Hay jinetes de luz en la hora oscura
Luis Miguel Pedrero | 29 de mayo de 2020
El libro Streaming Wars acomete con rigor y didacticismo el fenómeno que mejor ilustra los efectos del paradigma digital sobre la industria del ocio y entretenimiento.
«Aunque el concepto de programación se refiere a diversos aspectos del menú televisivo, para el público equivale a la riqueza del material a su alcance cada noche, con su innata variedad o manifiesta monotonía. La televisión ofrece un diverso abanico de programas y las emisoras compiten por atraer la atención del espectador, que es quien elige quedarse en una cadena, sintonizar otra… o apagar el televisor».
Así describían Richard A. Blum y Richard D. Lindheim la lógica del medio catódico en una galaxia no tan lejana, la de 1987, cuando la encarnizada competencia entre canales privados por captar y retener el interés de la audiencia norteamericana terminó por alumbrar un sofisticado diseño de estrategias y tácticas cuyos nombres evidenciaban el entorno bélico en el que ya se inscribía esta industria: Stunting, Blocking, Lead-in, Tent Poling, Bridging…
Solo tres décadas después, la consolidación de Internet como ventana de distribución y consumo audiovisual a escala global se impone como un nuevo escenario televisivo caracterizado por el acceso a múltiples pantallas –muchas de ellas en movilidad–, la fragmentación de audiencias y la personalización de contenidos. Han cambiado los actores, las tecnologías y los dispositivos, pero permanece la misma obsesión por la atención de un espectador, ahora transformado en usuario.
Streaming Wars
Elena Neira
Timun Mas
208
17,05€
Por ello, no puede resultar más acertado ni pertinente el título del libro que acaba de publicar la profesora e investigadora en la UOC Elena Neira: Streaming Wars, La nueva televisión (Cúpula). Estructurado en tres bloques (el contexto, los nuevos players y las peculiaridades de cada uno), y con un oportuno epílogo donde se analiza su eclosión durante la cuarentena por la COVID-19, el trabajo acomete con gran rigor y lúcido didacticismo el fenómeno que mejor ilustra el cambio de paradigma digital en el ámbito del ocio y entretenimiento.
La expresión ‘nuevas plataformas de streaming’ se popularizó en España con la llegada de Netflix en 2015, y se equipara al también frecuente acrónimo OTT (Over The Top), que significa «de transmisión libre» e identifica una de las principales peculiaridades de este modelo: el contenido circula libremente por Internet sin control por los operadores, como sí ocurre con la TDT (Televisión Digital Terrestre), en la que los canales necesitan de una licencia previa para emitir.
Se trata de uno de los pocos rasgos comunes a estas rutilantes plataformas, tan heterogéneas atendiendo a tantos criterios de clasificación que han convertido en un ‘cajón de sastre’ su propia etiqueta: algunas llevan mucho tiempo (YouTube, Netflix, Amazon…), mientras otras acaban de irrumpir en el mercado (Disney+, Quibi, HBO Max…); las hay gratuitas y de pago, con y sin publicidad; unas se integran en paquetes convergentes de telefonía e Internet y otras se ofertan de manera independiente; unas disponen de catálogos fijos y en otras los títulos desaparecen tras un tiempo limitado.
Como se aclara en la introducción, el libro se centra en el actual modelo de streaming basado en la suscripción, pues como espectadores nos enfrentamos a una abrumadora colección cuyas diferencias no siempre sabemos valorar: ¿de qué depende elegir, de cantidad o variedad? ¿De contenido generalista o de nicho? ¿O quizá solo del dinero que estamos dispuestos a pagar? Aunque tales preguntas se aclaran a lo largo de sus páginas, surgen otras con respuestas más complejas, que la propia Elena Neira ha comentado para eldebatedehoy.es.
Sucede, por ejemplo, con las acepciones cada vez más líquidas de televisión o de cine: si bien Netflix nació como un videoclub que permitía ver películas en casa, el éxito de sus primeras series lo llevó a posicionarse como «el futuro de la televisión». «Ni los creadores ni los trabajadores de Netflix hablan de cine o TV, ellos se refieren a los ‘programas’, al ‘contenido’ o al ‘entretenimiento en el hogar’: ¡hasta la audiencia la computan en términos de hogares y no de cuentas!», argumenta Neira para demostrar que la aspiración de la compañía de Red Hastings no es convertirse en la televisión de la familia, sino en la de cada uno de los miembros que la componen.
Semejante categorización amplía mucho el alcance de su inventario: «Las series de Netflix son, en realidad, ‘largos’ por entregas planteados con estratégicos respiros que solo pretenden retenernos: cuanto más tiempo estemos conectados, más satisfechos nos sentiremos y con menos tentaciones de cambiar de plataforma, sean cuales sean las condiciones de la suscripción». Aquí se plantea otra de las grandes incógnitas en el devenir del sector: ¿qué fórmulas de explotación se consolidarán en un mercado todavía emergente? Según Neira, las decisiones dependerán de la propiedad y la estrategia de negocio de cada compañía:
«Los extremos son el SVOD puro (pago mensual con acceso a un catálogo virtualmente infinito: Netflix o HBO) y el AVOD (con publicidad, como YouTube), pero se abren paso caminos intermedios: Peacock, la TV en streaming que NBC lanzará este verano en Estados Unidos, será accesible desde tres opciones: contenidos limitados y con anuncios, un catálogo mayor con precio reducido (5$) y un repertorio ilimitado con tarifas similares a las de la competencia. Esta combinación me parece la fórmula más atractiva, veremos cómo funciona».
Paradójicamente, la libertad para contratar contrasta con la que menos cabía imaginar ante la exponencial multiplicación de títulos en el conjunto de plataformas: bajo la ilusión de un empoderamiento deslumbrante y ¿galáctico?, el reconocimiento de nuestros gustos determina lo que elegimos y hasta lo que creemos decidir que nos gusta. «Para el algoritmo eso es lo más fácil, le basta con identificar cuánto tiempo dedicamos a un tipo de contenido, y a nosotros nos resulta muy cómodo porque elimina lo que nos molesta. Pero no olvidemos que en la batalla del streaming el sistema no es neutral y no está al servicio del espectador, sino de las compañías».
El confinamiento ha multiplicado el consumo audiovisual en las plataformas de vídeo «online», pero aventura un futuro incierto para el conjunto de la industria televisiva.
La obligación de estar en casa ha disparado el consumo de televisión, prensa digital y otros medios de entretenimiento. Ante la avalancha de datos, es necesario tomar precauciones para evitar la sobreinformación.