha pasado este de ser un derecho a una obligación? Ana Godino, socia de Sagardoy Abogados, afirma que “ha sido siempre una pretensión de los trabajadores pero nunca un derecho, en tanto que requiere para su materialización del acuerdo entre las partes: ni puede ser impuesta por el empresario, ni puede ser exigida por el trabajador.
La situación actual ha provocado que el trabajo a distancia se haya convertido, no desde un punto de vista legal, sino desde una realidad social, en una imposición empresarial motivada por razones de protección de la salud y evitación de los riesgos provocados por el trabajo presencial, pero absolutamente excepcional y que no tendría cabida fuera de la declaración de estado de alarma y de las restricciones a la movilidad de las personas”.
Para Godino, una vez que se decrete el fin del estado de alarma, trabajar a distancia no será una obligación, puesto que “el empresario puede establecer, con la norma actual, la obligación de reincorporación a la actividad presencial, salvo en supuestos en que haya riesgo evidente para la salud -por ejemplo, colectivos vulnerables o con patologías previas- o en supuestos en que haya necesidad de conciliar el trabajo y la vida personal y familiar por razón de tener hijos a cargo, menores de 12 años, coincidiendo con el cierre de los centros escolares. Salvo esos supuestos, la obligación sería la incorporación al trabajo de forma presencial”.
Algunos países afectados por la pandemia, como Alemania, apuestan por su continuidad, una vez finalice la COVID-19. Cuando España recupere la “nueva normalidad”, como la ha definido el Gobierno, será necesario hacer un ejercicio de medición de resultados por parte de las compañías y decidir si el teletrabajo ha llegado para quedarse. De ser así, se deberán sentar las bases para actualizar una regulación que actualmente es parca, difusa y poco precisa, si queremos que la productividad laboral y la recuperación de nuestro país no se vea mermada. De momento, y hasta que eso pase, es probable que sigamos teniéndonos que llevar el trabajo a casa. Feliz Día del (tele)Trabajo.
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