Hay jinetes de luz en la hora oscura
Cosme Ojeda | 02 de abril de 2018
Google acaba de anunciar que destinará 300 millones de dólares en los próximos tres años a ayudar a combatir la desinformación y fomentar el periodismo de calidad en las plataformas digitales con la Google News Initiative.
Mientras el mundo cambiaba a velocidad de vértigo en esta era de las aceleraciones, mucha gente ha encontrado en las grandes empresas tecnológicas la diana a la que disparar todo tipo de quejas. Si convertimos a la nueva élite tecnológica en el nuevo gran chivo expiatorio, corremos el peligro de no corregir viejos problemas que tienen su origen lejos de las plataformas digitales.
Deberíamos usar el buen periodismo de siempre para informarnos mejor de los temas a los que deberíamos prestar más atención. Ese periodismo que utiliza las nuevas herramientas de Google para documentarse o a los mejores expertos desde Twitter para poder ayudar a entender mejor el mundo.
Hay que perseguir las “fake news”… pese a que se cobijen en una supuesta obra de arte
Eso es lo que Google quiere reforzar con su nueva iniciativa, facilitando la velocidad con la que se cargan las noticias en nuestros móviles; encontramos noticias en Google y otras propuestas que ayudarán a innovar a los medios europeos. Además, otras empresas del grupo, como Youtube, están también desarrollando otras estrategias centradas en promocionar el periodismo de calidad.
Tenemos unas tecnologías que deberían ayudar a entender el mundo mejor, pero esa esperanza de que la convergencia de las plataformas y las redes sociales con el periodismo crearía un versión mejorada de ambos, esto es, una red de información útil, actualizada y compartida por una población comprometida, no se ha convertido en realidad. Las plataformas tecnológicas, como Google, Facebook, Apple o Amazon se han convertido en los nuevos editores de la información, pero incentivan fundamentalmente la difusión de contenidos de baja calidad, como señala la Universidad de Columbia.
El principal problema con la desinformación son esas víctimas difusas que se sienten perjudicadas en un mundo cada vez más complejo que no consiguen comprender. Esas clases medias que temen dejar de serlo y abrazan soluciones mágicas para problemas que les han desbordado. Esos ciudadanos que eligieron a Donald Trump, votaron a favor del brexit o decidieron creer que con unas nuevas fronteras en una Cataluña independiente estarían más protegidos de las sacudidas de este mundo cambiante.
El peligro de las “fake news” . Informaciones falsas que ponen en riesgo nuestra libertad
Con la difusión superficial de información a través de redes sociales, la ciudadanía es muchas veces incapaz de evaluar la información que le llega. Y más que hablar de controlar noticias falsas, término que no gusta al grupo de expertos independientes que la Comisión Europea ha reunido para hacer recomendaciones, deberíamos centrarnos en aumentar las audiencias de los medios de referencia y que la ciudadanía entienda que necesita conocer distintos puntos de vista. Evitar que sean las grandes plataformas tecnológicas las que controlen qué ideas compartimos. Aunque Google ha demostrado merecer más confianza que Facebook en el uso que da a nuestros datos privados, esas empresas deberían convertirse en un referente mundial de cómo entender la Responsabilidad Social Corporativa en el futuro. Les sobran medios económicos para poder hacerlo.
Google, por ejemplo, más que presentar un pequeño proyecto para evitar la desinformación podría, en el caso de España, repensar su relación con los editores de medios y establecer algún tipo de concierto económico que, para empezar, reactivase Google News en nuestro país.
Como en otras épocas de disrupción, ante el cambio de escenario no debemos asustarnos. Ni debemos desenfocar y olvidar el problema principal: el mal uso de las nuevas tecnologías debe preocuparnos, pero debemos ocuparnos más de señalar cómo usarlas mejor. Denunciar, sí. Recordar lo grave que puede llegar a ser la manipulación, también. Pero no olvidar las infinitas posibilidades que nos dan las nuevas tecnologías. Tenemos acceso a más información que nunca, pero no la usamos para convertirla en conocimiento.
Las grandes empresas tecnológicas evaden impuestos y destruyen valor para los mercados
Ponemos en duda la capacidad de los expertos, cuestionamos a los periodistas, pero nos tragamos todo lo que hacen las nuevas plataformas digitales y sus algoritmos. Tenemos que hablar más del papel que juegan las grandes empresas tecnológicas en nuestras sociedades y cómo afecta a la formación de la opinión pública. Sin olvidar que hay un descontento latente del que se aprovechan los populistas para incendiar incluso países con ciudadanías hasta ahora inmunes a los virus de la manipulación.
Elegir personalmente qué medios y periodistas nos ayudan a entender a esos ciudadanos que no piensan como nosotros y de los que raramente oiremos hablar si solo seguimos las indicaciones de los algoritmos de las infraestructuras de datos, que todo lo controlan y que acaban influyendo no solo en que compremos cosas que no necesitamos, sino en qué pensamos o qué votamos. Tenemos que trabajar en la sociedad el conocimiento para no incrementar los consumidores compulsivos sino los ciudadanos críticos para que, como decía Raymond Aron, la democracia siga siendo una apuesta en la capacidad del hombre para aprender y entender.