Hay jinetes de luz en la hora oscura
Esther Díaz Calderón | 08 de octubre de 2018
Un estudio llevado a cabo en el Centro de Investigación de Stanford concluye que “el 85% del éxito profesional depende del desarrollo de las llamadas habilidades blandas y solo el 15% está vinculado a destrezas y conocimientos técnicos adquiridos”.
Si bien es cierto que en el pasado se primaba un extenso currículum plagado de títulos y diplomas, ahora la realidad es muy distinta. Si analizamos, por ejemplo, las descripciones de puestos que figuran en Linkedin, nos damos cuenta de que se repiten constantemente competencias como la capacidad resolutiva, la manera de enfrentarte a los problemas y tomar decisiones conscientes, la adaptación a los cambios o la habilidad para manejarte en la incertidumbre y trabajar con equipos diversos.
Es obvia la importancia de adquirir las habilidades duras o hard skills que nos permitirán desempeñar nuestro puesto de trabajo pero, si estas no se complementan con habilidades blandas, nuestra oferta de valor perderá precisamente ese “valor” que esperamos aportar a la organización. Y esto será, casi con total certeza, lo que nos diferencie del resto de candidatos, lo que nos hará destacar durante el proceso de selección y después nos permitirá crecer y ayudar a otros a desarrollarse cuando nos integremos en un equipo de trabajo.
Las habilidades blandas o habilidades personales también están más valoradas porque se tarda más tiempo en aprenderlas y requieren más esfuerzo y constancia, lo que muestra determinados rasgos de personalidad, como la perseverancia y el optimismo, que son clave a la hora de enfrentarnos al fracaso, convirtiéndonos en personas más resilientes. Además, no hay que olvidar que un buen manejo de nuestra comunicación verbal y lenguaje corporal hará que nuestro impacto sea mayor en una entrevista personal, en una reunión de equipo o en una presentación de un proyecto.
Educar en el presente con habilidades de futuro es el reto del vertiginoso mundo laboral
Daniel Goleman, en su libro Inteligencia Emocional y, posteriormente, en el llamado Inteligencia Social, aborda la importancia de desarrollar estas habilidades no solo para el trabajo, sino también para la vida. Mejorando nuestra manera de gestionar las emociones propias y de otros conseguiremos establecer relaciones más sanas que nos ayudarán a ser más felices.
Según Marshall B. Rosemberg, en su libro Comunicación no violenta, se trata de asumir la responsabilidad de nuestros sentimientos y emociones, sin culpar al otro de nuestras acciones. Rosemberg propone los siguientes pasos para conectar a nivel emocional y mejorar las relaciones:
En definitiva, cuando estamos trabajando en el desarrollo de estas habilidades blandas, casi sin darnos cuenta nos estamos convirtiendo en mejores personas apoyándonos en nuestros valores. A través de la autoestima y la automotivación trabajamos el coraje y la pasión, y viceversa; con el autocontrol, la templanza; con la escucha activa, el respeto; con la asertividad, la prudencia y la honestidad y, con el reconocimiento, la generosidad y la bondad.
Por tanto, valores como la autenticidad, la integridad y la amabilidad, junto con la habilidad para gestionar tus emociones y tus relaciones con los demás, es lo que determinará tu éxito profesional y te permitirá liderar el cambio en la sociedad.
¡Encuentra hoy el líder que hay en ti y entrénalo!