Hay jinetes de luz en la hora oscura
Fernando Bonete | 30 de noviembre de 2020
Entrevista a Camille Pascal con motivo de la publicación en español de El verano de los cuatro reyes, Gran Premio de Novela de la Academia Francesa.
De la Revolución de 1830 sabemos lo justo, y lo justo suele consistir en un puñado de anécdotas: que se la conoce como «Las Tres Gloriosas» o «Revolución de Julio», por haber tenido lugar en tres ajetreados días de verano; que hay un famoso cuadro de Delacroix, La libertad guiando al pueblo, que la sabiduría colectiva atribuye a la representación de la Revolución francesa de 1789, pero que en realidad conmemora la Revolución de 1830; que fue un auténtico desfile de reyes, cobrándose el trono de tres, Carlos X, Luis XIX y Enrique V; y que dio lugar a la conocida como «monarquía de julio» de Luis Felipe, duque de Orleans, la edad dorada de la alta burguesía, y las revoluciones liberales en buena parte de Europa.
El verano de los cuatro reyes
Camille Pascal
Larrad Ediciones
592 págs.
22,30€
Para todo lo demás, la historia de verdad, y sin tener que pasar por el atlas histórico ni el tedioso manual, tenemos El verano de los cuatro reyes del historiador, académico y alto funcionario francés -fue asesor del expresidente Nicolas Sarkozy- Camille Pascal.
Galardonada con el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa 2018, el libro ha llegado este mes al español y a nuestras librerías desde Ediciones Larrad. El verano de los cuatro reyes recrea con precisión los acontecimientos históricos de aquel trepidante estío francés, revive las ambiciones de todos los implicados, nos adentra en las representaciones políticas de aquellos días, y nos sumerge en el espíritu de una época.
Pregunta: ¿Por qué la Revolución de 1830?
Respuesta: Porque es la gran olvidada. A los historiadores no les interesa, porque creen que esta revolución «burguesa» solo reemplazó a un rey por otro. Sin embargo, en ese momento todos estaban convencidos de que la revolución pondría fin a cuarenta años de turbulencias políticas.
En Versalles, cuando el rey Luis Felipe hizo construir la Galería de las batallas, que recapitula toda la historia de Francia desde el reinado de Clodoveo, pidió a sus arquitectos que completaran la cronología con una parte dedicada a la Revolución de 1830. Fue su manera de hacer entender a los franceses que ahí terminaba la historia de Francia.
P.: Lo que quiere decir que nuestra cosmovisión no tiene nada que ver con la de 1830. ¿El lector debe situarse en las ideas y el contexto de ese verano de 1830?
R.: En mi libro todo está planteado para sumergir al lector en la realidad de una época, desde los palacios ahora desaparecidos hasta los sueños del rey Carlos X. El lector debe adentrarse en la imaginación y las representaciones políticas de aquellos días. No le doy elección. ¿De qué sirve revivir la Revolución de 1830 con las ideas de 2020? No solo sería absurdo, sino una actitud muy despectiva hacia los hombres y las mujeres del pasado.
P.: En general, las referencias que hace a la monarquía son críticas, ¿con alguna intención extraliteraria?
R.: Me he limitado a utilizar la literatura para dar vida a la historia. No enjuicio la historia, miro la historia, y me divierto cuando la situación es ridícula, o simpatizo cuando es trágica. Creo que esto es lo que hizo que el libro tuviera éxito. Obligo al lector a trasladarse a otra realidad política diferente a la nuestra, y a plantearse preguntas sin prejuicios.
En mi libro todo está planteado para sumergir al lector en la realidad de una época, desde los palacios ahora desaparecidos hasta los sueños del rey Carlos X
P.: Pero en toda novela histórica hay un pulso entre la «verdad» y la «veracidad». ¿Hacia dónde se inclina El verano de los cuatro reyes?
R.: Me ha llegado que los miembros de la Academia Francesa debatieron largamente acerca de este punto antes de concederme el Gran Premio de Novela. Yo mismo me hice la pregunta, pero fue mi editor quien me dio la mejor respuesta mientras leía el manuscrito. Me dijo: «Desde el primer capítulo haces soñar y rezar al rey Carlos X. Esto no es historia, es literatura».
Todo lo que narro es verdad, todo está verificado. Hasta los diálogos los tomo prestados de los cronistas y las memorias de la época. El expresidente Valéry Giscard, miembro de la academia, me escribió para decirme que había inventado un nuevo género, algo así como un hiperrealismo histórico.
P.: Una buena novela histórica nos habla desde el ayer de quiénes somos hoy. ¿Qué nos dicen hoy los acontecimientos de 1830?
R.: Nos dicen que cambia el vestuario, pero no la naturaleza humana…
P.: Y la obtención de poder es una nota característica de los personajes históricos de la novela. ¿Existe un descuido del interés general en beneficio de la ambición personal?
R.: Está siendo muy duro. Carlos X está convencido de que restablecer el Antiguo Régimen es obedecer la voluntad de Dios. Thiers está convencido de que es hora de cumplir la voluntad del pueblo. Talleyrand, por su parte, piensa que debemos cambiar de dinastía para eliminar el espectro de la revolución y, por tanto, el peligro de una nueva guerra en Europa. El duque de Orleans, en cambio, considera que por fin ha llegado el momento para su familia y que él es el único que puede salvar la monarquía. Todos los protagonistas tienen principios que no necesariamente están reñidos con sus intereses. Quizá el más «puro» sea Chateaubriand, que se mantiene fiel a la dinastía borbónica contra viento y marea, es la única que considera legítima. Su interés no es político ni material.
Obligo al lector a trasladarse a otra realidad política diferente a la nuestra, y a plantearse preguntas sin prejuicios
P.: A través de la novela también tenemos acceso a artistas y pensadores del momento. Con estas figuras, ¿quería reflejar el espíritu de una época?
R.: Al revisar los testimonios del momento, me di cuenta de que todos o casi todos los artistas habían participado en aquello. Chateaubriand, al que acabo de mencionar, Stendhal, Victor Hugo, Alexandre Dumas, Alfred de Vigny, e incluso Berlioz. Ninguno entendió lo que estaba pasando. Lo real se les escapa por completo. Son verdaderos intelectuales franceses, ¡no hay duda!
P.: Apenas nos llega al español El verano de los cuatro reyes y ya se puede encontrar en las librerías francesas La Chambre des Dupes. ¿Qué nos puede adelantar de esta nueva incursión en la novela histórica?
R.: La Chambre des Dupes cuenta los amoríos del joven Luis XV con la duquesa de Châteauroux. Una historia amor en la Corte marcada por lo que los contemporáneos denominan las «escenas de Metz». El rey ha caído enfermo, y debe elegir entre la mujer que ama y el perdón de la Iglesia. Se desatan intrigas y conspiraciones, pero los vencedores no serán los que en un principio creemos. De nuevo, se trata de un acontecimiento olvidado, pero que dice mucho de una época.
La Revolución francesa es un hecho histórico aleccionador. No por sus logros, sino porque nos muestra cómo una brisa benigna incontrolada puede convertirse en un torbellino que se lo lleve todo por delante.
No es cierto que Bonaparte abriera la puerta al progreso y a la libertad en España, sino más bien a la muerte. La separación entre patriotas y afrancesados preconfiguró una lluvia de guerras civiles.