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Historia

La historia de la isla de San Martín . De plaza sin valor a bastión naval para frenar a Holanda

Juan Caamaño | 06 de octubre de 2017

Historia

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La isla de San Martín, golpeada por los huracanes del Caribe, está ligada a la historia naval española y a la figura de don Lope de Hoces. A pesar de sus pequeñas dimensiones, se convirtió en posición clave para frenar el hostigamiento holandés al comercio con América. 

El paso del huracán Irma por el Caribe nos ha dejado escenas de una gran devastación en muchas de las islas pertenecientes a la región de las Antillas Mayores y Antillas Menores. Entre estas últimas, conocidas también como islas de Barlovento, se encuentra la isla de San Martín, una de las que más han sufrido las consecuencias del huracán y de donde el Gobierno español ha repatriado a 30 nacionales que allí tenían su residencia. Hoy el territorio de la isla está dividido en dos: el norte pertenece a la República Francesa, que le da el nombre de Saint-Martin, mientras que el sur le corresponde a Holanda, de donde toma el nombre de Sint Maarten. Pero no siempre fue así, pues la isla sería descubierta en 1493 por Cristóbal Colón, durante su segundo viaje, quien precisamente le dio el nombre de San Martín al divisarla un 11 de noviembre, día de san Martín de Tours.

Así ha sido la llegada de los españoles afectados por #Irma en SanMartin, recibidos por @GarciaCasasF en #BATorrejon pic.twitter.com/xHipVQTTDA

— Exteriores (@MAECgob) September 14, 2017

La infinidad de islas que los españoles iban descubriendo hacía imposible su ocupación permanente, con más motivo si la extensión era pequeña, como ocurría con la de San Martín, cuya superficie es de 93 km², motivo por el cual no sabemos mucho de la vida en esta isla a lo largo del siglo XVI. Lo que sí conocemos bien es el interés y los objetivos que, desde los comienzos del siglo XVII, los holandeses pretendían en su deseo de ocuparla. En primer lugar, la isla ocupaba una posición estratégica ideal para atacar las comunicaciones marítimas de los españoles, cuando sus aguas eran surcadas por las dos grandes flotas que con regularidad partían del puerto de Sevilla: la de Galeones de Tierra Firme y la Flota de Nueva España. El segundo motivo era la riqueza salinera de la isla, un producto que los holandeses necesitaban para la industria de salazón de pescado y la elaboración de manteca y queso. Tradicionalmente, la sal la obtenían y comerciaban en Setúbal y Cabo Verde, pero en 1598 Felipe II, que desde 1584 era también rey de Portugal, prohibió el acceso de los holandeses a los territorios portugueses, lo que les obligó a buscar la sal en el nuevo continente, para lo cual crearon la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales, con el objetivo de establecer colonias en algunos puntos de aquellas tierras.

Eran momentos gloriosos para España, al mismo tiempo que difíciles para los marinos, que debían hacer frente en aquellas lejanas aguas a las flotas y corsarios al servicio de Inglaterra, Francia y Holanda. Las acciones navales fueron muchas, destacando entre ellas los combates llevados a cabo contra los holandeses en aguas de Brasil y el Caribe, entre los años 1624 y 1654, período en que Holanda era una potencia marítima. En las campañas de Pernambuco, o de los Abrojos, sobresalió el almirante general de la Armada del Mar Océano don Antonio de Oquendo y Zandategui y, en las de Recife, el también almirante don Lope de Hoces y Córdoba, en quien vamos a poner nuestra mirada por su participación en los combates que tuvieron lugar en la isla de San Martín en el mes de junio de 1633.

Don Lope de Hoces

Una breve semblanza de quien fue un gran marino. Era don Lope de origen cordobés, quien comenzó su vida en la mar al servicio del Rey en los primeros años del siglo XVI, realizando diversas navegaciones a Tierra Firme, donde tuvo la oportunidad de enfrentarse a navíos holandeses. En 1615, ya era almirante y general de la flota de Nueva España y, en 1626, el rey Felipe IV reconoce su valor y experiencia marinera nombrándolo capitán general de la Mar Océano: “en consideración a lo bien que me habéis servido de veinte años a esta parte en la mar”. La alta consideración en que el monarca lo tenía, basada en los informes que recibía del Consejo de Indias, le llevó en 1635 a nombrarlo capitán general de la Armada y entregarle el mando de la flota que se estaba preparando para socorrer las plazas de Brasil.

isla de San Martín

Mapa de América fechado en 1635 | JC

Dos detalles más sobre don Lope. El primero ocurre en 1621, al ser nombrado caballero de la Orden de Santiago, lo que le produjo tanto orgullo que, desde entonces, contaban sus subordinados, llevó en el pecho la venera de caballero santiaguista hasta el día de su muerte. El segundo detalle tiene relación precisamente con su muerte, y, ¡cómo no!, con los holandeses. Ocurrió en la batalla de las Dunas (1639), donde combatió bajo el mando de don Antonio de Oquendo, y fue el resultado de las múltiples heridas recibidas y del fuego provocado por los holandeses en su galeón Santa Teresa, que acabó hundido en las aguas del Canal de la Mancha. Conocida la muerte por el rey Felipe IV, le escribía a la viuda: «Vos habéis perdido un gran marido y yo, un tan gran caudillo y vasallo, con que en esta parte debe ser igual nuestro quebranto. Estad segura que de vuestros hijos y casa me constituyo padre».

La recuperación de la isla de San Martín

De forma fortuita, en 1624, una escuadra holandesa descubrió el potencial de sal que la isla tenía, comenzando pronto su extracción, lo que les llevó a establecer en 1630 una colonia cuya defensa se sustentaba en un fuerte con numerosas piezas de artillería y 100 hombres armados. De esta manera, la pequeña isla de San Martín se convirtió en un importante centro de comercio de sal, además de lugar de escala de los barcos holandeses y de los corsarios que ellos protegían.

La situación llegó a ser tan preocupante para los barcos españoles que, en 1633, el Consejo de Indias, aprovechando el viaje de la flota que era escoltada por la armada de galeones, decidió la expulsión de los holandeses de la isla. Tras un mes de navegación, el 24 de junio, a las órdenes del capitán general de los galeones, don Lope Díaz de Armendáriz, se presentaron en la isla de San Martín las escuadras de don Nicolás de Masidabri y de don Lope de Hoces, en total, 55 navíos, de los cuales 24 eran de guerra. A pesar del número de barcos, se pudo constatar que el ataque sería difícil, al contar la fortaleza con 22 piezas que dominaban el fondeadero. Reunido el consejo de generales, se decidió expugnar la fortaleza, correspondiendo a don Lope de Hoces desembarcar al mando de 1.000 soldados y 300 marineros. Una semana duraron los combates, a resultas de los cuales tuvo don Lope dos heridas, una de ellas de bala de cañón que le destrozó el brazo izquierdo. Tras la rendición de los holandeses, se decidió conservar la plaza, dejando como guarnición 250 soldados, así como personas de diversos oficios que acabaron levantando un poblado.

La iconografía del combate

La importancia de las acciones navales de don Antonio de Oquendo y don Lope de Hoces contra los holandeses quedó reflejada en la numerosa documentación de la época y en la iconografía de las batallas que llevó a la tela el pintor Juan de la Corte, reconocido en su época como famoso pintor de batallas.

El Museo Naval de Madrid guarda uno de esos cuadros, que lleva por título D. Lope de Hoces da socorro a la Isla de San Martín, con una cartela en la parte inferior que hace referencia a los hechos ocurridos. En el cuadro se observa en primer término la armada española, con la capitana de don Lope a la izquierda, el galeón Nuestra Señora de Aránzazu; algunas naves, formando media luna, disparan su artillería sobre una fortaleza en donde ondea la bandera holandesa, mientras en barcas o bateles desembarcan los soldados que van rodeando la fortaleza. Si ponemos la mirada en la nave capitana, encontramos un detalle relevante: en el tope, la bandera con las armas reales, y, a estribor, en la popa, una bandera de fondo rojo con representaciones del Crucificado en el centro, Santiago a caballo a la derecha y la Virgen a la izquierda. Ante tal detalle, la pregunta se impone: ¿es la bandera una licencia del pintor o corresponde a la realidad? Cuando, además, es conocido que Juan de la Corte era famoso como pintor de batallas navales por los detalles de los barcos, así como por otros detalles de carácter militar.

isla de San Martín

Detalle de la obra» D. Lope de Hoces da socorro a la Isla de San Martín» en la que puede verse la nave capitana y su estandarte | Museo Naval de Madrid

No debe sorprendernos la presencia del apóstol Santiago en una bandera o estandarte a bordo de un buque, siendo su almirante caballero de Santiago, pues una representación similar la encontramos en los cuadros que el mismo pintor Juan de la Corte dedicó a las victorias navales de don Antonio de Oquendo, también caballero de Santiago. El estandarte original de don Lope debió perderse, junto a su barco, en la batalla de las Dunas, pero sí conocemos el original, que ondeó en la popa de los buques bajo el mando de los Oquendo y que se encuentra en el Museo Naval de Madrid, acompañado de una placa que dice:

  • Izado en el galeón insignia de don Miguel de Oquendo, capitán general de la Escuadra de Guipúzcoa, en los combates navales de finales del siglo XVI.
  • Arbolado por su hijo don Antonio de Oquendo, capitán general de la Mar Océano, en las campañas del Saco de Cádiz (1604), Sitio de Mamora (1628) y combate naval de Pernambuco (1631) y las Dunas (1639).

El estandarte es prácticamente cuadrado, de unos tres y medio por cuatro metros, realizado sobre seis piezas de seda adamascada de color rojo oscuro, dispuestas en sentido horizontal. Sobre la seda, pintados al óleo, aparecen representados dos grupos de figuras: en el lado izquierdo, la Crucifixión, con la Virgen y san Juan a ambos lados del Crucificado; en el lado derecho, Santiago Matamoros, quedando en el centro un gran escudo central que corresponde al de la monarquía española de los Austria, con inclusión de Jerusalén, Navarra y Portugal. La imagen de Santiago, de un tamaño casi desproporcionado, se representa blandiendo espada y la capa al viento; en el suelo, un musulmán caído se protege con su adarga mientras sostiene en su diestra un alfanje roto y, junto a este, una cabeza con turbante separada de su tronco.

La pérdida de la isla

Aunque tras su recuperación por los españoles se proveyó a la isla de San Martín de todo lo necesario para su ocupación, la realidad es que la vida no era fácil, al carecer de agua dulce, por las enfermedades provocadas por una plaga de ratas que, además, acababan con los víveres, y por los continuos ataques de los holandeses. Y en esa situación se llega al año 1646, en que desde Puerto Rico se envían cinco embarcaciones para recoger lo que quedaba de la población. Finalmente la Corona española reconoció oficialmente la pérdida de la isla de San Martín, tras los acuerdos del tratado de Münster, o la paz de Westfalia, en 1648, que puso fin a la guerra de los Treinta Años. Habían pasado 155 años desde que Cristóbal Colón divisó la isla y le dio el nombre que aún hoy conserva.

Imagen de portada: D. Lope de Hoces da socorro a la Isla de San Martín, obra de Juan de la Corte | Museo Naval de Madrid
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