Hay jinetes de luz en la hora oscura
Antonio Olivié | 11 de noviembre de 2020
El Vaticano lleva a cabo una profunda reforma de la gestión de sus fondos, al tiempo que avanza la investigación que pone en tela de juicio la labor del cardenal Angelo Becciu.
Roma (Italia) | Las investigaciones sobre la gestión de fondos en la Secretaría de Estado del Vaticano, bajo el control del cardenal Becciu, permiten entender dimisiones y conflictos del pasado. El hecho de que el cardenal Pell, responsable de la reforma económica en sus primeros tiempos, esté de vuelta en Roma en estos momentos no parece casual. Mientras tanto, se ha centralizado el control de los fondos, se ha puesto en marcha un nuevo reglamento de contratación, así como una comisión de materias reservadas.
Al día siguiente de la sorprendente dimisión como prefecto, el cardenal Angelo Becciu quiso defender su inocencia en una improvisada rueda de prensa. Tuvo lugar en un espacio «no oficial» del Vaticano y sin que ninguno de sus colaboradores quisiera flanquearlo ante los periodistas. En ese entorno se produjo una de las revelaciones más interesantes de todo este conflicto. El propio Becciu recordó cómo años atrás el cardenal Pell, en una reunión de trabajo con más personas, lo había acusado de «deshonesto». A lo que el prelado italiano había respondido airadamente, con una indignación que recibió la comprensión del Papa, según Becciu.
El destituido prefecto relató estos hechos antes de que se hiciera público uno de los datos más graves de una investigación que no deja de sorprender. Se trata del desvío de 500.000 euros del Vaticano a un personaje sin apenas currículum, Cecilia Marogna, para supuestas «misiones diplomáticas» que no parecen haber existido. Se da la coincidencia de que esta mujer procede de Cerdeña, la diócesis del cardenal Becciu.
En el momento de la dimisión del cardenal, ya era conocido el entramado de comisionistas que rodearon la inversión vaticana en un edificio de lujo en la Sloan Avenue de Londres. Una operación financiera que ha hecho perder al Vaticano millones de euros.
El hecho de que el cardenal George Pell calificara ya hace más de tres años a Becciu como «deshonesto» es un dato importante. Y lo es porque entonces Pell era el máximo responsable económico del Vaticano y posiblemente tenga algo que decir en cuanto se abra el proceso público contra el cardenal italiano.
Junto a Pell, es posible que pueda aportar algún dato Francesco De Pasquale, que fue director de la Autoridad Financiera del Vaticano, tras trabajar en la Banca de Italia durante 32 años. Él ya ha afirmado, en una entrevista a Repubblica, que durante el tiempo que estuvo en el Vaticano «tuve la impresión de que el entonces Sustituto de Estado, Angelo Becciu, obstaculizaba nuestro trabajo para la transparencia. Cuando entendieron que la ley nos daba amplios poderes de control, también sobre ellos, decidieron encargar nuestra labor a otras personas».
Si de algo ha servido esta crisis es para acelerar la reforma de la estructura económica del Vaticano. Este año se ha creado un nuevo código de contratación, que obligará a establecer concursos públicos y mayor transparencia en las adjudicaciones. De hecho, cuenta con una detallada normativa sobre conflictos de intereses para quienes deben valorar las contratas.
El principal perjudicado por todo este escándalo es la reputación del Vaticano. Estamos ante una crisis de confianza que tardará años en recuperarse
Además, desde finales de octubre se ha instituido una Comisión de Materias Reservadas. De esta forma se evita que determinados cargos públicos se escuden en la privacidad para malversar el dinero del Vaticano. Esta comisión está presidida por el cardenal Kevin Farrell y de ella forma parte, entre otros, el responsable de la Secretaría para la Economía, Juan Antonio Guerrero.
El tercer elemento de esta reforma de las cuentas ha sido la centralización de los fondos de la Secretaría de Estado, que desde ahora pasan a depender del Patrimonio Apostólico (APSA), bajo la supervisión de la Secretaría para la Economía. Un procedimiento que termina con los departamentos estancos dentro del Vaticano, ya que toda la gestión financiera tiene ahora un único y claro responsable.
Estos últimos cambios hubieran dificultado los sospechosos movimientos de fondos que se investigan al cardenal Becciu. Un proceso en el que el prelado italiano aún no ha sido implicado formalmente. Cuando se inicie será una oportunidad para aclarar si la acusación de «deshonesto», que le achacaba Pell, era acertada.
De momento, el principal perjudicado por todo este escándalo es la reputación del Vaticano. La imagen internacional de la institución, en lo que se refiere a la gestión económica, es muy negativa, y todo ello sin que haya comenzado aún un proceso legal que aportará más leña al fuego en los próximos meses. Estamos ante una crisis de confianza que tardará años en recuperarse. Y es que, en muchas ocasiones, los peores enemigos de la Iglesia son los que están dentro.
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