Hay jinetes de luz en la hora oscura
Javier Pérez Castells | 28 de mayo de 2020
Los nuevos infectados cursan la enfermedad de forma más leve. Las próximas 3-4 semanas son clave para evitar un rebrote, por lo que hay que seguir cumpliendo las normas.
Ya comentamos que cada vez son más los mensajes optimistas que vienen desde los hospitales. Los nuevos infectados cursan la enfermedad, en general, de forma más leve. Esto puede deberse a dos causas que conviene dilucidar: la mejor sería que el virus estuviera mutando hacia una forma más suave, que se estuviera adaptando a convivir con la especie humana. Normalmente es una mutación en la codificación de la proteína S (la del pico de la corona), que es la que se une a la enzima humana e inicia la infección. Si la unión fuera menos perfecta, la tasa de infección bajaría, con menos células nuestras infectadas y menores consecuencias. Es probable que esto pase, pero no podemos asegurar que esté ocurriendo ya.
La otra opción sería que, debido a las medidas de confinamiento y disminución del número de personas infectadas, los nuevos contagiados adquirieran una menor carga viral. Esto último se ha comprobado en un estudio que Juan Abarca publicaba en su blog hace unos días. Este blog recoge los datos de los Hospitales de Madrid (HM), un grupo hospitalario privado que ha arrimado el hombro como el que más durante esta pandemia. Llegaron a tener unos 1.000 pacientes de COVID-2 y más de 100 en UCI. Actualmente, quedan tan solo 75 (14 en UCI). En sus denominados partes de guerra, el presidente de HM muestra que la carga viral de los nuevos contagiados guarda relación estrecha con la situación de confinamiento. Se produjo un pico muy acusado a los 15 días del famoso fin de semana del 8 de marzo y otro a los 15 días de la liberación de las medidas de confinamiento total. Ahora, la carga viral de los nuevos infectados es muy baja. Si esta es la causa, debemos extremar el cuidado en la desescalada para que no vuelva a subir.
Era cierto que importaba mucho contagiarse, si acaso, lo más tarde posible. Los pacientes de UCI que quedan son enfermos que llevan muchas semanas ingresados. Personas a las que no se trató con corticoides ni con heparina al principio por desconocerse la relación del virus con la coagulación y la inflamación. Y, sin embargo, si nos contagiamos ahora las perspectivas son mucho mejores.
Por otra parte, ya hemos relatado que los estudios de inmunidad dan cifras bajas en la población española. Un 5% de media, que en el personal sanitario llega a un 12% y en algunas provincias también se sitúa en ese orden (Madrid, Guadalajara, Cuenca, Soria, Toledo…). Relacionado con esto, ha salido un interesante estudio de un grupo inglés (publicado en PNAS, una revista de primer nivel), en el que se especula con la posibilidad de que el 40% de la población esté parcialmente inmunizada frente al coronavirus.
Independientemente de que el estudio sea correcto y hayan acertado con el porcentaje, tiene toda la lógica. Solo se conocen siete coronavirus que infecten a humanos: tres producen enfermedades graves y tristemente conocidas, el SARS, el MERS y nuestra actual COVID-2. Pero los otros cuatro son virus catarrales que cursan de forma muy leve. Sería bastante razonable que las personas que hayan tenido infecciones de vías altas catarrales con estos coronavirus de forma reciente (la inmunidad con estos virus de catarro es siempre corta), estén, al menos en parte, inmunizados. Pueden haber desarrollado linfocitos capaces de reconocer, aunque sea de forma imperfecta, al virus.
La inmunidad adaptativa funciona a través de dos mecanismos: la inmunidad celular, basada en los linfocitos T (un tipo de glóbulo blanco), y la basada en inmunoglobulinas (anticuerpos). Estas últimas neutralizan el virus y son las detectadas en los análisis serológicos como el mencionado antes. Los linfocitos T, por su parte, destruyen las células infectadas donde se está reproduciendo el virus. Tienen receptores en su superficie que detectan a las células infectadas. El estudio publicado indica que han detectado linfocitos T reactivos al SARS-CoV-2 en un 40-60% de personas que no han tenido contacto alguno con el coronavirus-2, lo que sugiere el reconocimiento cruzado de los linfocitos T entre los coronavirus circulantes del resfriado común y el coronavirus actual. Esto supondría que al menos cuatro de cada diez personas contarían con inmunidad previa frente al coronavirus, sin haberlo pasado.
Para prevenir la COVID-19, lo más seguro es evitar el contacto físico al saludarse. Algunas formas seguras de saludo son un gesto de la mano, una inclinación de la cabeza o una reverencia.Organización Mundial de la Salud, OMS
En la gripe de 1918 se produjo una afectación muy diferenciada por bandas de edad. En aquel caso, moría sobre todo gente de mediana edad. La razón: se supone que hubo una circulación de un virus aviar de gripe 30 años antes. Las personas mayores estaban parcialmente inmunizadas, lo que quiere decir que, aunque podían infectarse y padecer la gripe, su curso era más leve y la letalidad en su grupo era mucho más baja. No estamos hablando de nada nuevo, pues, es perfectamente plausible.
Cada vez sabemos más, y con todas estas noticias muchos pensamos que el virus puede morir este verano, y como mucho retornar en forma suave en otoño. Y hasta he oído a María Neira, directora de Salud Pública de la OMS, afirmar que el virus tiene muy difícil sobrevivir y cada vez es más descartable una segunda oleada importante. Pero no lo estropeemos al final. Hay que seguir cumpliendo las normas (mascarilla en interiores y zonas exteriores densamente pobladas), distancia y desinfección. Las próximas 3-4 semanas son clave para evitar un rebrote, cada vez más improbable pero no imposible. ¡Puede quedar muy poco!
El índice R es el número de personas a las que infecta, como promedio, una persona contagiada. Si este pasa de uno, la epidemia crece y, si es menor, la pandemia se va apagando.
Las experiencias extraídas en estas semanas de confinamiento permiten pensar que un cambio del modelo económico y productivo es posible.