Hay jinetes de luz en la hora oscura
Íñigo Petit Zarzalejos | 29 de noviembre de 2017
Las compras por Internet son una realidad social desde hace mucho tiempo, y año tras año comprende una realidad económica mayor, batiendo máximos de forma consistente tanto en número de transacciones como en el volumen de las mismas.
En azul: cifra de negocio en millones de euros. En amarillo: variación interanual del volumen de negocio | CNMC
La facilidad que supone comprar algo desde casa y recibirlo donde mejor nos venga resulta una oferta insuperable por prácticamente cualquier comercio “de calle”, con las debidas excepciones para sectores como la restauración o la salud, donde los efectos de Internet son muy diferentes. Y una de las principales barreras que encontraba el comercio electrónico, la de la confianza, cada vez se hace más pequeña a base de buenas experiencias y mayor penetración en la sociedad.
En esta batalla, ya hay varios grandes jugadores que ofrecen todo tipo de productos a nivel global, desde libros físicos hasta materiales químicos al por mayor. El sin fin de productos que ofrecen es inmanejable y las condiciones de venta no pueden ser mejores: pago seguro mediante Paypal o tarjeta bancaria, entrega en 48-72 horas y un servicio postventa digno de las mejores tiendas. No son pocas las veces que nos hemos preguntado ¿cómo lo hacen?
Resulta evidente que este fenómeno ha cambiado una parte de nuestra vida, y todavía hoy resulta en gran parte un misterio (la poca transparencia y los celos por la propiedad intelectual hacen que no tengamos información completa sobre el funcionamiento interno de las empresas), pero hay cosas que sí podemos destacar. La clave está en entender que no estamos hablando de tiendas sino de empresas logísticas que, en general, no producen los productos que comercializan, sino que distribuyen los de terceros. Lo que se conoce como un Marketplace en el mundo marketiniano.
Sin embargo, tenemos la costumbre de ver las cosas como consumidores, pero a veces, como en este caso, es mucho más interesante la propuesta de valor que ofrecen estas plataformas a muchos pequeños y medianos empresarios. Por ejemplo, si tenemos una empresa de reprografía de camisetas, cualquiera de las grandes tiendas online puede ser el trampolín idóneo para multiplicar nuestras ventas. Lo mismo con cualquier otra actividad manufacturera, con mejores resultados cuanto más internacional sea el producto. En China saben muy bien de lo que hablamos.
Crear una tienda en Internet resulta extremadamente sencillo hoy en día, basta con tener un producto, ser autónomo, tener una página web y una cuenta bancaria con pasarela de pago. Sin embargo, en un mundo digitalizado, lo difícil es darnos a conocer, extender nuestro producto. Por ello, estas plataformas actúan como una suerte de centros comerciales, perfectos para crecer en clientes y visibilidad. Además, para los más ambiciosos, su presencia global permite internacionalizar el producto. No en vano, con datos de la CNMC, la mayor parte de las operaciones de comercio electrónico que se producen en nuestro país son desde España hacia el exterior.
Volumen de negocio electrónico segmentado geográficamente | CNMC
Transacciones de comercio electrónico segmentado geográficamente | CNMC
Pero el tema no se queda ahí. En una vertiente más técnica, todas las grandes compañías del sector ofrecen otros servicios a empresas que pueden resultar de gran utilidad, desde servidores web (Amazon se encuentra entre los mejores a través de Amazon Web Services, que facturó más de 12.000 millones en 2016) hasta un servicio completo de mensajería. Su eficiencia logística les permite adaptar fácilmente su negocio para cubrir toda necesidad que pueda resolverse con sus infraestructuras, ya sean informáticas o físicas, arrasando con todo a su paso.
Como suele decirse, si no puedes con tu enemigo únete a él. En este caso, además, nos recibirán con los brazos abiertos pues su mayor interés está en convertirse en la plataforma de compras con mayor volumen de transacciones del mundo, optimizando al máximo sus capacidades y sus sinergias (que sin duda son muchas). Hay muchas empresas que ya han nacido con esa vocación, la de aprovechar estas plataformas de venta.
Así pues, Amazon -o cualquiera de las grandes compañías- no solo ha cambiado nuestras vidas, también puede cambiar por completo nuestro negocio.
Decisiones como la subida del salario mínimo interprofesional o el fin del diésel han provocado un incremento de costes laborales, superior al 20%, que acaban pagando los más débiles.