Hay jinetes de luz en la hora oscura
Santiago Taus | 14 de septiembre de 2017
Sin tener la longeva trayectoria de un teatro como La Scala de Milán, ni gozar de la juvenil suntuosidad de la Opera de Sidney, el Teatro Real de Madrid ha logrado conjugar historia y modernidad para convertirse en uno de los más reconocibles estandartes de la cultura española. Como tal, y haciendo gala de su estatus, esta nueva temporada del Real promete estar a la altura de los dos aniversarios que celebrará en los próximos meses. Como ha recordado su presidente, Gregorio Marañón, el próximo 11 de octubre se celebrará el vigésimo aniversario de la reapertura de esta casa de la música después de pasar gran parte del siglo XX sin cumplir con sus propósitos operísticos. Por otra parte, el 23 de abril de 2018 se celebrará el 200 aniversario del inicio de la construcción de este monumento de la cultura española. Con motivo de este bicentenario, acogerá el World Opera Forum de 2018 donde se congregarán representantes de 150 teatros de ópera de todo el mundo.
La temporada 2017-2018 será inaugurada por todo lo alto, con una excepcional opera de gran complejidad que ha sido representada en contadas ocasiones: Lucio Silla de W. A. Mozart. Se trata de una obra de juventud que, según Joan Matabosch, director artístico del Real, “tiene una estructura todavía clásica, pero se trata de un clasicismo ya muy influido por Gluck, en el que los recitativos son frecuentemente acompañados, y el coro tiene un papel preeminente. Es una ópera fundamental para consolidar el lenguaje musical de Mozart”.
#LucioSillaTR: se inaugura la temporada más festiva del Teatro Real. https://t.co/GnpjO68ZdG pic.twitter.com/T01dnpTOm1
— Teatro Real (@Teatro_Real) September 8, 2017
La temporada 2017-2018 será inaugurada por todo lo alto, con una excepcional opera de gran complejidad, Lucio Silla de W.A. Mozart.
Uno de los rasgos que hacen grande a esta ópera es que en ella se reúnen “algunas de las arias más difíciles para la voz humana que se han compuesto nunca”. Como el genio que era, Mozart no podía permitir que nada pusiese trabas a su visión final de la obra, ni siquiera la incapacidad de los interpretes para poner voz a esas larguísimas y enrevesadas arias. Por este motivo hubo de servirse de los mejores cantantes del momento para interpretarla en el estreno de 1772 en Milán. Casi dos siglos y medio después se estrena en Madrid por primera vez. Sin embargo, lejos de llegar tarde, lo hace en el momento oportuno, ya que se trata de una ópera muy actual y cercana, con la que podemos identificarnos, o al menos eso es lo que argumenta el director escénico Claus Gluth: “el protagonista no es exactamente un Donald Trump – o un Kim Jong Un – pero goza de ese carácter imprevisible que es lo que le hace realmente peligroso”. A pesar de la exageración, lo que es evidente, es que de los clásicos nunca es tarde para aprender.
El programa de toda esta temporada es de auténtico lujo. Desde la dirección del Real han procurado incluir algunas de las óperas más famosas y aquellas que han estado más vinculadas a la historia de este teatro. Entre los trece espectáculos que se ofrecen esta temporada destacan: Carmen de Bizet, La Favorita de Donizetti, La Boheme de Puccini o Aida de Verdi. Sin duda, una programación que invita a legos y melómanos a participar de uno de los más grandes teatros de ópera del mundo.
En 2050 el Teatro Real volverá a celebrar su 200 aniversario –el de su inauguración- pero esta temporada no van a dejar pasar la oportunidad de celebrar que el 13 de abril de 1818, Fernando VII colocó la primera piedra, dando inicio a unas obras que requerirían de treinta y dos años y la ingente cantidad de 42 millones de reales para finalizarse. El proyecto de un nuevo teatro de la ópera fue todo un acontecimiento en Madrid. Hacía casi cien años que los Borbones habían traído a España el gusto europeo por el Bel Canto. Todo el mundo, sin importar su clase social ni su nivel cultural, disfrutaba de este nuevo arte y acudía a las representaciones en el antiguo y maltrecho Teatro de Los Caños del Peral que fue destruido para dar paso al edificio que conocemos en la actualidad.
En 1850 el Teatro es inaugurado con la ópera La favorita de Donizetti como parte de las celebraciones del cumpleaños de la reina Isabel II. Rápidamente se convirtió en el centro neurálgico de la vida social de la burguesía y aristocracia madrileña. Un teatro moderno, con unas instalaciones a la última y todo tipo de lujos extravagantes entre los que se anunciaban “retretes inodoros al estilo inglés”. En sus palcos, las gentes pudientes aprovechaban para exhibirse, intercambiar comadreos y uno de los entretenimientos favoritos de la España del XIX: conspirar. Entre las tramas políticas, las guerras, los pronunciamientos y los reyes destronados, el Teatro Real hizo las veces de Congreso de los Diputados durante unos años, pero no logró servir como acicate para la ópera nacional. Todo lo contrario; las óperas de compositores españoles gozaban de muy poca promoción en comparación con las de los italianos. Para el historiador José María Jover “el fracaso del nacionalismo musical español en unos lustros en que los músicos nacionalistas germánicos y eslavos utilizaban frecuentemente motivos españoles, ilustra bien la endeblez cultural de nuestra burguesía durante el último cuarto del s. XIX”. Gómez de la Serna cuenta, no con poca ironía, que era tan descarada la influencia italiana, que tras la revolución del 68 se le dio el sobrenombre de Teatro Nacional de la Ópera Italiana.
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— Archivo RTVE (@ArchivoRTVE) September 12, 2017
A finales del XIX varios arquitectos llamaron la atención sobre el estado de degradación del edificio y la existencia de varias grietas en su fachada. El antiguo lavadero de Los Caños del Peral había seguido manando agua durante todo el siglo, lo que había ocasionado un gran deterioro en la estructura interna y los cimientos. La clausura del teatro se hizo inevitable y se alargó durante más de setenta años en los que se consolidó como un viejo fantasma ruinoso en el centro de Madrid, que más de una vez sintió de cerca el peligro de la demolición.
En 1965 después de unos años de reformas fue readaptado como sala de conciertos, y esa fue su función hasta que en los 80 los aires de cambio y la pretensión de enaltecer a Madrid como una capital en la vanguardia de la cultura mundial impulsaron una reforma definitiva. En 1997, tras un retraso de 5 años en las obras y un presupuesto inicial que se vio multiplicado por cuatro (21.000 millones de pesetas) se inauguraba por última vez el Teatro Real, abriendo, por fin, con una ópera española, La vida breve, de uno de nuestros más ilustres compositores, Manuel de Falla. Desde entonces hasta ahora ha acogido representaciones de cientos de obras de primer orden, conciertos de todo tipo, espectáculos de ballet e incluso recitales de flamenco, lo que le ha convertido en uno de los templos de la música más modernos del mundo sin tener que renunciar a su auténtica identidad española.