Hay jinetes de luz en la hora oscura
Luis Miguel Pedrero | 26 de junio de 2020
En la era de las plataformas online, la televisión tradicional se ha convertido en el medio más consumido durante la pandemia y ha evidenciado su relevancia como servicio público.
El final del estado de alarma decretado como respuesta a la pandemia por la COVID-19 supone el regreso a la normalidad –de forma más precisa, la entrada en la «nueva normalidad» o en la «etapa de reanudación»– para la gran mayoría de los españoles y, por tanto, la recuperación de sus habituales hábitos de comportamiento y consumo de medios de comunicación. Los casi cien días de confinamiento, especialmente en los primeros dos meses, propiciaron un incremento inusitado en el acceso a contenidos informativos y de entretenimiento, de una gran variedad de fuentes y desde un amplio repertorio de dispositivos, aunque en términos generales se ha constatado el dominio de la televisión tanto por el tiempo de dedicación como por el alcance de público.
En efecto, la audiencia del medio que ha sido hegemónico a lo largo de las últimas décadas, pero que sufre una constante curva de decrecimiento frente a la progresión del ecosistema digital, ha alcanzado cifras inéditas justo cuando más bajas eran sus cuotas: en febrero de 2020, el tiempo medio de consumo diario por persona había descendido hasta las tres horas y 46 minutos, mientras que el 16 de marzo, recién iniciado el periodo de cuarentena, cada español permaneció ¡seis horas y 50 minutos! ante el televisor. El fenómeno se ha repetido en casi todos los países y ha evidenciado la imbatible capacidad de convocatoria que aún ejerce la principal pantalla doméstica ante circunstancias o eventos excepcionales.
Superado el encierro, y sin perjuicio de que eventualidades futuras puedan propiciar otros escenarios atípicos, vale la pena analizar cómo ha sido nuestro comportamiento en este periodo, no solo para la identificación de las pautas y reacciones desde un prisma sociológico, sino también para el diseño de posibles estrategias en la industria audiovisual, de cara a una hipotética regresión a las medidas de restricción de la movilidad. Estos días, la consultora Barlovento Comunicación ha publicado un completo y exhaustivo informe en el que detalla la evolución del consumo televisivo durante el estado de alarma y algunos datos resultan tan significativos como esclarecedores.
En las 14 semanas transcurridas entre el 16 de marzo y el 21 de junio, el tiempo medio diario dedicado a la pequeña pantalla por espectador ascendió a 278 minutos (cuatro horas y 38 minutos), lo que supone un aumento de 22 minutos diarios sobre el mismo periodo de 2019. Hay que distinguir, no obstante, dos etapas claramente diferenciadas, que se corresponden con el paulatino cambio en las circunstancias de la emergencia y las primeras desescaladas.
En marzo y abril de 2020, se registraron los dos meses de mayor consumo en la historia de la TV en España: en el primer caso, y pese a que el confinamiento se inició en la tercera semana, se alcanzó la cifra de 284 minutos diarios (cuatro horas y 44 minutos, 51 minutos menos que en marzo de 2019, que entonces ya suponían un descenso de 26 minutos frente a marzo de 2018). Aunque Telecinco encabezó el ranking de cadenas más vistas (14,3%), los informativos La Sexta Noticias del día 14 (19,1%) y el Telediario Fin de Semana del 14 y 21 (17%) fueron las emisiones más seguidas, si bien en el Top 10 figuran cinco ediciones de Supervivientes y Supervivientes Express, en el principal canal de Mediaset, y una de El Hormiguero, en Antena 3.
La televisión en abierto ha acreditado en este periodo un liderazgo como referente informativo y de entretenimiento que valida su condición de servicio público accesible a todos los ciudadanos
Abril se ha alzado a lo más alto de la clasificación de los meses de mayor consumo de TV en España, con una cifra en apariencia difícil de superar: 302 minutos (algo más de cinco horas) por persona y día. Hasta la irrupción de la pandemia, esta tabla la encabezaban tres meses de la temporada 2012/13: febrero (272’), noviembre (269’) y enero (267’). Por tanto, solo la anormalidad de esta pandemia ha modificado una lista que en sus primeros puestos permanecía invariable desde hace siete años. Conviene apuntar que, asimiladas las razones del encierro y naturalizadas de algún modo las cifras sobre sus efectos, la inquietudes por la información se desplazaron hacia el entretenimiento: las 17 emisiones más vistas correspondieron a diferentes ediciones de Supervivientes y a la película 50 sombras más oscuras, en ambos casos en Telecinco.
En mayo, permitidos ya los paseos y el deporte y con el comienzo de la fase 1 en varias regiones, el consumo televisivo se redujo a 260 minutos (cuatro horas y diez minutos) por persona, que aun así supone 37 minutos más que los del mismo mes en 2019. De nuevo, dieciocho ediciones del reality de supervivencia en Telecinco coparon el top de las veinte emisiones con más seguidores, consolidando el liderazgo de una marca que acumula veinte meses consecutivos en lo más alto del ranking por cadenas en España.
En todo caso, y al margen del detalle en las cifras, se constata que la televisión en abierto ha acreditado en este periodo un liderazgo como referente informativo y de entretenimiento que valida su condición de servicio público accesible a todos los ciudadanos. En plena era de la Streaming Wars y el consumo a la carta, y como acaba de resaltar el barómetro elaborado por la Unión de Televisiones Comerciales en Abierto (UTECA), el otrora medio «catódico» ha sido elegido por tres de cada cuatro españoles para informarse de la emergencia sanitaria, evidenciando de este modo no solo su idoneidad para la evasión, sino, sobre todo, su irrenunciable condición de bien de interés general. Sobre todo, en tiempos de pandemia.
El libro Streaming Wars acomete con rigor y didacticismo el fenómeno que mejor ilustra los efectos del paradigma digital sobre la industria del ocio y entretenimiento.
La pandemia ha disparado los medidores de audiencia tanto en televisión como en Internet. Ante la falta de respuestas de la ciencia, muchas personas tratan de encontrar un sentido religioso.