Hay jinetes de luz en la hora oscura
Para reducir el uso del plástico es necesario encontrar nuevos materiales degradables y formas de limpieza que puedan sustituirlo.
Para reducir el uso del plástico es necesario encontrar nuevos materiales degradables y formas de limpieza que puedan sustituirlo.
Se llaman microplásticos a las pequeñas partículas derivadas de la ruptura de lo que en el lenguaje coloquial denominamos plástico. En realidad, se trata de una gran familia de polímeros cuya estabilidad química impide que se puedan degradar. A pesar de que se ha avanzado mucho en lograr materiales menos persistentes, lo que sucede con el plástico es una mezcla de cambios físicos con cierta foto-degradación.
Es decir, hay algo de reactividad con la luz que, junto con fenómenos físicos, va disminuyendo el tamaño de las piezas. Esta fragmentación conduce a trozos que pueden llegar a ser tan pequeños como una micra y media. Con ese tamaño es fácil que vayan siendo arrastrados por ríos y vientos para terminar en los océanos.
Si el agua es depurada correctamente, casi el 100% de los microplásticos son eliminados, pero en el mundo buena parte de las aguas se depuran mal. Se calcula que cada año se vierten a los mares unos 8 millones de toneladas de plásticos, la mayoría en Asia. No está muy claro dónde se encuentra la enorme cantidad vertida desde el inicio del uso de este material. Hay cálculos que hablan de millones de toneladas en los océanos, de las cuales un pequeño porcentaje estaría en forma de microplásticos.
Estamos ante un problema global de enormes dimensiones y en gran crecimiento
El problema no es nuevo. En 1972 se publicó un artículo en Science en el que se advertía de la detección de grandes cantidades de pequeños trozos de plástico en el Pacífico. Es allí donde se concentra la mayor parte de los detritos, formando grandes islas de basura.
A pesar de que se han encontrado microplásticos en océanos, en ríos y recientemente grandes cantidades en lagos, las cuentas no salen. Se piensa que buena parte del plástico vertido no se ha encontrado. Puede que haya sido reducido todavía más, a lo que se denominan nanoplásticos. Serían partículas difíciles de detectar (menos de una micra) que pueden estar en parte flotando en el aire, en los fondos marinos, o ser indetectables en el agua.
Aparte de lo que se escape de las plantas depuradoras, el microplástico procede también de las cubiertas de la ruedas de los vehículos. La industria textil produce microfibras que se quedan adheridas a los tejidos y que van siendo poco a poco emitidas.
También hay microplásticos primarios, es decir, fabricados exprofeso para algunas aplicaciones, como los exfoliantes que la industria cosmética introduce en cremas y pastas dentífricas. Y, por supuesto, está esa enorme cantidad de plástico que procede de todo el material de empaquetado: bolsas, botellas y demás, que se fragmenta con facilidad.
Una vez en el océano, las corrientes marinas van reuniendo estas partículas hasta crear lo que se ha llamado las grandes islas de plástico. Algunas no son tales, porque al tratarse de trozos tan pequeños se sitúan a cierta profundidad en el agua y son prácticamente invisibles. Los microplásticos pasan a los organismos marinos que los ingieren y se incorporan a sus tejidos grasos. Por tanto, acaban también en nuestros platos cuando comemos pescado. Se han detectado partículas de microplástico en la sal de mesa de muchos países, en especial, en China e India.
Declaremos la guerra al plástico en los océanos.
Queremos #MaresLimpios porque estas imágenes son lamentables. pic.twitter.com/M3UqzmufO9— Naciones Unidas (@ONU_es) December 19, 2017
En sí mismo el plástico no es químicamente tóxico, debido a que no reacciona con casi nada, pero puede producir efectos nocivos por motivos físicos. Así, el plancton marino disminuye cuando hay demasiadas partículas en el agua afectando a toda la cadena trófica del mar. También afecta a los huevos de muchos peces y otros organismos, disminuyendo sus tasas reproductoras.
La lucha contra los microplásticos se debe hacer en todos los frentes. Ya hemos hablado de cómo se está limitando la utilización del empaquetado con plástico y otras aplicaciones. Así se busca disminuir su uso y, por tanto, luchar contra el problema desde las fuentes del mismo. Limpiar las costas es una imperiosa necesidad, pues se calcula que se podría eliminar hasta el 31% del plástico vertido antes de que se fragmente.
Pero, aparte de reducir el uso, reciclar el plástico o limpiarlo cuando todavía es visible, los intentos de encontrar polímeros que se degraden químicamente en el agua no están dando sus frutos. Tan solo se logran algunos compuestos que a altas temperaturas se degradan y que, por tanto, tienen que ser procesados. Otros materiales han resultado demasiado inestables para poder asegurar su función de empaquetado duradero, si bien podrían emplearse para alimentos perecederos.
Y en cuanto a lo que se puede hacer para la limpieza de los microplásticos que ya están en los océanos, no hay muy buenas noticias. Se han intentado encontrar bacterias que puedan metabolizar estos plásticos, pero liberarlas al medio ambiente tiene muchos riesgos. Podría aumentar significativamente la producción de gases de efecto invernadero.
Además, la introducción de este tipo de especies, a veces modificadas genéticamente, puede afectar a los microorganismos naturales con efectos ecológicos perjudiciales. En cuanto a la limpieza física, se han construido algunos barcos automatizados con sistemas de redes muy finas, pero los resultados no están siendo muy satisfactorios, y se tiene el riesgo de acabar con especies marinas de la zona.
En definitiva, estamos ante un problema global de enormes dimensiones y en gran crecimiento, porque se vierten al mar enormes cantidades de plástico cada año, especialmente por los países en vías de desarrollo. Esperemos que se encuentren nuevos materiales degradables o formas de limpieza y, mientras tanto, no nos queda más remedio que reducir, reciclar, reutilizar y ser enormemente responsables con nuestro consumo.
Incorporar insectos y productos derivados en la dieta occidental podría ser la solución a numerosos problemas que vive la sociedad.