Hay jinetes de luz en la hora oscura
José Luis Orella | 27 de abril de 2018
La figura del almirante Cervera es reconocida por su patriotismo y heroísmo durante la Guerra de Cuba. Sin embargo, la incultura de Ada Colau la ha llevado a tildarlo de «facha», una ideología política que nació una década después de la muerte del marino.
El abandono de la enseñanza de la Historia de España en nuestro país es la causa principal del gran deterioro de la carencia de unidad nacional de sus miembros. Otra de sus terribles consecuencias es la ignorancia de los hechos protagonizados por nuestros ilustres protagonistas, como es el caso del almirante Pascual Cervera y Topete (Medina Sidonia, 1839-Puerto Real, 1909), mancillado por la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, exclusivamente por su condición de marino y el odio a otros discursos políticos diferentes al suyo.
La sociedad en que cada cual cumpliese con su deber, sería feliz.
D. Pascual Cervera y Topete pic.twitter.com/IVYqDCPAIb— Fund. Museo Naval (@Museo_Naval) April 16, 2013
El almirante Cervera fue un fiel servidor de los diferentes gobiernos que tuvieron la responsabilidad del ejecutivo en una España maltrecha y dividida en facciones, que lucharía por encontrar el camino a la reintegración de nuestra nación a la comunidad internacional de países importantes. Su carrera militar se ve jalonada por su participación en la Tercera Guerra Carlista y en la Guerra cantonalista, en defensa de la infausta Primera República, cuando España tocó fondo con dos guerras civiles simultáneas y otra de secesión en la provincia, y no colonia, de Cuba. Su destino posterior fue Filipinas, donde su misión fue la lucha contra la piratería “mora”, los musulmanes del occidente de Mindanao, protagonistas de razzias a poblados campesinos para la captura de esclavos y su posterior venta en los sultanatos malayos.
A su vuelta a la metrópoli, en 1891 fue nombrado director técnico y administrativo de los astilleros del Nervión, donde se construyeron los cruceros-acorazados que posteriormente dirigiría a su último combate naval en aguas del Caribe. Su labor será la ocupación de diversos destinos de carácter técnico administrativo, para la modernización de una flota necesaria para mantener las comunicaciones con nuestras provincias de ultramar, y su defensa de las apetencias del despertar imperial y colonial de Estados Unidos y las naciones europeas. Sus relaciones políticas serán buenas y el almirante Cervera llegará a ser senador y ministro de la Marina, relacionado con el Partido Liberal Progresista de Práxedes Mateo Sagasta, de centroizquierda. Su buena relación con la Reina regente María Cristina de Habsburgo lo convertiría en su principal interlocutor de asuntos navales y le convencería para que colaborase en puestos políticos junto al sagaz Sagasta.
Su nombre se verá absolutamente marcado por su nombramiento como jefe de la escuadra que debía ir al Caribe, formada por modernos buques, recién incorporados a la Armada. Sin embargo, el pesimismo del propio almirante Cervera, que no veía clara su misión, hará mella en la misma. El intento de romper el bloqueo naval, cuando la presión diplomática estadounidense impidió el repostaje de carbón de buena calidad a sus buques, les restó velocidad, y su refugio en la bahía de Santiago les dio protección, pero también se convirtió en una ratonera.
La única salida posible era, amparados en la obscuridad de la noche, atracar la flota y darla por perdida, y que las tripulaciones se sumasen a la defensa militar de la ciudad, como ya habían realizado algunas de sus compañías de infantes de marina. La solución practicada, por orden superior, de salir a romper el bloqueo, durante el día, y con una distancia excesiva entre las unidades, significó el aniquilamiento de la flota y sus tripulaciones, aunque incluyó al almirante en el difícil papel de obedecer las órdenes del ejecutivo, aunque ello significase ir de forma consciente a una muerte numantina. Su sacrificio salvó la honra de un gobierno que, en cuanto recibió la noticia del desastre naval, entregó los últimos jirones de lo que fue un Imperio donde nunca se puso el sol.
La disciplina castrense se imbuía en aquellos mocetes de once y doce años que ingresaban en la academia para formar el cuerpo de oficiales de nuestras fuerzas armadas. Los raíles que marcarían su comportamiento futuro estaban marcados por un intenso amor a la patria y a la obediencia a las autoridades civiles del Estado liberal. Aquel mundo piramidal, coronado por un liberalismo patriótico, imbuido de heroísmo y de libertad, perecería en la Primera Guerra Mundial. Las injusticias sociales existentes y la llamada a la política de las masas serán el caldo de cultivo del fascismo y del comunismo. Para aquel momento, el viejo almirante Cervera había fallecido en 1909, reuniéndose con sus marinos heroicos, hijos de otra época.
Su vida política sirve para explicar el periodo que llevó a España desde la monarquía de Alfonso XIII hasta la Guerra Civil.