Hay jinetes de luz en la hora oscura
Fernando Bonete | 21 de noviembre de 2016
La sentencia tiene origen boxístico, creación del polémico e inverosímil Mike Tyson: a punto de salir a escena, preguntado por el estilo que iba a desplegar, el púgil respondió: “Todo el mundo tiene un plan hasta que le golpean en la boca”. Una más de su muy nutrido repertorio de declaraciones que, por buscarle un sentido aquí, tiene mucho que ver con el jazz, por aquello de lo inesperado de la improvisación.
Su decimoctavo trabajo nos llega bajo un título tan divertido como su contenido
Aunque más que jazz, encontraremos blues. Mucho y variado blues. Con el sabor tradicional del trombón que aporta hasta el meridiano y hacia el final del álbum un sobresaliente Curtis Fowlkes; hará viajar por momentos, siempre y cuando se sea algo más que seriéfilo y echándole algo de imaginación sonora, a la Nueva Orleans de Treme (David Simon y Eric Overmyer, 2010-2013).
Con los suaves matices lounge de la fusión ocasional con la samba y otros ritmos latinos de Latin for travelers, aquí y allí y siempre con un atento y sutil Bobby Previte a la batería, y el aderezo a solo de Kirk Knuffke a la corneta. Y por contraste, ritmos funk ocasionales con mucho flow, encabezados por la guitarra-bajo (ocho cuerdas) de Charlie Hunter, y cristalizando en un No Money, No Honey en el que no extraña nada su cara de éxtasis.
En definitiva, un álbum para disfrutar hasta el final sin posibilidad de censurar ninguna de las piezas, obra de un conjunto de experimentadísimos jazz men al máximo nivel interpretativo, inmejorable cosecha y selección de Charlie Hunter.