Hay jinetes de luz en la hora oscura
Carmen Sánchez Maillo | 20 de febrero de 2017
Una carta viral en las redes sociales en la que una profesora se queja de las dificultades que encuentra para llevar adelante su trabajo pone en entredicho las décadas de reforma educativa en las que el mérito y el principio de autoridad pasaron a un segundo o tercer plano frente a conceptos como la inclusión o la igualdad.
La educación es un entramado de elementos, una frágil aleación de vocación, autoridad, conocimiento, responsabilidad, mérito y obediencia. Limitar uno de esos ingredientes en una proporción indebida produce el riesgo de que no fragüe el cemento que sustenta la labor educativa.
La educación es el instrumento por excelencia de cualquier sociedad para sembrar el futuro, para prepararse frente a los retos del presente y un medio para equilibrar las desigualdades existentes en cualquier sociedad.
Los resultados académicos y la tasa de abandono no mejoran a pesar de la inversión ingente de recursos en comparación con otros momentos de nuestra historia
Un proceso educativo, inevitablemente, exige la criba. Cualquier sociedad bien regida procurará que la línea de salida sea igual para todos; no obstante, en pocos lugares como en la escuela se percibe la justicia de tratar desigualmente a los iguales.
Me explico, la excelencia y el esfuerzo no puede ser tratados de igual manera que la pereza y la negligencia. Todos estos conceptos se arrumbaron en las sucesivas reformas educativas, en aras de la inclusión y la igualdad. Los resultados académicos y la tasa de abandono no mejoran a pesar de la inversión ingente de recursos, si se compara con otros momentos de nuestra historia.
Reducir la importancia del mérito ha venido de la mano de una progresiva hiperresponsabilización a los profesores de cualquier circunstancia que ocurra en horario y lugar lectivo; al mismo tiempo, su autoridad ha ido adelgazándose hasta límites nunca conocidos y el comportamiento de los alumnos resulta cada vez más complicado de gestionar.
Se buscan #Valientes un rap con mensajes para el testigo de @Langui_Oficial y con @Coro_Encanto Aún no lo has visto? https://t.co/LcLEuiRhBP pic.twitter.com/osoQd6uWAR
— 12Meses (@12_meses) January 17, 2017
Esta es una ecuación mal planteada, a la que tienen que hacer frente todos los profesores y en la que los términos de la misma nunca llegan a igualarse.
No hay recetas mágicas, la autoridad desapareció no solo en las escuelas, sino también en muchas familias y los planes pedagógicos chocan contra una realidad no prevista y que plantea nuevos interrogantes. Una sociedad opulenta como la occidental tiende a mimar a los hijos, los convierte en pequeños emperadores, que en un entorno hiperprotegido resultan víctimas de sí mismos.
No es una cuestión de enfoque pedagógico. Solo la familia es la generadora de sujetos libres y responsables.
El sistema educativo nunca se diseñó para dar gusto al alumno y, ante su frustración, se halla maniatado e impotente. Sin el concurso de la familia, no hay posibilidad de arreglo de estos problemas.
Y esto, ¿por qué? Solo una familia fuerte, unida, consciente de su unidad y responsabilidad, solidaria con sus miembros, construye sujetos aptos para hacer funcionar cualquier sistema educativo. No es tanto una cuestión de inversión o de enfoque pedagógico, solo la familia es la generadora de sujetos libres y responsables.