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Crítica de Televisión

Un Jordi Évole poco ambicioso cumplió con su entrevista a Nicolás Maduro en «Salvados»

Ignacio Pou | 16 de noviembre de 2017

Crítica de Televisión

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El programa «Salvados», de Jordi Évole, emitió la primera parte de la entrevista a Nicolás Maduro. El resultado fue bueno, dejó que las respuestas del presidente venezolano fueran valoradas por el público y rehuyó todo tipo de lucha dialéctica. Pudo haber temas vetados pero, en general, no fue una mala conversación, a falta de lo que suceda con la segunda parte. 

Es verdad, Jordi Évole fue flojito. Hubo preguntas que, por no haber sido formuladas, resultan difícilmente pasables por alto. Pero la entrevista (cuya primera parte se emitió el domingo 12 de noviembre) no fue mala. Teniendo en cuenta que es el primer interrogatorio de verdad que concede el mandatario en mucho tiempo (si no directamente el primero), el resultado es bastante positivo, pese a la crítica feroz que han vertido sobre las redes los defensores del periodismo «puro». ¿Por qué?

#MaduroEnSalvados | La diferencia entre "lo que hizo Leopoldo López" y "lo que hizo Chávez". pic.twitter.com/9dCtRav49C

— Salvados (@salvadostv) November 12, 2017

El estilo de Évole es, por poco polémico, polémico. Frente al ideal de periodista recio que despliega una poderosa maquinaria argumental para poner al entrevistado contra las cuerdas, Évole opta por un estilo artificiosamente conciliador, que acepta las premisas del entrevistado, que pide ser «convencido» por su interlocutor. Un estilo, en definitiva, que deja que la fina ironía haga su trabajo por él, dejando a la mucha o poca vergüenza del entrevistado la respuesta, que habrá de servir de material para el veredicto del público.

#MaduroEnSalvados | ¡ALTO AHÍ! Llegaremos a España y Cataluña… pero aún no. pic.twitter.com/ieGftvge0t

— Salvados (@salvadostv) November 12, 2017

Porque si en algo es experto quien antes fuera conocido como el ‘follonero’ es en disolver la dialéctica hacia la que, con una facilidad pasmosa, tiende cualquier entrevista, especialmente peligrosa cuando el entrevistado es un líder político con un argumentario predefinido a prueba de «bombas» periodísticas.

En la era de la posverdad y la desconfianza generalizada, en la que a cualquier líder político le resulta francamente fácil desacreditar el dato «crudo» que antes bastaba para hacer dimitir a un presidente de la primera potencia del mundo, Évole deja a un lado el papel de fiscal (que cede a una serie de personajes a los que ha interrogado previamente) y se reserva para sí la labor de búsqueda de contradicciones en la defensa.

#MaduroEnSalvados | ¿En #Venezuela hay presos políticos? pic.twitter.com/Q2BmRNaD4h

— Salvados (@salvadostv) November 12, 2017

En su particular visión de la entrevista, le corresponde al espectador, y no al entrevistador, sentenciar al entrevistado. Por ello, Évole puede adoptar la cómoda posición -estratégica, por supuesto- de quien no se ve en la necesidad de defender una tesis en concreto ni está dispuesto a ceder a la provocación, como una y otra vez intentó Maduro -en ocasiones de manera harto agresiva- para poner sobre la mesa las «malas intenciones» del entrevistador.

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Mientras el mandatario venezolano aludía a la colonización española, a la monarquía borbónica o al Ibex35, en un claro intento de sacar al periodista de sus casillas (lo que demuestra su poco conocimiento del ideario Jordi Évole), el entrevistador se limitó a pasar por alto los intentos de ofenderlo, alejando así la posibilidad de un rifirrafe que, por ambicioso, difícilmente hubiera ido más allá de un cruce de acusaciones sin provecho para nadie.

#MaduroEnSalvados | Suponemos que ésta no fue una de las “preguntas medio suavecitas” a las que se refería Maduro. pic.twitter.com/2qoyWMHx7W

— Salvados (@salvadostv) November 12, 2017

«¿Qué es una dictadura?«, en cambio, es una pregunta que obliga al entrevistado a ser muy cuidadoso, consciente de que la respuesta le compromete. Ahí es donde Évole jugó su mejor papel, aunque dejara luego escapar a su interlocutor, cuya única culpa en las penurias de su pueblo, si nos ceñimos a sus respuestas, es el no haber profundizado más en las políticas que han sumido a su país en el caos más absoluto. También es cierto que «¿hay demasiada corrupción en Venezuela?» era otra pregunta que obligaba al entrevistador a preguntar a continuación: «¿qué hay de las noticias que incriminan a su familia en casos de narcotráfico?» Lamentablemente, esta última nunca llegó, aunque no sería de extrañar que hubiera cuestiones vetadas como parte del acuerdo para realizar la entrevista.

#MaduroEnSalvados | #Venezuela y el petróleo. "100 años de relación parasitaria”, según Maduro. pic.twitter.com/mGY3kqFiTk

— Salvados (@salvadostv) November 12, 2017

El resultado del primer tiempo es una entrevista en la que Évole logró poner al presidente venezolano a pensar en algún momento -algo que para Maduro equivale a pasar por Guantánamo, según dijo días antes de la emisión-, especialmente al preguntarle sobre la doble moral de conmemorar el golpe militar de Chávez mientras se condena a manifestantes de la oposición por «golpistas». «Es una buena pregunta«, se le escapó al presidente -atónito-, antes de reponerse del derechazo.

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A falta de la segunda parte, que se emitirá el domingo 19 de noviembre, es de prever que la entrevista se salde sin ningún herido pero con un buen surtido de falacias lógicas y medias afirmaciones que permiten a buen entendedor ver bastante más allá de lo dicho -para quien quiera y pueda verlas, claro- y hacerse una composición de lugar, por si cabían dudas, de quién es realmente Nicolás Maduro.

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