Hay jinetes de luz en la hora oscura
José Manuel Muñoz Puigcerver | 14 de junio de 2017
Desde el estallido de la crisis del Euromaidán en noviembre de 2013, Ucrania se ha convertido en el campo de batalla de una especie de nueva “guerra fría comercial” entre Rusia y la Unión Europea. Ya en aquel entonces, la chispa que encendió la mecha del polvorín en el que hoy se ha convertido la extinta república soviética surgió como consecuencia de las protestas acaecidas entre los partidarios de la firma del Tratado de Libre Comercio con la propia UE y los prorrusos favorables al entonces presidente del país, Víktor Yanúkovich. El conflicto terminó desembocando en lo que a día de hoy es una cruenta guerra civil, con algunos episodios tan significativos y peligrosos para el débil equilibrio de fuerzas internacional como la apropiación de la Península de Crimea por parte del Gobierno de Putin tras un simulacro de referéndum.
Lo que está ocurriendo en Ucrania es un clarísimo ejemplo de cómo la política y la geoestrategia son aspectos que resultan indisociables del comercio internacional y que, por lo tanto, conviene incluir en los análisis económicos de la situación para obtener un diagnóstico certero. Tanto es así que la postura de ambos adversarios en liza es diametralmente opuesta, ya que mientras que Rusia trata de ahogar comercialmente todo lo que puede a Ucrania, la UE intenta ganarla para la causa a través de una serie de ventajas a sus exportaciones.
Por lo que respecta a Rusia, el boicot que inflige a su exrepública no alcanza únicamente a los productos ucranianos, sino también a todos aquellos bienes que tengan Ucrania como destino. Por este hecho, el comercio entre Ucrania y Kazajistán ha decaído considerablemente como consecuencia de este bloqueo (a la vez que se ha convertido en más lucrativo para quienes intentan burlarlo), lo que ha provocado que los ucranianos estén tratando de buscar nuevos socios comerciales. Uno de los países favorecidos por este hecho podría ser Sri Lanka, con el que, según datos oficiales, Ucrania ha llegado a multiplicar recientemente sus relaciones comerciales por cuatro.
En cambio, la Unión Europea se encuentra en pleno proceso de diseño de las líneas maestras que trazarán la postura oficial a adoptar en la cumbre bilateral UE-Ucrania de los próximos días 12 y 13 de julio en Kiev. Precisamente, la Eurocámara acaba de aprobar la ampliación de determinadas ventajas comerciales concedidas a Ucrania, condicionadas al cumplimiento de ciertos avances en la lucha contra la corrupción. Estas prerrogativas alcanzan a un gran número de bienes procedentes del sector primario, con la excepción de tomates, trigo, urea y ciertos componentes para fertilizantes, tal y como establece el propio Tratado de Libre Comercio entre ambos que entró en vigor en 2016.
Ukraine parties to celebrate visa-free access to EU https://t.co/u9VLq3LXaJ pic.twitter.com/gz7T0lXJib
— euronews (@euronews) June 13, 2017
En definitiva, más que aludir a la guerra de Ucrania, deberíamos hacer referencia a la guerra en Ucrania, ya que los contendientes en la misma son dos grandes bloques comerciales que tratan apoderarse de los beneficios de este país en pos de sus propios intereses. Y ya se sabe que, cuando se mezclan las cuestiones económicas con las políticas, al final es la población misma, es decir, el eslabón más débil del conflicto, la que resulta más perjudicada.
Decisiones como la subida del salario mínimo interprofesional o el fin del diésel han provocado un incremento de costes laborales, superior al 20%, que acaban pagando los más débiles.