Hay jinetes de luz en la hora oscura
Javier Pérez Castells | 17 de septiembre de 2018
No hay título más elevado y de mayor prestigio educativo que el de doctor. Conseguirlo implica una firme decisión personal de crear nuevo conocimiento. Agregar un granito de arena a partir de un largo e intenso trabajo de investigación que implica la recogida y estudio de precedentes, creación y análisis de datos y formulación de conclusiones tras la correspondiente discusión.
En un mundo con enormes facilidades de acceso a la información, utilizar trabajos de otro como si fueran los de uno, es decir, el plagio en la universidad o en otros ámbitos, se ha vuelto algo tan sencillo de hacer que constituye una autentica plaga. Algo que muchos aprenden desde el colegio, pero para cuya detección cada vez existen mejores herramientas. El peor plagio imaginable es el del trabajo más importante de la vida, el que nos conduce a la obtención del más elevado título universitario, que nos concede aquel birrete laureado y nos permite llevar los blancos guantes símbolo de pureza…
La sociedad española ve con buenos ojos la pillería académica. Pero, cuando hablamos de tesis doctorales, nos movemos en un ámbito global y todos sabemos que en el mundo científico de hoy día el plagio en la universidad se considera muy grave. Las páginas dedicadas a evitar el plagio en las principales editoriales científicas son rigurosas. Llenas de gravísimas advertencias para los incumplidores.
Uno de los más importantes químicos orgánicos americanos fue destituido de su cátedra por copiar dos frases en la introducción de un trabajo científico. Dos ministros alemanes dimitieron cuando se comprobó que una parte de sus tesis doctorales habían sido plagiadas. Sucedió en 2011 y en 2013, y se trataba de tesis doctorales realizadas mucho antes de ser políticos famosos. El presidente del Bundestag afirmó entonces que el plagio “es un clavo de ataúd para la confianza en la democracia”.
Todo conocimiento se basa en el trabajo de nuestros predecesores. En las introducciones de cualquier trabajo científico aparecen resúmenes y citas textuales de otros. Deben estar convenientemente referenciadas y, en caso de tratarse de citas textuales, deben ir entrecomilladas y referenciadas con exactitud.
Para facilitar aún más el acceso a mi tesis, se abrirá en su totalidad a lo largo del día de mañana. Os dejo aquí una reflexión sobre lo que significó para mí y sobre todo lo especulado estos días al respecto: https://t.co/ZdqLiEf97r
— Pedro Sánchez (@sanchezcastejon) September 13, 2018
Es probable que la mayor parte del plagio en la universidad ocurra por ignorancia o por prácticas incorrectas de trabajo. A veces, debidas a la presión o a la falta de conocimiento preciso de muchos jóvenes doctorandos acerca de los límites que implica caer en el plagio. Aun en este caso, ser acusado de plagio en cualquier país suele conllevar sanciones severas con consecuencias personales y profesionales importantes, así como un daño a la reputación de la institución. Cuestión diferente es el plagio deliberado y extenso con fines de apropiación consciente del trabajo de otro (aunque sea con su consentimiento). Entonces las sanciones llegan a la anulación del título.
Que la tesis de Pedro Sánchez seguramente es mediocre, o que ha sido desarrollada con ayuda, o que el tribunal fuera de amiguetes y el cum laude no merecido no es el centro del problema que tiene el presidente del Gobierno. No es todo eso algo único en el marasmo universitario español y más en el período que hemos vivido con la extinción de los planes de doctorado antiguos y el aluvión de tesis terminadas de forma poco deseable. Es, no obstante, llamativo que todos los males indeseables del sistema de doctorado se reúnan en una misma tesis, y es obsceno, que quien la firme no tenga una necesidad imperiosa de defenderla, y sí una pretensión de liderazgo y de ser modelo ejemplar para todo un país. Todo supone un desprestigio y un flaco favor a un sistema necesitado de cultura de esfuerzo y liderazgo intelectual. Pero los problemas serios, los que podrían comprometer el futuro del político del presidente empiezan cuando se hablan de numerosos fallos de citación, textos totalmente exactos o con cambios sospechosamente fútiles utilizados sin cita, y repeticiones de textos propios (autoplagio), cuestión no permitida en una tesis donde se hace mucho hincapié en la originalidad total.
De las sospechas de plagio en la tesis de Pedro Sánchez a la mentira en el Congreso
Se ha publicado finalmente la tesis tras pasarla por un par de herramientas antiplagio. Desconozco si el resultado zanja el problema, porque los porcentajes de similitud no son algo que pueda considerarse definitivo. Hay que estudiar los fragmentos detectados como copiados, para ver si afectan a la esencia del trabajo, o si se han referenciado correctamente. Sospecho que no acabaremos teniendo un veredicto claro. Pero hemos asistido a una falta de respeto hacia todos aquellos que dedican el mayor de sus esfuerzos (de tiempo y económicos) a hacer una tesis. Abunda, además, en la desgraciada idea, aunque cierta en muchos casos, sobre las prebendas de la clase política que cree tener derecho a todo sin contrapartida, incluidos los títulos universitarios.
Hacer una tesis supone una decisión vocacional de entrega a la ciencia durante un periodo dilatado e intenso. Existen formas distintas de entenderlo según los distintos saberes, pero es difícil compaginar la tarea con una vida profesional. Y es muy sospechoso que políticos con importantes responsabilidades (los ha habido de todos los partidos) se doctoren. O no hacen su trabajo o no hacen bien su tesis. Por otra parte, lo que ha ocurrido con los másteres y ahora con el doctorado de algunos políticos debería servir de reflexión y mejora del rigor con el que se evalúan y se tramitan los trabajos. Hay una verdadera jungla universitaria que desbrozar.