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Historia

El triunfo bolchevique y la construcción del ‘homo sovieticus’ . Un Estado que borra a Dios

Antonio Alonso | 06 de noviembre de 2017

Historia

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El triunfo de la Revolución Bolchevique dio paso a una nueva sociedad en la que los líderes soviéticos se esforzaron por moldear a un hombre nuevo y socialista anclado únicamente al Estado.

Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza

Génesis 1, 26

En estos días se celebra el centenario de la Revolución Bolchevique, la revolución de octubre de 1917. Para ser más exactos, la revolución se desarrolló en nuestro noviembre (ellos aún mantenían el calendario juliano, habiendo un desfase de diez días con el calendario gregoriano adoptado en España en 1582) y, para ser más exactos aún, la Revolución Bolchevique se desarrolló en diversos actos, no solo en octubre.

Para ganarse apoyos dentro del imperio zarista, los bolcheviques habían ido alentando en los más remotos rincones de las Rusias pequeñas células -asambleas, soviets– que trabajarían junto a ellos para causarle problemas al zar en distintos puntos de la geografía de su reino, a cambio de que posteriormente el Petrogrado bolchevique les concediera la independencia. Como se sabe, Lenin les concedió a algunos territorios cierta independencia, pero fue solo momentánea, pues la guerra civil entre el Ejército Rojo y el Ejército Blanco puso fin a todo sueño de disgregación; cuando los bolcheviques ganaron la contienda, rápidamente pusieron todo en orden y sometieron bajo su mando todo territorio que previamente había sido parte del imperio zarista.

Pedro González analiza varios libros sobre la #RevolucionRusa con motivo de su centenario. #Comunismo #Historia #dbhttps://t.co/hPZIj2mVmb pic.twitter.com/u1IjmV4XzW

— El Debate de Hoy (@eldebatedehoy) October 18, 2017

Su sueño no era simplemente mejorar las condiciones de los obreros o de los campesinos rusos. Su ambición iba más allá. Su deseo era aún más amplio: cambiar al hombre mismo, crear un modelo de homo sovieticus exportable a todo el mundo.

El ala izquierdista del partido, liderada por Trotski, defendía la idea de revolución permanente, es decir, de exportar la revolución, mientras el ala derechista del partido, liderada por Bujarin, llamaba a profundizar en la revolución. Stalin maniobró astutamente tras la muerte de Lenin para acabar con la carrera política de Trotski, apoyándose en las tesis de Bujarin, para luego hacer lo propio contra Bujarin. Al final, Stalin preconizó la exportación del modelo soviético al resto del mundo.

Los propagandistas soviéticos, como afirmaba Jacques Ellul en su obra Propaganda, “no creían en la naturaleza humana sino en la condición humana”. Así, buscaron crear un hombre nuevo y socialista, materialista, inmanentista, no vinculado ni al pasado ni a sus raíces naturales (la familia, la patria, la cultura), sino anclado en el Estado. Era el superhombre de Nietzsche, criado a la sombra del todopoderoso ente estatal.

Por eso, construyeron nuevas ciudades en las que el elemento religioso debía ser eliminado y, en las ciudades de vieja planta donde esto no fuera posible, los edificios religiosos debían ser reutilizados como cines, gimnasios, almacenes, talleres o fábricas. La catedral católica de Moscú, de estilo neogótico, fue transformada en almacén de verduras y de varios organismos públicos; la parroquia católica moscovita de San Pedro y San Pablo fue reformada como edificio de tres plantas; la iglesia anglicana de San Andrés fue nacionalizada en 1920 y albergó almacenes, varias oficinas e incluso una fábrica, convirtiéndose después en edificio de viviendas; los minaretes de las dos mezquitas fueron desmochados y reducidos a la mitad; la iglesia del Manto de la Virgen de la comunidad de los vétero-creyentes de Moscú se usó como sede de la Aviaquim, organización que entrenaba a jóvenes que aspiraban a entrar en el Ejército Rojo. Así, los ejemplos abundan en todo lo que fue Unión Soviética.

"Granny said sternly: don't go anywhere without God. But the bright light of science proved that there is no God!" pic.twitter.com/g5C5swzN2f

— Soviet Visuals (@sovietvisuals) September 5, 2016

Todo esto pudo realizarse gracias al empeño consciente por parte del partido, que encargó a la Comisión Antirreligiosa toda una planificación para implementar lo decidido en el XVII Congreso del PCUS (1932), que adoptó el segundo plan quinquenal en el que se buscaba liquidar por completo los elementos capitalistas y las clases en general, eliminar las causas generadoras de diferencias de clase y explotación, superar la herencia del capitalismo en la economía y en la mentalidad humana y, finalmente, convertir a todos los trabajadores del país en constructores conscientes y activos de la sociedad socialista sin clases. En ese esquema, Dios sobraba. Y en esa tarea se empeñó también la organización “Unión de los Sin Dios de la URSS”. Según el plan quinquenal, todos los lugares de culto debían ser clausurados entre 1932 y 1933; al año siguiente, debían desaparecer las nociones religiosas que imbuían la literatura y la familia; al año después, la juventud debía ser expuesta a propaganda antirreligiosa; en 1936, debían desaparecer los últimos vestigios de lugares de culto y de religiosos o clérigos aún presentes allí, trabajo que debería estar acabado en 1937.

Además, el nuevo arte debía reflejar la grandeza del hombre sin Dios, el valor de la solidaridad entre los pueblos oprimidos, la heroicidad de la lucha de la clase obrera, el despiadado papel que habían desempeñado las clases dominantes a lo largo de la Historia (especialmente el capital, la monarquía y la religión). El cine tenía que forjar un nueva memoria histórica de los acontecimientos que habían dado lugar al triunfo bolchevique; no importaba tanto que los hechos hubieran sucedido tal y como los retrató, entre otros, Eisenstein, sino que lo fundamental era enardecer al pueblo, animarlo, convencer de que aquella había sido una victoria de todos y para todos sobre las fuerzas opresoras de la antigüedad.

Monumentos que recuerdan las glorias soviéticas

Recorriendo los territorios que antaño formaron parte de la URSS, uno puede encontrar aún hoy monumentos que exaltan el ingenio soviético, como los dedicados al primer hombre en viajar al espacio, Yuri Gagarin, que se encuentran en Kaluga (Rusia) o en Tashkent (Uzbekistán); o los dedicados a los líderes de la Revolución Bolchevique, como Maxim Gorki en Yalta (Ucrania); o los que ensalzan las victorias de los obreros, como la estatua titulada Obrero y chica de granja colectiva en Moscú; o el llamativo monumento a la madre patria en Kiev (Ucrania) o en Volgogrado (Rusia); o todos los memoriales dedicados a los caídos en la Segunda Guerra Mundial (la Gran Guerra Patriótica, como se conoce en la historiografía rusa) o en la guerra en Afganistán (1979-89).

Yuri Gagarin welcomed in Moscow after completing the first human journey into outer space on 12 April 1961. pic.twitter.com/8HQzzQEHPA

— Soviet Visuals (@sovietvisuals) April 12, 2017

Más numerosas que esas esculturas tan llamativas son las casas, los edificios de viviendas que Kruschov mandó construir en los años ’60, las llamadas khrushchovkas, auténticas “cajas de zapatos” alineadas trazando un esquema de ciudad muy cuadriculado, típico de las ciudades de nueva planta.

La embajada de Rusia en Madrid acabó de construirse en 1991 y sigue un diseño netamente soviético. Incluso su interior está decorado al estilo del imperio bolchevique. Su majestuosa escalera está adornada con pinturas murales, realizadas por Ilyá Glazunov, que representan la historia de Rusia hasta el triunfo de la Revolución Bolchevique; todo un ejemplo de propaganda y exaltación de la revolución que legitimaba la existencia de la Unión Soviética. revolución bolchevique 

Imagen de portada: Carteles de la propaganda soviética contra la religión.
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