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Economía

La banca (no) siempre gana con la sentencia de las hipotecas

Luis Núñez Ladevéze | 15 de noviembre de 2018

Economía

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La sentencia del Tribunal Supremo sobre el impuesto de las hipotecas es una decisión épica que ha provisto la única solución para satisfacer las pretensiones de los implicados en el desbarajuste. La magistratura paga con su crédito los platos rotos.

Nunca será bastante el agradecimiento a la Sala Tercera por su dictamen sobre las hipotecas. No ha sido el juicio salomónico que cabía esperar. La imaginación creadora de los magistrados ha desbordado las expectativas con una poción mágica de suma positiva para todos los jugadores situados ante el tablero.

Tenían que deshacer una madeja tan enredada como expresa la dificultad de que el pleno requiriera el más apretado desenlace. Quince a trece es un equilibrio digno de un set para final de un partido entre Rafa Nadal y Roger Federer. Desagradecida, la sociedad no reconocerá la deuda contraída. Los protagonistas se conformarán con que la recompensa a la virtud nunca va aparejada al reconocimiento corporativo, sino al cumplimiento del deber. Alta motivación para resignarse al desaire hacia una decisión épica que ha suministrado ganancia para todos.

Si había un lío jurídico, han deshecho el nudo gordiano. Han provisto la única solución para satisfacer las distintas pretensiones de los concernidos por el desbarajuste. Resolvieron a quién corresponde legalmente pagar el impuesto de actos jurídicos documentados. Asunto jurídicamente zanjado por la Sala Tercera.

La ministra suspira y la banca respira

Si había un problema económico, los jueces han despejado el horizonte planteado a las haciendas autonómicas. La ministra, María Jesús Montero, que suspiraba sobre cómo abordar el aumento de la deuda de cinco mil millones de euros que han cobrado por adelantado las autonomías gracias al impuesto, puede suspirar agradecida. Sin aumento de la deuda, ni tendrá que dar explicaciones confusas en Bruselas. Los jueces del Supremo han resuelto su problema.

Tras el susto, la banca respira de nuevo, tan aliviada como la ministra y el Gobierno, aunque lo disimulen. No habrá efectos retroactivos por impago del trámite. El Ibex se recupera. Asegurada la cobertura de los bancos, expuestos a devolver a los clientes los impuestos que han venido pagando durante cinco años en nombre de la banca. La resolución magistral la salva de dejar sus balances en descubierto.

Impuesto sobre las hipotecas. La Justicia pierde crédito

Si había un problema legal, se le regala al Gobierno una reforma legislativa, mediante decreto exprés, que no puede contrariar ni a la oposición más extremista de la extrema derecha ni a sus socios más extremistas de la extrema izquierda. ¿Quién defendería ahora la ley que el Partido Socialista promovió en1993 para aumentar el afán recaudatorio del Estado de las Autonomías? Tenía que enmendar la plana un Gobierno monocolor. Objetivo indiscutible: la banca pagará desde ahora. Aunque el Gobierno del doctor tenga que agradecérselo a los magistrados, la gratitud no constará en la próxima tesis doctoral.

El populismo podemita entra a saco en la barra libre de las hipotecas: “Queremos que nunca más los españoles paguen este impuesto y que lo pague el sector financiero”. En el sector financiero ni cabe ni cabrán españoles. Si los hubiera, hace tiempo que los habrían echado, al igual que Nicolás Maduro echa al fascismo disidente para que no contagie la candidez hipotecaria del pueblo. A cambio, bienvenidos los ilegales que alfombran con sus mantas las superficies urbanas. El podemismo destapa la línea que distingue a los españoles de los financieros confabulados para que no se devuelva el dinero arrebatado por impuestos regresivos a hipotecados indefensos. Si era necesario un nuevo motivo para desestabilizar la división de poderes, Podemos lo halla gracias a la resolución del Supremo.

La OCU consigue que el Gobierno se sume a sus argumentos, al proscribir por decreto que sean los bancos, no los clientes, los que paguen por la tramitación hipotecaria. Una vez más, queda patente que los poderes públicos son incapaces de frenar la rapiña bancaria que exprime los ahorros del consumidor inocente. El banco siempre gana, como lo prueba que el Ibex haya rebajado su valor de cotización en dos semanas varios millones de euros. La OCU refrena su satisfacción echando flores al presidente de la Sala Tercera.

El Gobierno tira de populismo ante el problema de las hipotecas

Los ciudadanos hemos atendido al heroísmo de unos magistrados que reman a contracorriente de una opinión moldeable. Servir al poderoso no tiene valor añadido si el poderoso no puede premiarlo. ¿Y quién premia ahora a unos jueces que han decidido a favor de la banca? Divididos, empañado su crédito por la alternancia de decisiones contrarias y expuestos a que el tribunal europeo no ratifique su resolución. Profesionales que no esperan que nadie reconozca su mérito.

¿Por qué un impuesto casposo, cuyo pago varía, como si se tratara de aceitunas, según las autonomías en que haya de recolectarse? Alivia saber que nadie haya propuesto suprimirlo.

El Gobierno saca pecho

Animado por un socio que presenta una querella para que sea desestimada, el Gobierno saca pecho. Rentabiliza por decreto el sacrificio de los magistrados que le han sacado las castañas de un horno que el Partido Socialista vino alimentando durante un cuarto de siglo. La banca pagará desde ahora el impuesto, liberada de los pasados. Las autonomías no tendrán que devolver su recaudación a cuenta. Podemos saldrá a la calle para denunciar la corrupción, porque ellos son los españolistas, no los financieros. La oposición se suma a la procesión para no aparecer como abanderada de los financieros apátridas. Al ciudadano le costará más la hipoteca, porque el banco no la facilitará sin descontar el gasto, pero se librará por fin de un impuesto que siempre fue superfluo. El diario El País descubre un chivo expiatorio encarnado en el presidente de la Sala Tercera. ¿Qué más pedir?

Agraviada y apaleada, la magistratura paga con su crédito los platos rotos de un ridículo galimatías. Los magistrados se reconfortan como lo que son, profesionales que han mostrado su independencia al proveer una resolución que a todos conviene tanto que, para disimularlo, les lleva a reprobar su probidad. Romanones dixit: «Vaya tropa».

Imagen de portada: Esculturas sobre el frontón de la fachada del Tribunal Supremo, en Madrid
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