Hay jinetes de luz en la hora oscura
Elías Durán de Porras | 22 de marzo de 2017
Leíamos hace unos días que los cinco CEOs de las empresas que más facturan en España no disponen de perfil en redes sociales. En este caso, Spain is not different porque, según un estudio de CEO.com, un 60% de los directivos de las compañías más poderosas del mundo tampoco hace uso de las ventajas de los social media. Datos similares a los de las empresas que integran la lista Fortune 500.
Existen varias explicaciones de este fenómeno, que podrían resumirse en el perfil de edad de los CEO, la prudencia ante cualquier revelación sobre su vida privada y la desconfianza hacia los impactos positivos que puede tener su imagen sobre sus empresas.
En un mundo donde los influencers tienen la capacidad de llegar directamente a las audiencias, contar con un CEO que sepa comunicar en la aldea global es una ventaja, no un problema
Contrasta ese fenómeno con el creciente interés que han mostrado los políticos por el fenómeno de las redes sociales, así como los deportistas, intelectuales y hasta nuestro Santo Padre, que considera que son un don de Dios, pero “pueden conducir a una ulterior polarización y división entre las personas”.
Quizás este último aspecto sea el que más preocupa a los CEOs de las principales compañías. El miedo a que los haters hagan de sus perfiles un calvario continuo y dañen sus marcas y su marca personal. Porque, si algo hemos aprendido de las redes sociales, es la magnitud que puede llegar a alcanzar cualquier asunto, por nimio que sea.
Escribía recientemente sobre este asunto Antonio Núñez, socio de Parangon Partners, firma de búsqueda de altos directivos, en El Confidencial: “Uno de los aspectos más críticos que se han puesto en tela de juicio tras la grave crisis experimentada por las economías occidentales en la última década ha sido la falta de integridad de algunos líderes empresariales”. Y es posible que exponer a distintos directivos a la marabunta de las redes implique arriesgar más de lo debido.
Sin embargo, resulta absurdo vivir de espaldas a las redes sociales si todo el mundo se pasa el día en ellas. Según los expertos, en un mundo donde los influencers tienen la capacidad de llegar directamente a las audiencias, contar con un CEO que sepa comunicar en la aldea global es una ventaja, no un problema. Por tanto, un directivo con habilidad para comunicar a través de las redes sociales genera más ventajas que inconvenientes: empatía, cercanía y compromiso con los trabajadores que tiene a su cargo, ejemplaridad ante la sociedad, etc.
Una comunicación bien gestionada por los responsables de la compañía puede lograr una perfecta simbiosis entre el personal branding y el corporate branding. Un CEO bien asesorado puede transmitir a través de su propio ejemplo los valores de su empresa, hacerlos propios y “exportarlos”. Vincular su éxito personal a su marca.
Encontrar buenos ejecutivos en lo personal y profesional es el reto al que se enfrentan muchas empresas. Sobre todo porque, en muchas ocasiones, las marcas se han convertido en entes gigantescos donde se diluyen los valores humanos que no muestran ejemplos con los que identificarse. Y según Núñez, “la ética, el compromiso o la confianza son valores que se generan en el día a día, en lo ordinario, en el quehacer laboral. La ejemplaridad resulta hoy más que nunca un imperativo del liderazgo”.
Recuerdo en este punto el excelente libro la Máscara del mando. Un estudio del liderazgo, de John Keegan. Analizaba el historiador inglés las virtudes y defectos como líderes de Alejandro Magno, Wellington, Ulysses S. Grant y Adolf Hitler para identificar las diferentes técnicas y ethos del liderazgo y del mando. Del héroe supremo representado por el macedonio, que no dudaba en arengar y lanzarse al frente de sus tropas como ejemplo a seguir, a Hitler, cuya presencia en el campo del honor era reemplazada por la propaganda. Lo que definió como “falso heroísmo”.
Algunos CEOs tienen miedo a que los haters hagan de sus perfiles un calvario continuo y dañen sus marcas y su marca personal
Para Keegan, el buen ejercicio del mando gira alrededor del hecho de que a los que se les pida que mueran “no se les debe dejar sentir que mueren solos”. La afinidad y el ejemplo son dos de los valores máximos que todo líder debe tener y mostrarlo también, por qué no, a través de las redes sociales.
No es un tema de relevancia, en mi opinión, sino de valores, muy importantes a la hora de lograr imponer un discurso en la maraña creciente de todo lo que circula por internet. Porque, como afirmó el propio Keegan, “ser un general consiste en mucho más que en mandar ejércitos en un campo de batalla”.