Hay jinetes de luz en la hora oscura
María Solano | 19 de julio de 2018
Para ellos, las pantallas táctiles venían de serie. Son la Generación Z, los niños y adolescentes fruto de un entorno digital multimedia que ha fraguado su personalidad y la manera de interactuar con su entorno.
Las etiquetas siempre son peligrosas. A fuerza de generalizar, simplifican en exceso la realidad que describen. Pero esa esquematización del mínimo común múltiplo de la llamada Generación Z, la que sucede a los milenials, nos ayuda a comprender las características de unos niños y adolescentes que difieren de sus padres mucho más de lo que estos se distanciaron de sus abuelos.
El motivo es sencillo: si Marc Prensky (fundador y director ejecutivo de Games2train) ya habló hace casi 20 años de la diferencia entre inmigrantes y nativos digitales, con la Generación Z nos enfrentamos al primer grupo de población que ha estado permanentemente conectado. Es decir, su incorporación a los dispositivos digitales corrió pareja a su incorporación al mundo real. Tocaron al mismo tiempo su primer juguete y su primera pantalla, aprendieron, con el ejemplo más o menos voluntario de sus padres, que casi todo se podía conseguir en Amazon y se podía conseguir ya. Entendieron que en Google están las respuestas a todos sus problemas, no los existenciales, sino los de matemáticas y lengua. Se relacionaron con supuestos amigos que solo tenían por nombre el de su usuario en un juego y su vínculo con el grupo de iguales del colegio se centró en los likes de Instagram y los WhatsApp de grupo.
Nada hay de nuevo en que una generación entienda el contexto que la rodea de manera diferente a la anterior. El gran cambio en la Generación Z se produce porque esa diferente percepción tiene lugar desde la más tierna infancia. Tradicionalmente, en las primeras etapas educativas, hasta la preadolescencia, familia y escuela eran los dos únicos agentes que participaban de forma activa en la configuración de la personalidad de los niños, construyendo todo un complejo universo de interconexiones cerebrales en las que queda inscrito lo que está bien y lo que está mal, en las que las rutinas se transforman en hábitos y los hábitos en virtudes. En la adolescencia se sumaba el grupo de iguales, los amigos, pero ocurría que también tenían una escala de valores compartida y unas referencias morales muy similares. Esto daba lugar a una red de criterios básicos para comprender el mundo muy similar en padres e hijos hasta el final de la adolescencia. Ahora los niños y los padres no se entienden desde el principio, porque su estructura mental no solo está configurada por lo que les han dicho en el entorno más cercano.
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La Z es la primera generación que cuenta desde la cuna con un elevado número de indiscriminadas fuentes de las que proceden los más variados impulsos que van a configurar su forma de ser, su carácter en la vida adulta. Cuando ingresa en la Educación Infantil, el cerebro de un niño ya tiene 2.000 horas de televisión almacenadas. Antes de los ocho años es posible que conozcan y sigan de manera habitual a algunos youtubers y gamers, incluso si pensamos que hemos limitado el uso de las tecnologías. Tienen oferta televisiva 24 horas en directo y en streaming y lo que no han visto ellos se lo cuentan sus amigos.
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Esta es la realidad que está motivando la mayor brecha generacional. Todos esos contenidos que reciben los niños de la Generación Z les llegan sin filtro alguno por parte de los adultos que están a su cargo. Además, como acceden a ellos mientras están solos, ninguna persona con auctoritas de su entorno puede ayudarles a descodificar un contenido que no saben interpretar. Esa interpretación, en la que se basa todo el proceso de socialización mediática, ha dejado de tener lugar en los hogares y tampoco está teniendo cabida en el currículo escolar, de modo que esta nueva generación, más tecnológica que ninguna, con recursos inmediatos para localizar toda la información disponible, no tiene los elementos suficientes para situar su contexto en los esquemas cognoscitivos y morales que le permitirían comprenderlo.