El templo es -como la tumba- un recinto erigido que separa lo profano de lo sagrado, es decir, de lo dedicado a un dios cuya ausencia ahí es tan intensa que lo hace patente y localiza su poder, su realidad.
La vida está llena de acontecimientos, o lo que es lo mismo, cosas que pasan debido a los encuentros y desencuentros de las cosas que son.
A lo largo de la Historia, planteamientos filosóficos, religiosos y vitales se relacionan con la Belleza. Nuestra percepción ha evolucionado, pero no nuestra necesidad de ella.
Me han gustado siempre los monjes, su vida se me antoja más auténtica que la del youtuber. De modo que siempre me he preguntado si es posible vivir así en la ciudad.
Me gustaría vivir con todo bien encarrilado siempre. Es un afán de línea recta que, puesto que la realidad viene con curvas, acaba siempre malográndose.
La montaña no se mueve, no se derrumba ni cambia de postura. Acepta el cielo del invierno y calla bajo la nieve, helándose cada noche.
Escribir es el intento de poseer y de retener un poco de ese trocito de belleza revelada en el instante, casi divino, en el que el asombro vence por fin a la distracción.
Mirar la vida desde el lecho de muerte nos devuelve a nuestro tamaño de criaturas y nos aleja del espejo deformante del ego, que nos hace dioses.
Un relato navideño entre las compras compulsivas, los recuerdos familiares y el ubi sunt.