Hay jinetes de luz en la hora oscura
Ana Samboal | 17 de octubre de 2018
Las familias destinan un 17’5% de sus rentas a pagar la vivienda, aunque en algunas comunidades esa cifra se acerca al 30%. Son datos de la AEB (Asociación Española de Banca) que indican que, después de la larga crisis, los niveles de esfuerzo de propietarios e inquilinos se enmarcan en parámetros razonables. La vivienda, que en la vorágine que precedió al estallido de la burbuja en 2007, se llevaba en algunos casos más de la mitad del presupuesto de un hogar, no debería detraer más del 30% de los ingresos para mantener una estructura de gasto razonablemente cómoda. La alerta llega en la segunda parte del informe, en el que indica que, pese a la relajación de las últimas semanas, el incremento del precio de la vivienda no ha hecho más que empezar, lo que acabará por poner en aprietos muchos presupuestos familiares.
La patronal bancaria cita varios factores que contribuirán a encarecer los inmuebles. En primer lugar, un cambio de tendencia en la curva de tipos de interés. Los analistas de las entidades financieras esperan una subida del euríbor propiciada por un endurecimiento en la política monetaria para mediados de 2019. La segunda causa vendría derivada de un repunte de los costes laborales en el sector, donde la mano de obra se ha especializado. Y el tercero es la escasez de suelo disponible para construir. Si en plena burbuja inmobiliaria las grúas dominaban el paisaje de cualquier ciudad española, ahora escasean. En gran medida, debido a que los grandes ayuntamientos, gobernados en su mayoría por Podemos, son alérgicos a la hora de aprobar nuevos desarrollos urbanísticos. No hay mejor muestra que la resistencia de Manuela Carmena a dar luz verde definitiva a la ya célebre ‘Operación Chamartín’ o ‘Castellana Norte’, en Madrid.
El mercado del alquiler se dispara en España . Cuando poseer menos significa tener más
Esa alergia a la construcción de obra nueva, que no se compensa con el estímulo a la rehabilitación o puesta en el mercado de inmuebles antiguos, es la que estimula el incremento de precio de la vivienda y no el manido argumento de los pisos turísticos, que, según la Comisión Nacional del Mercado de la Competencia (CNMC) apenas ha tenido incidencia. En cualquier caso, la subida de los últimos meses se ha distribuido de forma desigual en el territorio. Si bien en grandes urbes como Madrid o Barcelona se ha encarecido sustancialmente, en algunas otras zonas menos pobladas, como en la mayoría de las ciudades de Castilla y León, los pisos no han alcanzado todavía los valores previos a la crisis. Ni los destinados a la compra ni los que se colocan en el mercado del alquiler.
En cualquier caso, si ha llegado a haber burbuja, que los expertos del sector lo ponen en cuestión, se está desinflando. Los últimos datos del mercado apuntan a que el precio de la vivienda ha comenzado a desacelerar al mismo ritmo que lo hace la actividad económica. Y no descartan que mantenga esa tendencia en el futuro inmediato. En esta ocasión, la contención de la banca, que solo ha concedido créditos a los demandantes de probada solvencia, ha contribuido a evitar la exuberancia de antaño. Eso no significa que cualquiera pueda acceder a un inmueble en alquiler o en propiedad. Dado que los salarios siguen contenidos, cuando no congelados, hacerse con las llaves de un piso no está al alcance de cualquiera y, aunque los costes se contengan o incluso bajen, el encarecimiento del dinero seguirá vetando ese acceso a una parte de la población.
La llave para abrir ordenadamente el mercado y propiciar una contención de los precios está en manos de las administraciones locales. Si liberan paulatinamente el suelo para construir, podrán equilibrar el efecto que provoque la subida de tipos de interés. Ahora bien, tal vez prefieran construir viviendas sociales. Generar voto cautivo es siempre una aspiración que ronda la cabeza de cualquier político.
Decisiones como la subida del salario mínimo interprofesional o el fin del diésel han provocado un incremento de costes laborales, superior al 20%, que acaban pagando los más débiles.