Hay jinetes de luz en la hora oscura
Ana Samboal | 11 de septiembre de 2017
“Nuestro escenario central es que la crisis con Cataluña se resolverá. Obviamente, si las cosas dan un giro sería distinto”. Este es el comentario que hacía Yann Le Palloc, el Director de Servicios de Calificación Global de Standard & Poors, en una entrevista con El Mundo publicada a finales del pasado mes de junio. El consenso del mercado comparte su análisis. Pero ¿qué pasaría si se produce la ruptura? ¿qué ocurriría si esa crisis que ya se ha iniciado se dilata innecesariamente en el tiempo? Ya a mediados del verano, el banco japonés Nomura Securities recomendaba a sus clientes deshacerse de sus posiciones financieras en España hasta que pasara el huracán.
El referéndum ilegal, el principal riesgo para el IBEX 35 https://t.co/Weeof3omOA pic.twitter.com/Q2FSfJmATe
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De momento, en los activos nacionales no se aprecian signos de castigo. La bolsa ha pasado la prueba de fuego del 7 de septiembre de 2017, el día inmediatamente posterior a la convocatoria del referéndum unilateral que hace saltar por los aires la Constitución. El Ibex ha cerrado plano, sin cambios frente a una subida que oscila entre el medio punto y el 0’7% en los indicadores de referencia de los principales mercados de Europa. Un diferencial negativo para el mercado español que puede achacarse al tan manido “proces”, pero también a otros factores como la debilidad de algunos bancos. La subasta que el Tesoro celebraba a primera hora de la mañana ya apuntaba que no habría problemas. Se han colocado casi 4.800 millones entre los grandes inversores a un precio o tipo de interés ligeramente más bajo que en la subasta anterior.
El Ibex escala más de un 30% desde el referéndum británico https://t.co/SEDCGyHpFd informa @DianaEsperanzaP pic.twitter.com/Nb8A6NxAyR
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Sin embargo, el hecho de que no se hayan producido tensiones relevantes no implica que los grandes bancos y agencias de inversión o las grandes firmas de calificación financiera no estén vigilando estrechamente la coyuntura política en España. De hecho, unas horas después de que comenzará el esperpento en el parlamento autonómico, Goldman Sachs decidía rebajar la calificación de Caixabank por su elevada exposición a la economía catalana y JP Morgan hacía lo propio con Aena, previendo que su volumen de negocio caerá como consecuencia de los atentados terroristas de Barcelona.
El dinero es miedoso. Esa es una de las primeras lecciones que se aprenden en el parqué. Y ante el riesgo de una pérdida, por potencial que sea, busca refugios más seguros. Puestos a invertir en activos europeos, hay otros muchos países. Italia, sin ir más lejos. El diferencial entre la deuda española y transalpina se ha estrechado en los últimos días.
Pero, además de temeroso, el dinero se alimenta de previsiones. Y ahí está otra de las claves que incidirá en la evolución de nuestra deuda soberana, la de nuestras empresas, que suele estar referenciada al riesgo-país, y la de los precios que marquen en bolsa sus acciones. En marzo, cuando Standard & Poors evaluó la economía española, elevó su perspectiva a positiva. Es decir, les dijo a los inversores internacionales que estaba dispuesto a elevar su calificación de BBB, la actual, a A, en la revisión del mes de septiembre. Cuantitativamente, es sólo un escalón. Cualitativamente, la repercusión es profunda. Poseer una calificación A (no digamos la AAA de la que gozamos cuando logramos entrar en el grupo de cabeza del euro) significa que muchos grandes fondos de inversión y pensiones que sólo ponen su capital en activos muy seguros pueden comprar nuestra deuda. Eso se traduciría en un incremento de la demanda que, ante igual oferta, redundaría automáticamente en una subida del precio. Por tanto, puesto que la relación es inversa, en una rebaja del tipo de interés que pagamos porque nos compren. Es decir, si España -que ahora mismo ocupa el decimoquinto lugar entre los 19 países del euro en calificación financiera- subiera un escalón gastaría mucho menos dinero en financiarse, en los rendimientos que paga a los inversores. Dinero que se podría destinar a otras muchas partidas necesitadas de fondos en el presupuesto. Con un endeudamiento que asciende al 100% del Producto Interior Bruto, el coste de oportunidad no es baladí.
Pero cuando Standard & Poors avisaba a los inversores de que podría subir su calificación, algo que ya de por sí alienta las compras, incluía una advertencia: siempre que se asegurara la continuidad política del Gobierno y que los acontecimientos en Cataluña no debilitaran la confianza de los inversores. ¿Lo han hecho? Todo indica que, de momento, podemos estar tranquilos. Pero sólo el hecho de que la tormenta se alargue en el tiempo ya podría hacer mella en nuestras cuentas. Si la incertidumbre se mantiene y las agencias de calificación, que tienen que revisar nuestro rating en septiembre, deciden retrasar a marzo su decisión, ya nos costará dinero, el que nos habríamos ahorrado pagando tipos de interés mucho más bajos.
Decisiones como la subida del salario mínimo interprofesional o el fin del diésel han provocado un incremento de costes laborales, superior al 20%, que acaban pagando los más débiles.