Hay jinetes de luz en la hora oscura
Fernando Bonete | 13 de junio de 2020
El exagente del CNI cuenta en su libro novelado Operación El Dorado Canyon secretos de su etapa en la inteligencia española y cómo colaboró con la CIA para localizar a Muamar el Gadafi.
Calculo que lo conocí allá por 2015. Encuentros cortos, ocasionales, en el contexto de unas asambleas anuales. De esto que va a empezar el acto o estás en la pausa-café, te lo encuentras, lo saludas, hablas un poco de lo que surge y da tiempo, y adiós. Y aun con toda su brevedad, de estas ocasiones mantengo dos recuerdos suyos imborrables: una sonrisa permanente, y un cargamento de anécdotas increíbles.
Tiempo después supe que Jaime Rocha era espía. Su sonrisa y sus anécdotas me parecieron entonces diferentes… ¿motivadas por secretos inaccesibles? ¿Fue mi percepción mera sugestión del aura del espionaje?
Rocha ingresó en el CESID en 1979. Destinos varios: Cádiz, gabinete del director Emilio Alonso Manglano, redes clandestinas en el Magreb, embajada española en Checoslovaquia, y jefe del área de Europa y América del Norte de la División de Exteriores. Después, tras su pase a la reserva, se convierte en empresario, gerente de una fábrica azulejera en Castellón. Después, en columnista en diversos diarios españoles. Después, ahora, en novelista.
Operación El Dorado Canyon contiene los detalles de la participación del CESID en el ataque contra la Libia de Gadafi en 1986. Una novela de espías contada por su protagonista: en la ficción, Julián Roig; en la realidad, el propio Jaime Rocha.
Operación el Dorado Canyon
Jaime Rocha
Doble Identidad
252 págs.
15,90€
Pregunta: ¿En qué momento el Jaime Rocha espía pasa a ser el Jaime Rocha escritor?
Respuesta: En el momento en que decido contar la historia a mis hijos y a mi mujer. Empecé a escribir el libro en 2014 con ese propósito de utilidad. De ahí la dedicatoria inicial. En mi época de agente yo salía de viaje y no les decía ni dónde iba, ni por supuesto lo que iba a hacer, y ni siquiera ellos -sobre todo mi mujer, que era quien más podía darse cuenta de la situación- sabían si volvería.
De alguna manera, me sentía en la obligación de explicarles lo que hacía cuando me iba a esos viajes, imprevistos y desconocidos, y fue entonces cuando comencé esta novela. Cometí entonces el inmenso error de decirles que estaba escribiendo un libro, y no dejaron de animarme hasta que me decidí a publicarlo.
No lo he escrito de continuo, tan solo cuando me sentía inspirado, siempre de madrugada y con música, tal y como estudié la oposición para la Armada. Este ha sido otro nexo de unión entre ambas dedicaciones.
Pregunta: Para comenzar a escribir esta novela, ¿tuvo que esperar a que la operación fuera desclasificada?
Respuesta: No. En realidad no cuento ningún secreto. De hecho, al acabarla la envié al CNI, y obtuvo la aprobación. Conservo el escrito con la invitación a publicarla, con una frase concreta que me hizo mucha gracia: «Te será fácil engañar a cualquier editorial para que te la publique» [risas].
Es verdad que he cambiado detalles para preservar el secreto al que estoy obligado. Han pasado treinta años, pero hay personas que estuvieron involucradas en la operación que todavía están vivas, y no hay por qué desvelar su identidad. De hecho, la empresa con la que yo viajaba a Libia sigue en activo, y tampoco la menciono por su nombre. No perjudicar al servicio, no perjudicar a personas concretas ni a mi país ha sido mi objetivo en todo momento.
P.: Entonces, ¿lo que cuenta Jaime Rocha en esta novela es verdad o es ficción?
R.: Siempre digo, y de verdad creo que es esa la proporción exacta, que hay un «ochenta-veinte». Un 80% es real y un 20% es ficción, y esa ficción tan solo pretende dar ritmo a la novela, para que se convierta en un relato, como me dijo el escritor Juan Bolea, «un relato de altibajos, que enganche». Pero lo fundamental es todo cierto. La misión existió, la desarrollé yo, y lo hice como lo cuento.
Por ejemplo, la salida de Trípoli. Fue complicada, y hubo una persona que pudo identificarme en ese momento. Quien aparece en el relato no es la persona real, pero sí existió la complicación y el sujeto. Hay variaciones, pero solo con el propósito de preservar la identidad y la seguridad de los implicados.
Me sentía en la obligación de explicar a mi familia lo que hacía cuando me iba a esos viajes, y fue entonces cuando comencé esta novela
P.: Me parece que muy pocos españoles conocen esta y otras misiones especiales en las que el CESID ha participado. No digo las actuales, que no podemos conocer por razones obvias, pero sí las que forman parte de la historia. ¿Existe una «cultura de inteligencia» en España?
R.: No se conoce nuestro servicio de inteligencia. Un grupo de exagentes al que pertenezco, cuando nos tocó retirarnos, iniciamos una asociación denominada precisamente así, Asociación de Ex Agentes de Inteligencia de España. Nuestro objetivo es divulgar la cultura de inteligencia, que nuestros compatriotas conozcan que España tiene en el CNI un servicio a la altura de cualquier otra agencia del extranjero.
Quizá los presupuestos no son los mismos, y cuando se plantea una operación conjunta el servicio español no puede aportar lo mismo en el plano económico, pero en cuanto a la preparación, en cuanto a las personas, es de una calidad excepcional. Esto no lo conoce la ciudadanía. Y menos los jóvenes… Muchos hasta desconocen su existencia.
P.: De hecho, en Operación el Dorado Canyon son otras agencias de inteligencia las que dependen del CESID y de España. ¿Cómo llega el CESID a esta posición central de tanta relevancia?
R.: No conozco los detalles hasta el extremo. Sí sé que es la CIA quien solicita al CESID que mande un agente allí. Intuyo que la CIA no tenía en ese momento en Libia agentes desplegados o en una posición en la que pudieran informar. Pienso que ellos sí sabían que teníamos una red de informadores en el Magreb y, basada en esa información, hicieron la petición. De hecho, se han llevado a cabo otras operaciones conjuntas con protagonismo del CESID, como las negociaciones de paz en el Sáhara con el Frente Polisario.
P.: Y ampliando el rango temporal… dos tiempos marcan la narración, 1983 y 2010. La primera fecha señala el atentado que inició la escalada entre Occidente y el terrorismo islámico. La segunda, el perverso apogeo del Daesh. ¿Cómo de destacado ha sido el papel desempeñado por el CESID, luego CNI, en esta cronología?
R.: Al CNI y a los servicios de seguridad del Estado, la escalada de atentados nos cogió con una cierta ventaja, porque, por desgracia, hemos sufrido también un terrorismo autóctono con ETA, y la experiencia ganada, en el sentido de las contramedidas adoptadas, ha sido de gran utilidad.
Gracias a esa preparación, se han evitado muchos atentados y salvado muchas vidas. En esas mismas décadas en que el terrorismo yihadista progresa, se sitúa, como dices, la novela, coincidiendo además con el atentado en el restaurante El Descanso, próximo a la base de Torrejón. Junto con el 11M, quizá sean estos dos los grandes «debes» de las fuerzas de seguridad españolas.
Pero en el «haber» la cuantía es muy superior, con la detención de yihadistas, agentes durmientes en territorio nacional, con una vida encubierta mientras planean el atentado y esperan su momento. Esto no trasciende, y quizá no debe trascender pero, pasados los años, yo sí creo que este esfuerzo debe conocerse.
España tiene en el CNI un servicio a la altura de cualquier otra agencia del extranjero
P.: Además de los acontecimientos históricos, hay personajes reales de uno y otro bando que llaman la atención. En el de los buenos, el teniente general Manglano, el que fuera director del CESID. Usted lo conoció personalmente…
R.: Con Manglano los inicios fueron un poco duros. Él tenía un carácter difícil, y tuve algún que otro encontronazo con él, porque yo era una persona franca y directa. Digo las cosas con una sonrisa, pero las digo. Al final, esta sinceridad le gustó, llegamos a tener mucha confianza y acabé siendo una suerte de confidente suyo.
No acabó bien su carrera, tuvo muchos problemas, fue condenado, después absuelto… Me da mucha pena que una persona que ha dado tanto por este país, que ha creado este servicio de inteligencia tan extraordinario que tenemos, haya muerto ignorado por todo el mundo, sin que se le haya reconocido todo lo que ha hecho. Fue extraordinario estar a sus órdenes.
P.: Hay un momento del relato en el que menciona «tenía que acostumbrarme a que, de ahora en adelante, muchas cosas se tenían que quedar exclusivamente para mí y mis superiores». ¿En qué plano queda la familia para el espía?
R.: Absolutamente al margen. Afortunadamente para ellos, en un sentido: que no viven el riesgo. Pero mi ausencia la han sufrido mucho todos. Yo al fin y al cabo sí sabía lo que iba a hacer y los riesgos que corría, pero el desconocimiento de esos riesgos te hace ser todavía más vulnerable. Lo han pasado francamente mal.
P.: Sabemos por la novela que Julián Roig tiene otros destinos además de Libia. ¿Tiene proyectadas nuevas aventuras, nuevas novelas para su agente protagonista?
R.: Jamás pensé que terminaría en Checoslovaquia y, además, justo en el momento en que se produce el cambio político en la Europa del Este y la caída del Muro de Berlín. Sí, estoy contando todo esto en una nueva novela.
Los medios de comunicación prescriben nuestra forma de vida. En ocasiones, se convierten en dictadores morales debido a la ausencia de un pensamiento crítico y de conversaciones cara a cara.
Libros del Asteroide traduce al mejor Kempowski, una novela inédita hasta la fecha. El exagente del CNI Jaime Rocha desvela su participación en la Operación El Dorado Canyon. Además, nuestro listado de novedades editoriales, y Cuestionario Proust con el periodista y escritor Ignacio Peyró.