Hay jinetes de luz en la hora oscura
Elio Gallego | 31 de marzo de 2020
El presidente del Gobierno ha optado por echar un pulso a la realidad en la que se halla sumida España, con un incremento de la manipulación, la mentira y el uso torticero del poder.
Reconozco que me ha hecho gracia, en estos tiempos de desolación, el titular con que un veterano periodista, Graciano Palomo, dedicaba un post en El Confidencial. El titular en cuestión decía así: «¡Realidad, dimite, Sánchez no te admite!». No digan que no es bueno y expresa a la perfección el modo ideológico de pensar de quien ocupa La Moncloa.
Para su mirada, cargada de ideología y resentimiento, la realidad es algo proteico y moldeable, siempre a disposición de quien disponga del suficiente poder político y mediático. Y reconozcamos que de ese poder no le falta, y la izquierda lo monopoliza en término casi absolutos.
Asómense, si no, a cualquiera de nuestros telediarios y podrán comprobar, al menos durante 5 o 10 minutos, lo mal gobernante, lo imprudente, lo poco serio que se tomó el contagio cuando aún estaba a tiempo de tomar las medidas preventivas necesarias… sí, lo han adivinado, hablamos de… ¡Donald Trump! Pero ¿y Pedro Sánchez? Por favor, esa pregunta sobra en un telediario español. Está fuera de lugar. Es obvio que, si estos le dedicaran unos minutos a ver qué cosas dijeron el «experto Simón«, el ministro de Sanidad y el propio presidente del Gobierno, hace apenas un mes o dos, ardería el país de indignación, quizá por eso convenga ocultarlo tanto.
Hay momentos en que la realidad es más testaruda que la ideología, y este, está claro, es uno de ellos, ¿lo comprenderá Sánchez? Porque si lo comprendiera, es evidente que comenzaría a sospechar, y sopesar, el brutal alcance que va a tener esta pandemia en todos los aspectos de la vida común de los ciudadanos, lo que lo llevaría a mirar y tender la mano a aquellos que todavía conservan, unos más que otros, una cierta idea de España. Es decir, comenzaría a mirar a la derecha, al PP y Vox.
Procuraría dejar al margen la ideología, en aras de un gran acuerdo nacional, de un acuerdo profundamente patriótico que fuese capaz de movilizar todos los recursos existentes y toda la buena voluntad que, como estamos viendo, existe todavía en España. Su prioridad sería el abandono del discurso hueco y enmascarador de la realidad, con vistas a retomar la senda de la recuperación social, política, económica y moral de nuestra nación. ¿Lo hará?
El izquierdismo es poderoso cuando se trata de favorecer la muerte y la disolución de todos los vínculos
Nada indica que vaya a ser así, sino más bien lo contrario. Lo que estamos viendo es que todo apunta a que Sánchez ha optado por echarle un pulso a la realidad en la que se halla sumida España, con un incremento exponencial de la manipulación, la mentira y el uso torticero del poder. Nada indica, en suma, que su opción no sea la de continuar izquierdeando en una escala aún mucho mayor que antes.
¡Qué irónicamente triste suena, por ejemplo, la enorme rapidez y urgencia con que impulsaban la ley de eutanasia, ahora que nuestros mayores mueren por miles a causa del coronavirus! Se constata, una vez más, hasta qué punto es poderoso el izquierdismo cuando se trata de favorecer la muerte y la disolución de todos los vínculos, esos vínculos que hacen de la vida del hombre una cosa mucho más humana, comenzando por la familia; pero qué débil es, en cambio, cuando se trata de construir algo sólido y positivo. Destruir siempre ha sido muy fácil, construir no. Y está claro que estos son momentos para construir, no para izquierdear.
La tarea principal del Gobierno desde el 8M no ha sido gestionar el coronavirus, ni apelar a la unidad, sino conseguir una imagen edulcorada de Pedro Sánchez.
No es momento de llorar por la gestión de la crisis del coronavirus. Debemos aprender las lecciones y hacer, en estos momentos de confinamiento, las reflexiones oportunas.