Hay jinetes de luz en la hora oscura
María Solano | 05 de febrero de 2018
Los lemmings son unos animales que se hicieron muy famosos cuando los ordenadores aún no tenían ni internet. En su versión digital, eran los verdes protagonistas de un simpático videojuego en el que había que conseguir salvar a una población tan poco racional que tendía a su suicidio. Dicen que la idea procede de sus homónimos en el mundo animal, unos roedores que se tiran acantilado abajo de vez en cuando para mantener el complicado equilibrio en el volumen de población.
La nuestra parece una sociedad aún más irracional que la de los lemmings. Como bien ha etiquetado y demostrado el profesor Alejandro Macarrón en sus investigaciones, nos hemos decantado por la fórmula del suicidio demográfico para dibujar nuestro poco alentador futuro. Menos hijos, más ancianos, muy lejos del relevo generacional y miras tan cortoplacistas que no dan para contemplar ni obviedades tan evidentes como el fracaso inminente del sistema de pensiones.
Los motivos de los españoles para no tener hijos: bajos ingresos, edad y falta de tiempo https://t.co/pVMCm0F24d vía @indpcom #VIIBarómetroTFW
— Familia sostenible (@TheFamilyWatch) January 8, 2018
Pero esta triste radiografía de la realidad, foto fija de lo que está ocurriendo, es producto de un conjunto de factores en los que es difícil medir cómo ponderar cada causa. El cambio de mentalidad en la posmodernidad, la transformación de la estructura familiar por la incorporación de la mujer al mercado laboral (por políticamente incorrecto que resulte escribirlo), el incremento exponencial de lo que se considera estándares de vida, la precariedad en el empleo y las dificultades para lograr la emancipación económica, la permuta en las escalas de valores y sus jerarquías… Todos estos elementos son las caras del prisma que configura ese inexorable suicidio demográfico.
Como en el arcaico juego de ordenador queríamos evitar la muerte de los lemmings, teníamos que descubrir el punto por el que decidían tirarse al vacío para así poder implementar soluciones que consiguieran salvarlos. En este punto, andamos en la sociedad española. Necesitamos descubrir qué está impulsando de manera tan poderosa a la sociedad a tirarse al vacío. Porque, ¿realmente cientos de miles de personas desean no tener hijos? ¿O, tras esa decisión, justificada de manera más o menos racional, se esconden otros problemas que inducen a la sociedad a esta particular forma de suicidio?
Más que jugar en familia, padres e hijos deben compartir momentos que generen recuerdos
Una reciente investigación llevada a cabo por la empresa de metroscopia GAD3 para The Family Watch ponía de manifiesto cuál es el problema de fondo: a los españoles les gustaría tener más hijos, pero sienten que el panorama laboral no acompaña. Reivindican importantes cambios en las empresas, cambios que otros países llevan años utilizando precisamente para evitar la pirámide invertida de población a la que estamos abocados. Una inmensa mayoría de los padres, el 90,2%, pediría mayor flexibilidad en los horarios. Para un 85,5%, sería necesario fomentar el teletrabajo, como ocurre en buena parte de Europa, relativamente sencillo para numerosas actividades profesionales. Para un 78%, sería favorable que las empresas concluyeran su jornada antes de las seis de la tarde.
Las medidas no parecen descabelladas. Y sabemos que son posibles porque conocemos modelos en nuestro entorno que así lo acreditan. Entonces, ¿dónde está el problema? Me temo que es una cuestión de fondo, de mucho calado, que empapa buena parte de las políticas familiares tomadas en España, sea cual sea el signo del Gobierno que las ha promovido o el tipo de empresa que las proponga. En España no se interpreta la conciliación como una vía para que los padres puedan cuidar más y mejor de sus hijos, sino como las medidas a tomar para que “otros” puedan cuidar de esos hijos mientras los padres trabajan: incremento de centros públicos, ayudas de las empresas para contratar servicio doméstico o financiar guarderías, aumento de la oferta lectiva en días sin colegio…
Pero no es eso lo que los padres piden. La sociedad difícilmente tendrá más niños si siente que no puede criarlos (aunque pueda darles de comer exquisiteces y pagarles todos los caprichos). Está en nuestra naturaleza ser padres y amar a los hijos. Pero para amar a los hijos necesitamos que la configuración de la sociedad nos permita dedicarles el tiempo que esta imprescindible tarea necesita. Si no, iremos, como los lemmings, de cabeza al vacío.