Hay jinetes de luz en la hora oscura
César Cervera | 16 de febrero de 2019
La historia de España tiene enquistados una serie de tópicos que son fácilmente desmontables. Basta a veces con rebuscar en los pliegues de sus siglos, siempre repletos de hombres y mujeres tan asombrosos como desconocidos. Basta, por ejemplo, conocer la vida y obra de Benito Jerónimo Feijoo o de Gregorio Mayans para comprender por qué es una estupidez asegurar que aquí la Ilustración no tuvo ningún desarrollo. Basta con estudiar los debates abiertos entre Antonio Montesinos, Bartolomé de las Casas, Francisco de Vitoria, etc., para descartar la idea de un genocidio organizado por el Imperio español en América.
Basta acercarse a la figura del inquisidor Alonso de Salazar y Frías, la primera voz en Europa en denunciar el sinsentido de la persecución de brujas, para entender que la Inquisición española no es el tribunal sádico sin cabeza que dibuja la literatura y el cine. O, acaso, irse a las biografías de los inventores Isaac Peral, Leonardo Torres Quevedo, Juan de la Cierva o Francisco de Asís García Oltra para cuestionar que a Miguel de Unamuno le hiciera alguien caso cuando dijo la frase «¡Que inventen ellos!»
El manifiesto del 8M: una mezcla de feminismo ideológico y de adoctrinamiento totalitario
Muchos personajes de la historia de España provocarían cortocircuitos en las mentes más rígidas si se conocieran más. Así ocurre con algunas mujeres españolas del siglo XVI, pioneras en sus respectivos campos, cuyas conquistas y logros no son reivindicados por los actuales movimientos feministas, anclados en ideologías políticas muy concretas, porque, por ejemplo, una reina devota y de ideas muy conservadoras respecto al papel de la mujer pinta poco junto a las sufragistas de apellido anglosajón que decoran los carteles feministas.
Y, ciertamente, una de esas mujeres, como Isabel la Católica o su bisnieta Isabel Clara Eugenia, la hija favorita de Felipe II, no eran mujeres feministas (sería anacrónico decir algo así) y ni siquiera impulsaron leyes para que otras mujeres tuvieran más derechos. Sin embargo, sí fueron pioneras y ejemplo para otras gobernantes que vinieron después, de modo que allanaron el terreno y demostraron que una mujer podía desarrollar esas tareas igual de bien o igual de mal que un hombre. La reina católica debió enfrentarse a una sociedad que rozaba la misoginia en muchos sectores, a una Europa que atribuyó la empresa de América a su esposo Fernando y a una familia de varones que siempre trató de solaparla. Su victoria fue la de todas las mujeres.
#TalDiaComoHoy en 1451 nace Isabel I de Castilla, llamada la Católica, durante su reinado y el de su esposo Fernando se produce la unión dinástica con Aragón, se conquista el reino nazarí de Granada, se descubre el continente americano y se establece la Inquisición. pic.twitter.com/MrRusznl3y
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Otro ejemplo de españolas obviadas por las asociaciones feministas y que traspasaron los convencionalismos de su tiempo son Beatriz Galindo y Luisa de Medrano. En un tiempo en el que resultaba poco adecuado que las mujeres tuvieran acceso a formación universitaria, estas renacentistas se colaron, por cauces extraordinarios, en la Universidad de Salamanca.
Beatriz Galindo (1465-1535) está considerada la primera mujer que accedió a los Estudios Generales de Salamanca. Su intelecto le permitió eso y mucho más. Dominaba las lenguas clásicas y los saberes humanistas de la época, desde la filosofía a la medicina, lo que le valió el nombramiento de maestra de Isabel la Católica con solo 16 años. Hoy se la recuerda apenas porque su apodo, «la Latina», debido a su domino de esta lengua, da nombre a un barrio de Madrid donde fundó, junto a su marido, un hospital dedicado a la caridad.
Luisa de Medrano (1484-1527), contemporánea de Galindo, no se conformó con estudiar en Salamanca, también fue la primera mujer que impartió clases universitarias. En el curso 1508-1509 sustituyó como profesora a Antonio Nebrija, autor de la primera gramática del castellano, en un centro del saber donde se hablaba de derechos humanos e internacionales en una escala inédita hasta entonces. No era una profesora precisamente de una escuela provincial… Porque no hay que olvidar que las mejores universidades en ese periodo iban de Bolonia a Salamanca, en contra de otro de los tópicos adquiridos sobre el siglo XVI.
Para muchos, el mayor error como gobernante de Felipe II fue su decisión de establecer un cordón sanitario respecto al mundo protestante, de modo que se prohibió a los universitarios y estudiosos españoles acudir a centros que se encontraran en territorios como Holanda o Inglaterra. Se cree que con esta medida la intelectualidad perdió el tren del progreso y los españoles quedaron privados de la luz de las universidades británicas. Nada más lejos de la realidad. Falta perspectiva histórica.
Algunas de las mejores universidades en ese momento estaban en el lado católico, si acaso quienes perdieron más con esta medida fueron los estudiantes calvinistas, luteranos y anglicanos, que no es que tuvieran prohibido estudiar en universidades católicas, sino que sabían que, de matricularse allí, a su regreso a Inglaterra u Holanda hubieran quedado marcados de por vida por papistas. Saber más podía costarles la vida.
Su vida política sirve para explicar el periodo que llevó a España desde la monarquía de Alfonso XIII hasta la Guerra Civil.