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Inteligencia Artificial . Retos e interrogantes de esta tecnología, más allá de las exageraciones

Fernando Bonete | 02 de octubre de 2017

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Un repaso de los principales avances y aplicaciones de la inteligencia artificial, su naturaleza y los retos de futuro que plantea, más allá de las exageraciones mediáticas. Si de algo podemos estar seguros, tras enfrentarnos a los avances alcanzados por esta tecnología en su misión de emular los pensamientos y deseos del ser humano, es de la inmensidad de la propia inteligencia humana.

Entre las nuevas tecnologías desarrolladas en los últimos años, protagonistas de portada en todo el mundo, la inteligencia artificial (IA) es, quizás, la mayor merecedora de este honor y calificativo. Esto a pesar de las exageraciones mediáticas de que ha sido objeto, el componente publicitario implícito que acompaña su discurso y que, a decir verdad, sus avances no han marcado todavía una gran diferencia técnica y material.

En este sentido, a pesar de ser numerosos y destacados, los progresos en este campo son, en relación a sus objetivos, todavía minúsculos, y quedan muy lejos de las ideas futuristas introducidas por series de ficción como Westworld (Jonathan Nolan, 2016). J. Michael Vandeweghe, ingeniero jefe de Robótica de una de las instituciones pioneras de la investigación en inteligencia computacional, The Robotics Institute of Carnegie Mellon University, es el primero en admitir que las habilidades y competencias desplegadas por los sistemas dotados de estos juicios ni siquiera son comparables a los de un insecto. Esto es así dado que los avances en el desarrollo de la IA están sujetos, a su vez, a la generación de grandes bases de datos desde las que operar (Big Data), creación de nuevos algoritmos de aprendizaje (Machine Learning) y la depuración de los procesos y velocidad de computación; procesos todos ellos necesitados todavía de un crecimiento exponencial para ofrecer a la inteligencia artificial algo más que mínimos.

No, el verdadero interés de esta tecnología reside en la manera en que el hombre despliega extensiones de su pensamiento y deseos (reformulación de un medio preexistente) para ampliar sus horizontes y los de la propia evolución de la naturaleza; así como en la profunda transformación antropológica (cambio social y cultural) en la que solo la mera posibilidad del desarrollo de la inteligencia artificial nos introduce. El lenguaje “máquina a máquina” (M2M), presunta tecnología del futuro, nos abre a un mundo de posibilidades y reflexiones todavía por descubrir y grandes interrogantes aún sin respuesta.

Contra los estereotipos

La manera en que se ha difundido la participación de los robots en el ámbito laboral, sobre todo en entornos de trabajo con producción en cadena, ha generado no poca confusión en cuanto al verdadero significado y funciones de la inteligencia artificial. En 2015, la presentación en Barcelona del primer robot comercializado en masa capaz de operar con precisión milimétrica y libertad de movimientos fuera de las tradicionales jaulas y ensambladores industriales fue entendida como la llegada definitiva de la IA al sector secundario.

? "@WestworldHBO una historia materialista, violenta, sin fe en la humanidad". Por @ferbovi #serieshttps://t.co/eJrVEiHxzz

— El Debate de Hoy (@eldebatedehoy) March 30, 2017

Conocido con el simpático nombre de YuMi, este robot operador suizo, producido por ABB, incorpora la ventaja de poder ser programado sin necesidad de una edición de código directa; se trata, simplemente, de guiar sus movimientos manualmente. Además, incorpora un sistema de seguridad que paraliza sus funciones al entrar en contacto con cualquier superficie no programada, como una persona. Funciones todas ellas novedosas en su día, pero exentas de las verdaderas cualidades del aprendizaje exigibles a la inteligencia computacional: presencia de sistemas análogos a la lógica formal con que opera el pensamiento humano, la búsqueda autónoma de un estado concreto entre todas las acciones posibles, la emulación de redes neuronales (deep learning) o de procesos de evolución genética… es decir, que “entienda” y reaccione a los estímulos externos sin un código normativo previo y directamente generado por el programador e incluso pueda anticiparse a eventos futuros tras el análisis factual de la situación presente.

Un concepto riguroso de la IA que, de hecho, podría descartar tecnologías en el pasado consideradas inteligentes, como la famosa máquina de ajedrez Deep Blue, basadas en técnicas de planificación masivas poco adaptadas a situaciones reales donde emular la intuición humana es fundamental y necesario. No todos los robots son “inteligentes”.

El freno tecnológico que provoca Bruselas a #Europa. Un #analisis de @manuel_llamas #Google #Facebook #dbhttps://t.co/TQSYFlEsYu

— El Debate de Hoy (@eldebatedehoy) September 25, 2017

Dilemas morales

La conexión entre el trabajo y los robots también amplifica uno de los debates más agitados de nuestros días: la coexistencia entre el ser humano y unos robots cada vez más autónomos y desarrollados.

La versión menos abstracta de la controversia es la posible pérdida de puestos de trabajo derivados de la automatización de procesos cada vez más complejos, antes solo realizables por el ser humano. Lo cierto es que, a pesar del entusiasmo con el que muchos despliegan sus predicciones, estas no pasan de la intuición y la conjetura.

En Estados Unidos, donde la discusión ya no solo es de interés público, sino también de interés del público, los informes dan respuesta a la preocupación social, desplegando porcentajes de despido que van desde un 9% a un 47%, en periodos de una o dos décadas; diferencias numéricas notables y poco confiables. En un sentido menos agorero, también se estima que la inteligencia artificial creará nuevos puestos de trabajo, pero de estos perfiles no tenemos de momento más que las sugerencias de un puñado de blogs y prestidigitadores. La revista MIT Technology Review ha resumido muy bien la problemática del asunto en El ritmo implacable de la automatización (The Relentless Pace of Automation): es imposible conocer, siquiera con un mínimo grado de confianza, qué sucederá para bien o para mal, al igual que en 1980 nadie predijo que hoy existiría un mercado para desarrolladores de aplicaciones móviles.

Otro tema de profundas implicaciones éticas generado por la IA se localiza en la industria automovilística, donde las empresas del sector se enfrentan a la redefinición de las normas que regirán en los próximos años la conducción y la manera en que un coche, no la persona, se enfrenta a un accidente.

Armados con una media de dieciséis procesadores (con una potencia equivalente a ocho ordenadores de sobremesa y gama alta juntos) y potentes LIDAR (radar de luz láser), los denominados Smart Cars son capaces de crear una red colaborativa de aprendizaje, puesto que toda la flota mantiene una conexión permanente a la base de datos común alojada en sus servidores. De esta forma, al cometer un error o sufrir una accidente de tráfico, todos los coches informan y aprenden del altercado para no repetirlo e incrementar de manera sincronizada la seguridad vial; una ventaja clara frente a la conducción humana y el tipo de aprendizaje limitado desplegado en este caso por las personas.

¿Qué aportará la tecnología #CRISPR a la #genetica? Javier P. Castells, @FarmaciaCEU lo explica. #Ciencia #dbhttps://t.co/k2kviOxjmv

— El Debate de Hoy (@eldebatedehoy) August 31, 2017

Asunto distinto es sobre quién recae la responsabilidad legal y moral del accidente o cuál debería ser el orden de prioridad en caso de producirse una situación inesperada. Imaginen que, para evitar un accidente mortal para su pasajero, el coche autónomo atropellara a un viandante: ¿es justo para el peatón? Por contra, ¿compraría un coche que no le fuera a proteger siempre? Si se fuera a producir un accidente en un paso de peatones, ¿el coche debería salvar a las mujeres antes que a los hombres?, ¿debería atropellar a quienes se han saltado el semáforo en rojo, aunque sean el doble de quienes han esperando en la acera acatando la norma? Si hay niños en el coche, ¿debería priorizar el vehículo su seguridad antes que la del resto de implicados?

Son solo algunas de las dudas planteadas por la plataforma Moral Machine, web del Instituto Tecnológico de Massachusetts, que propone una colección de dilemas morales en cerca de una docena de idiomas para que usuarios de todo el mundo juzguen cómo debe actuar un coche inteligente y acabe formándose un corpus ético global al más puro estilo comunitarista.

moral machine

En cualquier caso, los interrogantes no acaban ahí, pues todavía faltaría resolver la cuestión de quién será el responsable de fijar estas reglas de actuación entre un número no pequeño de agentes: el dueño del coche, el usuario que lo utiliza en ese momento, la propia marca, un conglomerado de empresas y sociedades automovilísticas, los Gobiernos de cada nación, el espacio comunitario al que pertenece un país…

Hogar, inteligente hogar

Entre las múltiples aplicaciones de la inteligencia artificial, quizás sea el desarrollo de productos centrado en el reconocimiento de voz el que esté experimentando un mayor crecimiento. No es de extrañar, puesto que los dispositivos de comando de voz son instalados y operan directamente en los hogares, y no hay mejor manera de fomentar el aprendizaje y perfeccionar el funcionamiento de una máquina que sacarla del laboratorio y emplazarla en la vorágine y experiencia del día a día.

De momento, las marcas más involucradas en su producción son Amazon con Echo y Alexa, Apple con HomeKit y Siri, y Microsoft con Cortana, ofreciéndonos un variado rango de órdenes para procurar al usuario la mayor agilidad en los trámites cotidianos: bajar y subir las persianas, adecuar las luces a su gusto, reproducir cierta pista de música, responder a preguntas concretas u organizar y hacer la compra según nuestras preferencias de envío y frecuencia.

. @chemarubioFM explica como @Apple y @Android insisten en la #ObsolescenciaProgramada con #ios11 y #Android8. #db https://t.co/5cK8VFiroB

— El Debate de Hoy (@eldebatedehoy) August 24, 2017

El reto para estos dispositivos se concentra ahora en la comprensión del estado de ánimo del anfitrión (identificando el tono e intensidad de su voz), el registro de comandos de voz libres no preestablecidos y la correspondiente respuesta natural y en tiempo real a esos inputs con el establecimiento de una conversación al más puro estilo Her (Spike Jonze, 2013) o la adecuación del entorno para satisfacer el bienestar del propietario sin necesidad de que lo solicite expresamente. Avances que, a decir de sus desarrolladores, tardarán todavía décadas en llegar, siempre a la sombra de un nuevo temor: la invasión de la intimidad del hogar por parte de un artilugio en escucha permanente.

¿La tecnología del futuro?

Si de algo podemos estar seguros tras enfrentarnos al enredo de retos, desafíos e increíbles avances que nos depara a diario la inteligencia artificial en su misión de emular los pensamientos y deseos del ser humano, es de la grandeza e inmensidad de la propia inteligencia humana.

Con cada avance destinado a su comprensión, nuevos y lejanos horizontes aparecen en el firmamento, desvelando mucho más que una conexión de neuronas procesando información. ¿Nos ayudarán las máquinas a desentrañar esta complejidad? ¿Llegará siquiera ese momento, con máquinas o sin ellas?

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