Hay jinetes de luz en la hora oscura
Luis Núñez Ladevéze | 20 de agosto de 2020
La salida de Cayetana Álvarez de Toledo deja campo libre a Vox para afianzar sus esencias y consolidarse. El objetivo del PP se centra ahora en conseguir el voto liberado por la fumigación de Ciudadanos.
Prescindir de Cayetana Álvarez de Toledo como portavoz parlamentario ha sido una decisión arriesgada de Pablo Casado. Es difícil evaluar todavía si esta jugada es acertada o no en el tablero político. Está claro que ha sido meditada. No se juega de cara a las disidencias internas del partido, sino de cara a los futuros resultados electorales. Aunque ambas cosas vayan enlazadas, los comicios dependen más de la galería que de la problemática interior.
¿La brillante diputada era un lastre para el Partido Popular? Gustará a muchos la portavoz del PP. Contundente, clara, mordaz, impertinente, brillante. Se hace valer ante el convencido, pero ¿qué consigue entre los dubitativos o los que no saben, no contestan? El PP no debe prescindir de Cayetana, es valiosa. Que siga adelante depende de su señorío aristocrático, dicho en ese sentido orteguiano que nunca entenderá el populismo de Galapagar. Quedar a disposición en la retaguardia es tan noble y puede ser tan eficiente como aparecer en primera línea de combate. No se olvide, el parlamentarismo es la sustitución del combate por otros medios.
Pero la formación de opiniones no responde a la exhibición retórica ni al vigor argumentativo, imprescindibles, no decisivos. La aglutinación de mayorías obedece a motivaciones diversas. La opinión de muchos es un compendio versátil y disperso. Como dice Jeffrey Green en The Eyes of the People, gestionamos más información por la vista que por el oído. Las vestiduras dicen más que las lecturas. Si no fuera así, no se explicaría que un falsificador de tesis doctorales que se miente a sí mismo con más descaro que miente a los demás, estuviera ocupando La Moncioa.
Los últimos resultados electorales generales y autonómicos enviaron un mensaje a la dirección del PP. Buscar el afianzamiento electoral a base de disputar a Vox su acopio de votos lleva por la senda de la derrota frente a la coalición de espurios intereses concentrados en la moción de censura. Vox, PP y Ciudadanos por separado, nunca darían resultados suficientes para gobernar frente a la coalición de socialistas con anticonstitucionales. La escisión de la derecha se ha consumado, más para su mal que para su bien.
Las últimas elecciones indican una vereda transitable. La misma que recorrió UCD cuando tenía que disputarse el reparto de escaños con Alianza Popular. Hay que recordar que tampoco necesitó pactar con ella. Eran otros tiempos. Aquella historia resulta lejana, pero, lejana o no, sigue indicando que la ruta se llama centro-derecha y no derecha a secas. Lo prioritario es salvar a España de una coalición destructiva y de una situación económica insostenible.
El riesgo que asume el Partido Popular está claro. Los explotadores de la «derechita cobarde» celebrarán sus fueros. La destitución de Cayetana Álvarez de Toledo da alas para alimentar esa retórica estridente. Pero Casado ya sabe que la escisión de Vox es un factum consumado. Un error irreparable si se juzga desde el punto de vista de quien piense más en el afianzamiento constitucional que en la satisfacción de sus apetitos emocionales. Con la exclusión de Cayetana, se deja, sin duda, campo libre a Vox para afianzar sus esencias y consolidarse.
El PP se rompió porque, en lugar de lavar los trapos sucios dentro de casa, encontraron en la ruptura la oportunidad para exhibir sus tesis y saciar su voracidad parlamentaria
Pero no es ahí donde, con seguridad, se ha centrado el observatorio del partido Popular, sino en cómo llevarse el voto liberado por la fumigación de Ciudadanos. Dejar que Pedro Sánchez pueda ocupar a su gusto ese espacio cuando Podemos sufre la arremetida jurídica y reafirma su anticonstitucionalidad republicana, sería, estratégicamente hablando, una torpeza. Por conservar fragancias pasionales en lugar de asegurar el afianzamiento institucional, la derecha cayó en la trampa de la fragmentación cainita.
El relato de la «derechita cobarde» cuenta un cuento a medias. Cierto, Mariano Rajoy se centró en la economía y abandonó el ideario. Muchos insistían en la necesidad de recuperarlo. Por eso, dicen, Vox apareció. Hablando seriamente sobre cómo reforzar el ideario y cómo mantener la identidad, la historia muestra ejemplos muy diversos, pero no se olvide que la receta principal del enemigo siempre fue y será la de “dividir y vencerás”. El relato de la «derechita cobarde» es solo un cuento a medias. No fue esa la causa de la sangría de votos desde la mayoría absoluta a la minoría insostenible de Rajoy. La causa fue, no se olvide, la misma que llevó a la derrota a Felipe González: los juicios por corrupción destrozaron, con razón, la confianza del electorado en el Partido Popular. Que todavía quedaba pendiente de sanear, lo probó que la moción de censura se justificara apelando a la dignidad.
Pero el cuento de la dignidad está viciado. En labios de Sánchez o de Podemos resulta sarcástico. Juzgar a Casado a través de la imagen de la «derechita cobarde» está ya fuera de lugar y puede que fuera de ciclo. El Partido Popular se rompió porque en lugar de lavar los trapos sucios dentro de casa, encontraron en la ruptura la oportunidad para exhibir sus tesis y saciar su voracidad parlamentaria. Si a algo se parece esta historia es a las 95 tesis que Martín Lutero propuso en Wittenberg. La corrupción era innegable, la discusión necesaria, la reforma imprescindible. Pero la escisión se sigue pagando todavía. El partido de Casado ya ha pasado por su Trento. Santiago Abascal, como Lutero, nunca necesitará un concilio.
El jefe del Ejecutivo no tiene más remedio que gobernar con las cartas repartidas por su predecesor. Está obligado a elegir el aval europeo y el respaldo a la Constitución, aunque peligre el pacto con sus socios.
El presidente del Gobierno prefiere que Vox tenga más votos que el PP, porque eso le garantiza sostener la dialéctica del enfrentamiento con mayor eficacia entre los votantes.