Newsletter

El Debate de hoy

Hay jinetes de luz en la hora oscura

  • Portada
  • Política
  • Internacional
  • Economía
  • Educación
  • Sociedad
  • Familia
  • Cultura
  • Historia
  • Ciencia
  • Tecnología
  • Enfoques
  • El Astrolabio
  • Entrevistas
  • Pódcast
  • Viñetas
  • Especiales
  • Especial Villacisneros
E
Economía

Donald Trump, NAFTA y por qué México no destruye puestos de trabajo en Estados Unidos

Manuel Llamas | 06 de septiembre de 2017

Economía

La subida de cotizaciones dará la puntilla final a miles de autónomos De una crisis de financiación a una crisis de producción La factura del nacionalismo catalán: estancamiento, altos impuestos y deuda María Blanco: «Pagar impuestos no es una virtud, si no lo haces te meten en la cárcel» El paro en España: camino de los seis millones Y ElRubius tomó el pendique

El presidente Donald Trump continúa con su cruzada proteccionista en Estados Unidos y avanza en la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, el NAFTA. Sus argumentos contra este acuerdo no son nada sólidos en lo económico y optan por la pura ideología.

Uno de los principales objetivos que se ha marcado el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, para recuperar la grandeza perdida de su país, tal y como rezaba su ya conocido lema de campaña –Make America Great Again-, es renegociar los tratados de libre comercio para “proteger” a la industria norteamericana de la competencia extranjera, con el vano fin de frenar la deslocalización de empresas y, de este modo, evitar la destrucción de puestos de trabajo, especialmente en la industria manufacturera. El proteccionismo de Trump es, sin duda, una de sus grandes banderas políticas, pero el líder republicano se equivoca de plano tanto a la hora de diagnosticar el problema como de recetar la posible solución a la destrucción laboral que padece la industria norteamericana.

Tras retirar a Estados Unidos del Acuerdo Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés) y paralizar las negociaciones con la Unión Europea para impulsar aún más las relaciones comerciales a través del polémico TTIP, ahora le llega al turno al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA) firmado con México y Canadá, cuya entrada en vigor tuvo lugar el 1 de enero de 1994. Trump ya advirtió antes de ser elegido presidente que este acuerdo había sido un “desastre” para la economía norteamericana, ya que, por un lado, propició el aumento de las importaciones, lastrando así la balanza comercial, y, por otro, facilitó la destrucción de empleo industrial mediante la fuga de empresas e inversiones hacia México, donde los costes laborales son mucho más bajos. Por esta razón, Washington se propone ahora renegociar este tratado con el objetivo de alcanzar un pacto antes de final de año, bajo la amenaza de suspenderlo de forma unilateral. Se trata de un discurso directo, claro y sencillo de entender para buena parte de sus electores, de ahí el éxito relativo de su campaña, pero no por ello menos falaz, erróneo y perjudicial para los intereses estadounidenses.

We are in the NAFTA (worst trade deal ever made) renegotiation process with Mexico & Canada.Both being very difficult,may have to terminate?

— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) August 27, 2017

Lo primero que cabe señalar al respecto es que el NAFTA, al igual que la inmensa mayoría de estos acuerdos, poco o nada tiene que ver con el libre comercio. No en vano, difícilmente puede ser considerado como tal si se tiene cuenta que el documento en cuestión consta de más de 1.700 páginas -incluyendo notas y anexos- llenas de regulaciones para reducir los aranceles sobre algunos productos, que no todos (el 50% aproximadamente), y, sobre todo, para tratar de homogeneizar las complejas normativas y procesos burocráticos que rigen el comercio entre estos tres países. En realidad, es lo opuesto al libre comercio, entendido éste como la plena libertad que tienen particulares y empresas para comprar y vender en el extranjero sin interferencia gubernamental alguna. Es decir, sin aranceles, subsidios, cuotas, licencias ni directrices regulatorias que, en el fondo, no son más que barreras artificiales para impedir o dificultar el intercambio comercial.

Ahora bien, en cuanto a su impacto laboral, la Administración Trump afirma que el NAFTA ha destruido unos 700.000 empleos en la industria estadounidense, a un ritmo medio de 30.000 puestos al año. El problema, sin embargo, es que este dato no tiene en cuenta el empleo que se ha creado en Estados Unidos gracias al aumento de las exportaciones destinadas a México, cuyo volumen también se ha disparado desde mediados de los años 90, tal y como refleja el siguiente gráfico.

Según las estimaciones más pesimistas, las empresas exportadoras habrían generado unos 300.000 puestos de trabajo, con lo que el balance neto se reduciría a poco más de 400.000 empleos perdidos. Se trata de una cifra minúscula en comparación con los 130 millones de puestos de trabajo a tiempo completo que posee la primera potencia mundial, equivalente tan sólo al 0,3% de su mercado laboral. Pero es que, además, según estos mismos cálculos, buena parte de esos trabajos (unos 300.000) no habrían desaparecido del todo, sino que se habrían desplazado desde la industria manufacturera hacia otros sectores de la economía, de modo que, en el peor de los escenarios, la destrucción laboral rondaría los 116.000 empleos netos. Dicho de otro modo, sin el NAFTA, Estados Unidos contaría hoy con un 0,1% más de ocupados. Magro resultado para tanta polémica.

Tal y como concluyó el Servicio de Estudios del Congreso en un detallado informe publicado el pasado mayo, el NAFTA “no causó las enormes pérdidas de empleos temidas por sus críticos ni las grandes ganancias económicas predichas por sus partidarios”. Por el contrario, su efecto neto sobre la economía estadounidense ha sido “relativamente modesto” debido, principalmente, a que el comercio con Canadá y México apenas representaba un 5% del PIB de Estados Unidos cuando entró en vigor el acuerdo -en el caso de México, su peso se reducía al 1,4%-. Por ello, la mayoría de expertos coinciden en que esa relativa apertura comercial con los países vecinos apenas ha aportado entre un 0,1% y un 0,5% al crecimiento anual del PIB estadounidense. Y la mejor prueba de su nulo impacto negativo es que el paro siguió bajando con intensidad en Estados Unidos tras la entrada en vigor del tratado.

¿A qué responde entonces el declive del empleo industrial? El peso que representa la industria en el mercado de trabajo se ha hundido desde el 30% que registrada en 1950 a menos del 9% que ostenta en la actualidad, pero este descenso no es fruto del NAFTA, cuya puesta en marcha fue muy posterior, ni de la tan vilipendiada globalización, sino del fuerte incremento de la productividad que ha experimentado este sector a lo largo de las últimas décadas, tal y como explica el economista J. Bradford DeLong.

No es un fenómeno nuevo. Algo similar sucedió durante la primera mitad del siglo XIX, cuando la agricultura fue perdiendo terreno en detrimento de la pujante industria. Los avances tecnológicos, como la llegada del tractor y el resto de maquinaria agrícola o la mejora de los fertilizantes y las semillas transgénicas, permiten hoy producir muchos más alimentos empleando una centésima parte de la mano de obra que hacía falta dos siglos atrás. Lo mismo sucede con la industria, y no sólo en Estados Unidos, sino en la mayoría de países desarrollados, incluida Alemania, donde su peso sobre el empleo total ha caído desde el 39,5% en 1970 a menos del 19% actual.

A mediados del pasado siglo, la industria precisaba muchos más trabajadores para fabricar cada coche o electrodoméstico, pero el ingente aumento de la productividad que ha propiciado la automatización y la aplicación de nuevas tecnologías permite fabricar mucho más y  a menor precio con menos empleados, ya que la demanda de esos productos no ha evolucionado de igual forma -una familia media no necesita diez coches, por poner un ejemplo-. La deslocalización de empresas y el intercambio comercial, lejos de suponer un problema, es un factor clave en la creación de riqueza y empleo, ya que mejora la eficiencia de las empresas, eleva la productividad de los trabajadores, amplía la gama de bienes y servicios disponibles y reduce el precio de los factores productivos y los bienes de consumo. El proteccionismo de Trump es pura ceguera ideológica.

Imagen de portada: El presidente de Estados Unidos, Donald Trump | NATO
podcasts

Newsletter

Te llevamos la información

Un original acercamiento a sus madrigales que no gustará a los puristas

podcasts

PODCAST

más
Economía

La subida del salario mínimo da la puntilla a un mercado agotado

Ana Samboal

Tiempo de lectura: 0 minutos.

Decisiones como la subida del salario mínimo interprofesional o el fin del diésel han provocado un incremento de costes laborales, superior al 20%, que acaban pagando los más débiles.

Economía

Primer decretazo de Sánchez: alquileres más caros y menos empleo ¿Esclavos del «like»? La tecnología al servicio al cliente La guerra comercial entre China y EE.UU. ¿Una catástrofe inminente? Sanidad privada: ¿por qué los españoles cada vez la eligen más? La reforma del alquiler. El Gobierno echa leña al fuego a golpe de decreto

El Debate de hoy

  • Quiénes somos
  • cookies
  • aviso legal
  • política privacidad rrss
  • suscríbete
© 2021 El Debate de Hoy
El sitio web utiliza cookies propias y de terceros para recopilar información que ayuda a optimizar su visita a sus páginas web. No se utilizarán las cookies para recoger información de carácter personal. Si continúas navegando consideramos que aceptas su uso.
Encontrará más información en nuestra Política de Cookies.