Hay jinetes de luz en la hora oscura
Juan Pablo Colmenarejo | 17 de noviembre de 2020
El acuerdo presupuestario de noviembre de 2020 entierra el legado de la Transición del 78. El PSOE ha abandonado la democracia liberal al asociarse con un partido liderado por un condenado por sedición y otro legatario de una banda terrorista.
«UCD fue un partido singular: centrista, cuando se enfrentaban la derecha y la izquierda; reformista frente al dilema de continuidad o ruptura. Su objetivo fue transitar sin traumas, del franquismo a una democracia deliberativa y parlamentaria de corte occidental, movido por una fuerte convicción europeísta. En esto tuvo éxito, no tanto con el juicio de la posteridad». Así comienza Juan Antonio Ortega Díaz-Ambrona la segunda parte de sus memorias políticas: Las transiciones de UCD. Triunfo y desbandada del centrismo (Galaxia Gutemberg, 2020).
Las transiciones de UCD: Triunfo y desbandada del centrismo (1978-1983)
Juan Antonio Ortega Díaz-Zambrona
Galaxia Gutenberg
448págs.
22,32€
El autor participó desde el principio hasta el final en un partido que transitó durante un «quinquenio» decisivo para la transformación de España en la democracia liberal que es todavía y a la que Podemos y los independentistas se refieren despectivamente como «régimen» para establecer la equiparación continuista con el franquismo. La lectura del relato de los hechos (1978-1983) certifica la hazaña y demuestra todo lo contrario. La proeza de desmontar el régimen (la dictadura franquista) para tender todo tipo de puentes («transiciones») en los distintos ámbitos de la vida española. No fue un sueño, sino una realidad que debería ser estudiada con mucho más afecto y consideración en las aulas. UCD acabó en desbandada, como cuenta Ortega Díaz-Ambrona. Testigo directo del final, ayudó a apagar la luz, explica con detalle que el problema de UCD fue su «malformación congénita». No tenía una estructura interna de partido: «UCD fue una organización improvisada y el poder le sirvió de sustentáculo, engrudo o pegamento para constituirse». El «testigo privilegiado» recuerda que en muy poco tiempo se pasó del todo a la nada. El centro desapareció cuando dejó de ser útil: «Los de UCD triunfamos al principio y fuimos derrotados más adelante. Conocimos el triunfo y el desastre».
Desde la victoria del PSOE en las elecciones generales de 1982, ni los socialistas, ni el refundado PP sobre la base de Alianza Popular -con la incorporación masiva de los náufragos de UCD- han podido ganar sin el voto centrista y reformista que deambula huérfano oscilando de un lado a otro. Ni lo consiguió Adolfo Suárez con el CDS, ni la operación ROCA o UPyD. Tampoco Ciudadanos, cuyo espíritu fundacional nace de un grupo de intelectuales de la izquierda liberal que se revuelve ante la entrega del socialismo catalán en los brazos del nacionalismo etnolingüístico independentista y supremacista. Albert Rivera ha conocido el triunfo y también el desastre fulminante, como la UCD. Nunca debió abandonar su origen. Desde Cataluña para toda España. Se ofuscó en la sustitución del PP. Ciudadanos puede quedarse en las raspas después de las autonómicas en Cataluña del próximo febrero.
El partido sanchista, antes PSOE, ha pactado con quienes tienen como objetivo tumbar el régimen, tal y como ha amenazado uno de los voceros del partido Bildu, continuador del legado de ETA
Ya es tarde para rehacer ese camino. El centro no existe, salvo en el caso instrumental de UCD, aunque, como ha demostrado Joe Biden tras ganar a Donald Trump, es una manera de hacer política. Sus primeros pasos lo conducen al nombramiento de personas alejadas del ala izquierda de su partido –partidarios de la revancha y ajuste de cuentas- y a la aproximación a las zonas comunes con el partido republicano. Para entendernos, Biden rechaza podemizar su Gobierno, como ha hecho Sánchez en España, ninguneando a los García-Page, Vara o Lambán. El PSOE ha abandonado la Transición al asociarse con un partido liderado por un condenado por sedición y otro legatario de una banda terrorista.
El acuerdo presupuestario de noviembre de 2020 entierra el legado de la Transición del 78. La democracia liberal, construida con los cimientos («transiciones») levantados en el quinquenio de UCD», se acaba tal y como la hemos conocido. El partido sanchista, antes PSOE, ha pactado con quienes tienen como objetivo «tumbar el régimen», tal y como ha amenazado uno de los voceros del partido Bildu, continuador del legado de ETA. Las consecuencias de este paso son impredecibles, pero el desmontaje de las «transiciones» ya ha empezado. La lectura de un libro como el de Ortega Díaz-Ambrona provoca melancolía, al ser un homenaje a la construcción de una democracia, la del 78, cuya estructura empieza a cuartearse.
En el PP creen que buena parte de la reunificación coyuntural del voto se deberá a la herencia recibida de un Gobierno que, para empezar, ha hecho unos presupuestos para la comunicación política, no para contribuir a resolver los problemas estructurales de la economía española.
El exportavoz de Ciudadanos en el Congreso de los Diputados afirma que el partido al que perteneció ya no tiene nada que ver con lo que fue: «Ahora hay una cosa por ahí que se llama igual, que parece que quiere abrazarse políticamente al sanchismo, que de paso liga, quiera o no quiera, con el separatismo».