Hay jinetes de luz en la hora oscura
Patricia Santos | 15 de mayo de 2017
Aparecía hace poco en prensa online una encuesta sobre cultura religiosa católica bajo una breve introducción que recomendaba la existencia de la asignatura de Religión en los colegios españoles. De paso, la encuesta trataba de poner a prueba la formación religiosa del lector curioso. También hace poco hemos sabido de la manifestación en Valencia en favor de la escuela concertada (cuya existencia peligra en aquella comunidad); y más recientemente, de la carta de los obispos de Galicia adelantándose a cualquier seísmo político en las aulas, apelando a la responsabilidad de padres, educadores y jóvenes en relación a esta materia y otras conexas.
Los argumentos contrarios a la existencia de esta asignatura son variados. No se pretende recogerlos todos, sino más bien repasar los más recurrentes: se critica que el dinero de la escuela pública/concertada se utilice para esta asignatura; se cuestiona su carácter obligatorio y evaluable; otros ponen en duda su valor formativo o lo consideran sociológicamente irrelevante.
Antes de tratar cada una de las dificultades, reflexionemos un momento acerca del valor y del significado de la religión, en general. Después, tomaremos en consideración el caso particular de la religión católica en España.
Actualmente, el hecho religioso (cuerpos más o menos completos de doctrinas y ritos que permiten expresar la búsqueda humana de Dios) es esencial como elemento que forma parte del acervo cultural de las civilizaciones. No solo eso. Las religiones en sus respectivos contextos, son siempre una clave de interpretación histórica, social, política y hasta jurídica. Actualmente hay más personas que se declaran creyentes que ateos o agnósticos en el mundo. Simplemente, como dato estadístico y por el alcance que el fenómeno tiene en la vida social, ya merece atención y estudio.
El caso de la enseñanza de la religión católica en los centros educativos es un tema que ha sido convenientemente regulado y establecido por la Iglesia Católica con cada Estado a través de Concordatos
Desde el punto de vista antropológico, la religión trata de dar respuesta a una inquietud espiritual del hombre: conocer sus orígenes y el sentido de su vida, el famoso de dónde venimos y hacia dónde nos dirigimos. La experiencia de que la realidad, los acontecimientos nos desbordan y nos superan es común a todos, en mayor o menor medida. Somos depositarios de una vida que podemos mejorar, pero nuestro dominio sobre ella es siempre relativo. La mirada al cielo, las preguntas por lo que nos trasciende han estado siempre ahí. ¿Tan extraño es reconocer y estudiar las diferentes respuestas que se han dado a lo largo de la Historia a estas cuestiones? Más aún cuando dichas respuestas han sido forjadoras de culturas y de enteras civilizaciones.
El hecho religioso, desde este punto de vista, no debería ofender por encontrarse en programas públicos y/o privados de enseñanza. Quizá por el rótulo hasta aquí expresado se trataría de una asignatura introductoria de otra más centrada en una religión en concreto o de una asignatura obligatoria en los estudios de Humanidades, de Ciencias Políticas, de Filosofía o incluso de Historia.
El caso de la enseñanza de la religión católica en los centros educativos es un tema que ha sido convenientemente regulado y establecido por la Iglesia Católica con cada Estado a través de Concordatos. A pesar del Concordato, o de los nuevos Acuerdos Iglesia-Estado, es este uno de los temas que más oposición encuentran actualmente en España.
La postura que este artículo desea proponer es la necesidad de que se imparta en los centros públicos y privados españoles una asignatura acerca de la religión católica (no en exclusiva), que esta sea obligatoria para todos, evaluable en iguales términos a los requeridos en las otras asignaturas e impartida por profesores con preparación adecuada, habiendo superado un proceso selectivo riguroso.
Un primer argumento comparte el planteamiento ya expuesto: la religión es una muestra más de la espiritualidad de la persona. Si se imparte educación física, y a nadie le extraña, es lógico que existan asignaturas que ayuden a descubrir, valorar y desarrollar el espíritu, en todas sus manifestaciones: la estética (clases de expresión artística, historia del arte, música…), la intelectual (todas las asignaturas clásicas propias de la formación en filosofía, humanidades, ciencias sociales y experimentales) y también la religiosa.
¿Deberían impartirse, además de las clases de religión católica, otras clases alternativas de religión judía, musulmana o protestante en centros educativos públicos o concertados?
La religión católica en España permite conocer, valorar y disfrutar cabalmente de nuestra historia, cultura, tradiciones, arte y folklore. Es una garantía para los procesos de integración de los inmigrantes. No supone ninguna discriminación ni desprecio a otras denominaciones religiosas, simplemente les da un contexto de llegada y unas referencias del país que los acoge. Tampoco debería ser un problema administrativo que los padres que no compartieran esas creencias, o que no tuvieran ninguna, pudieran inscribir a sus hijos en esas clases si lo desean o cursar una asignatura sobre el hecho religioso o las grandes religiones del mundo, por lo ya dicho.
¿Deberían impartirse, además de las clases de religión católica, otras clases alternativas de religión judía, musulmana o protestante en centros educativos públicos o concertados? No veo por qué no, si hay un número de alumnos significativo que lo soliciten. Es un deber de la escuela colaborar y dar respuesta a las necesidades formativas que se planteen.
El hecho de incluir la religión en programas públicos oficiales es un gesto de reconocimiento que compete a la autoridad política y que pone de manifiesto que la religión es un elemento más de la vida pública y de la historia del propio país
Las cuestiones importantes para que esta propuesta sea tomada en consideración son: la seriedad y la unidad de criterios entre todos, que la selección de profesores la haga la autoridad religiosa correspondiente, que haya un programa y unos libros de la asignatura públicos, que se acompañen de una metodología pedagógica adecuada, que la elección sea hecha por los padres informando a sus hijos, que el número de horas sea suficiente para explicar esos contenidos, que los profesores cobren lo mismo que los profesores de otras asignaturas, etc. Si todas las denominaciones religiosas se sitúan en idéntica línea de exigencia, no es posible hablar de discriminación ni de desprecio. No se trata de evaluar convicciones religiosas, sino contenidos objetivos, propios de la asignatura.
¿Por qué en la escuela y no en la parroquia, mezquita, sinagoga o iglesia denominacional? Como todo lo dicho, es opinable. El hecho de incluir la religión en programas públicos oficiales correspondientes a los estudios de Primaria, ESO, Formación Profesional y Bachillerato, es un gesto de reconocimiento que compete a la autoridad política y que pone de manifiesto que la religión es un elemento más de la vida pública y de la historia del propio país.