Hay jinetes de luz en la hora oscura
El Debate de Hoy | 07 de junio de 2020
El director adjunto de El Confidencial reconoce que el poder de la prensa «ha quedado amortiguado» y que ya no es posible «jerarquizar las noticias».
Suscríbete a nuestro canal en iVoox
Fernando Garea ha pasado por las redacciones de prácticamente todos los grandes medios escritos del país. Tras su discutida salida de la Agencia EFE, ha vivido la crisis del coronavirus como director adjunto de El Confidencial. Desde ahí conversa con nosotros en el pódcast «Y, ahora, ¿qué?», haciendo una reflexión sobre la situación de los medios de comunicación, su poder y la pérdida de credibilidad que genera el «periodismo de camiseta».
A continuación, puedes leer un extracto de la entrevista, que encontrarás completa en los canales habituales: iVoox, Spotify, Apple Podcast, Google Podcast y YouTube.
Pregunta: Y, ahora, ¿qué?
Respuesta: Quizá nos falta perspectiva. Estamos en un momento de plena incertidumbre en el que lo que está claro es que no sabemos qué va a pasar al día siguiente. Ahora parece que la desescalada avanza más rápido de lo que esperamos, pero ignoramos si habrá un rebrote, cuándo tendremos la vacuna, cuándo vuelve la vida normal… Sí parece que hay algunas cosas que pueden cambiar y muchas de ellas no sé si tienen más de buenos deseos que de realidad.
Está claro que el teletrabajo se va a implantar mucho más en determinadas actividades, se puede dar una mayor valoración de la sanidad pública y algo que me parece fundamental es el sistema de residencias de ancianos. Es algo que tiene que cambiar, tienen que estar medicalizadas, no puede volver a ocurrir lo que ha ocurrido. Y espero que haya algún tipo de auditoria, hablo en términos generales, de cuál es el sistema de atención a los mayores.
Insisto en que nos falta perspectiva, pero sí está claro que vamos a salir mucho más débiles que como empezamos.
P.: En los últimos días, se suceden las grandes noticias sobre acciones que afectan directamente a la gestión del Gobierno, sin embargo, parecen no tener repercusión política. ¿Ha perdido la prensa el poder o la fuerza capaz de derribar Gobiernos?
R.: En la prensa, desde hace años tenemos menos poder que antes. Tenemos menos audiencia, somos más débiles, en el sentido de la dependencia económica. Además, las redes sociales e internet han roto el monopolio de la distribución de hechos y, por lo tanto, la conversación pública no la controlamos nosotros.
Cuando imprimíamos periódicos en papel y no había internet, nosotros le decíamos al lector cuál era la noticia principal del día; ahora la inmensa mayoría de lectores entra a las noticias por donde quiere y ya no tenemos la capacidad de jerarquizarlas.
A pesar de eso, yo creo que el periodismo sigue teniendo ese poder, pero es un poder amortiguado por los cambios y las nuevas tecnologías.
P.: ¿El periodismo político está heredando el estilo del «tertuliano de camiseta»? ¿El periodista se convierte cada vez más en activista de una determinada opción política?
R.: Las trincheras son uno de los grandes males de la profesión, también el mezclar opinión con información, ese gran principio que parece que estamos olvidando; dar opinión y no análisis o contexto en las tertulias, que yo creo que es lo de se debe hacer… Y también están las redes sociales. Yo asisto atónito a cómo los periodistas discuten o discutimos en redes con los políticos, algo que me parece insólito. Los políticos, que discutan con los políticos, y los periodistas ni siquiera tenemos que discutir entre nosotros sobre temas políticos de esa manera.
Este tiempo de pandemia ha acrecentado esto. Twitter no es la vida, pero tomemos las redes como una cata social. Me asombra la forma en la que todo se polariza. Si yo mañana publico una información que objetivamente perjudica al Gobierno, me encuentro con tuits que me dicen que soy un fascista, que tengo resentimiento y que por ello escribo eso. Si yo publico algo que perjudica a la oposición, ya estoy vendido al Gobierno, estoy buscando otro cargo, etc. No pocas veces he visto cómo, no ya las opiniones, sino las informaciones, se usan para descalificar a los periodistas. Y probablemente parte de culpa es nuestra, por lo que he dicho de cómo se mezclan las cosas y cómo nos hemos puesto camisetas. Estas camisetas nos perjudican, nos restan credibilidad.
P.: ¿Durante todo este tiempo se ha preguntado cómo hubiera organizado la cobertura informativa desde la Agencia EFE? ¿Ha llegado a alguna conclusión sobre su cese?
R.: He intentado no hablar sobre este tema y pasar página, pero es verdad que yo hubiera preferido seguir en la agencia, porque había un proyecto de medio-largo plazo que había que culminar y, por tanto, no puedo decir que me alegro de no estar allí. En este tiempo en EFE he sido feliz, me lo he pasado muy bien, pero sí he echado de menos algo que me gusta hacer, que es estar en la actualidad, escribir, hacer crónicas, etc. Ahora me he adaptado a esta nueva situación, estoy encantado de poder escribir y, perdonad que haga publicidad, pero El Confidencial te permite escribir libremente lo que quieras, no tengo limitación, puedo ver textos que no coinciden con lo que yo he escrito, pero en lo mío soy libre. Estoy teniendo la suerte de ser testigo, aunque sea desde casa, de lo que está ocurriendo.
Es muy difícil trabajar desde casa en el tema fuentes y conseguir información, pero no tengo derecho a quejarme, porque he podido pasar de un medio a otro casi sin estar en el paro, y eso es un privilegio en esta profesión. También es una responsabilidad, porque cuando veo algo que no me gusta de alguno de los medios en los que he estado creo que tengo que denunciarlo, porque esa es la manera de mejorar esta profesión.
El presidente de honor de El País reconoce que «ha habido una bajada de calidad de la dirigencia política en todo el mundo» y que esta ha tenido que hacer frente a un «desafío novedoso».
La periodista de El Mundo recuerda que la labor de los medios no puede limitarse a «coger tres tuits y hacer una noticia».