Hay jinetes de luz en la hora oscura
Ana Samboal | 27 de septiembre de 2017
No hace ni un año, algunos de los grandes empresarios de Cataluña confiaban en que la tensión palpable que desprendía la provocadora actitud de su gobierno autonómico acabaría reconduciéndose hacia un nuevo pacto fiscal con Moncloa. A buen resguardo de las cámaras, explicaban que los nacionalistas estaban estirando la cuerda con el fin de sentarse a la mesa con ventaja. Con el fin de empujar en esa dirección, ellos fueron inspiradores y también los principales valedores de la operación diálogo que, sin éxito, emprendió Soraya Sáenz de Santamaría. Erraron en el diagnóstico, quizá porque creían lo que querían creer, a pesar de que las palabras y los hechos de las fuerzas dominantes en el Parlamento catalán decían todo lo contrario. Hoy, probablemente, no les llegue la camisa al cuello. Porque una declaración unilateral de independencia, un escenario que, quién lo iba a decir, ahora nadie descarta, abocaría inmediatamente a la quiebra a la hipotética nación catalana y llevaría a un altísimo riesgo empresarial de Cataluña, pero colocaría también en una gravísima posición no solo política, sino también financiera, al resto de España. Sería un “suicidio”, en las acertadas palabras de Luis de Guindos.
¿Afectará el #referendum ilegal a la @GrupoBME? Lo explica Ana Samboal. #Economia #Diada2017 #db https://t.co/tFyne6onMD
— El Debate de Hoy (@eldebatedehoy) September 11, 2017
Aunque no parece posible que esa amenaza se materialice hasta el punto de consolidarse, la provocación constante de los independentistas ha comenzado ya a pasar factura. El mismo ministro de Economía ha desvelado que se está poniendo en riesgo la instalación de una fábrica de automóviles en la zona franca de Barcelona. ¿Cuántas empresas han aplazado una inversión prevista, a la espera de ver un desenlace definitivo al tristemente célebre proceso? ¿Qué coste de oportunidad se ha pagado? ¿Cuántos potenciales empleos se han dejado de crear? Solo en el primer semestre del año, Cataluña ha perdido más de un largo centenar de empresas. De ser la comunidad que exhibía el tejido productivo más dinámico del país, al inicio de la democracia, con joyas tan relucientes como La Caixa o Gas Natural, ha pasado a ser la que más empresas expulsa. Por encima de Andalucía. Y esa constante provocación política no afecta solo a las decisiones empresariales, también incide en las de los hogares y personas. ¿Cuántas compras de viviendas, cuántas decisiones de consumo se han pospuesto como consecuencia de la incertidumbre que genera esta deriva hacia ninguna parte? La ausencia de un escenario estable y predecible es el gran enemigo del dinero. Por eso, el ruido ensordecedor se ha comenzado ya a trasladar a la economía. Lo ha advertido el Círculo de Empresarios, ante el riesgo empresarial de Cataluña: la demanda interna se está deteriorando. En mayor medida en Cataluña, pero se observa ya en toda España.
"El @circulodempresa pretende hacer frente al desafío independentista de #Cataluña". Lo explica M.A. Gozalo. #dbhttps://t.co/748zDEndFe
— El Debate de Hoy (@eldebatedehoy) September 19, 2017
El último informe de JP Morgan, convenientemente filtrado a la Prensa, ha logrado por fin encender las luces de alarma. Después de tantos años de sacrificios, de sudor, de lágrimas… ¿van a destruir lo que hemos logrado todos los españoles a base de esfuerzos en un puñado de semanas? El banco de inversión americano recomienda a sus clientes que, si quieren invertir en Europa, opten por poner sus ahorros en deuda portuguesa o alemana. Y es que nunca se sabe cómo van a acabar los procesos, como este, de corte revolucionario. Si los grandes fondos internacionales, que mueven miles de millones con una sola orden de compraventa, se deshacen de nuestros activos, acabará subiendo el precio que pagamos por financiarnos. Se encarecerá la deuda de la administración pública, de la que tan dependientes somos, y la de las empresas. Por eso, es necesario no solo poner fin a esta terrible aventura lo antes posible, mejor hoy que mañana. No hay tiempo que perder ante el riesgo empresarial de Cataluña. Y, después, cortar de raíz cualquier posibilidad de que vuelva a reproducirse. Nos ha costado muy caro recuperar la confianza del mundo. No podemos permitirnos el lujo de que, por la locura caprichosa que se ha adueñado de menos un diez por ciento de la población española, se vuelva a poner en cuestión nuestra credibilidad.
Decisiones como la subida del salario mínimo interprofesional o el fin del diésel han provocado un incremento de costes laborales, superior al 20%, que acaban pagando los más débiles.