Hay jinetes de luz en la hora oscura
Pablo Casado Muriel | 21 de septiembre de 2018
En el Día Mundial del Alzheimer es necesario redoblar esfuerzos en la investigación y la prevención, y reconocer la entrega generosa de quienes acompañan el día a día de los pacientes.
La escena es oscura y el paso de los años la ha difuminado aún más. Sin embargo, sigue siendo la imagen de amor que me viene a la mente cada vez que se menciona cualquier asunto relacionado con el Alzheimer: el momento en el que mi abuela lava delicadamente la cabeza de mi abuelo sentado al borde de la cama.
Ambas figuras representan, con toda su crudeza y toda su belleza, lo que todavía hoy entiendo al pensar en esta cruel enfermedad. Mi abuelo, que la padeció, está encorvado, apenas sin fuerzas y con un rostro que se desdibuja entre las arrugas exageradas por su postura. El esbozo de una vida que se olvida. Junto a él, de pie y cariñosa, mi abuela limpia, peina y viste. Se desvive y cuida a su marido con un lenguaje que, sin palabras, lo expresa todo.
La Piedad Rondanini, postrera obra de Miguel Ángel, me ha parecido siempre una preciosa representación anacrónica de este momento personal que les relato y, por ende, de lo que supone el Alzheimer. Una figura que se escurre sin fuerzas y que tan solo se sostiene por los firmes brazos de la Madre, que en este caso puede ser esposa, marido, hija o hijo.
Es difícil encontrarle el sentido a situaciones como las que provoca el Alzheimer, una enfermedad que lleva hasta el extremo la calificación de “degenerativa”. La dependencia del paciente es progresiva, pero acaba por ser total. Acompañar este proceso es duro y, al mismo tiempo, permite entender y comprobar la necesidad de entregarse absolutamente al otro. Una llamada a la compasión y a aliviar con amor el sufrimiento. Una oportunidad, por lo tanto, de reconocer y dotar de contenido el mensaje cristiano.
La necesidad absoluta de un “otro” provoca que, en muchas ocasiones, la familia no sea capaz de asumir la carga de trabajo que conlleva esta enfermedad. La ayuda es indispensable y, por ese motivo, nunca es suficiente lo que las Administraciones públicas puedan avanzar en materia de dependencia. Como también es necesario seguir apoyando y facilitando recursos a todas aquellas asociaciones que trabajan en la investigación de esta enfermedad.
El Día Mundial del Alzheimer debe servir para concienciar sobre esta dura realidad, para seguir apostando por la prevención y la investigación, y también para reconocer el sacrificio de quienes acompañan y ayudan a quienes padecen la enfermedad. El propagandista Francisco Rico Pérez sintetizaba en dos palabras, que dan título a su libro, el sentido último de esta jornada: Alzheimer, amor.