Hay jinetes de luz en la hora oscura
Hilda García | 12 de octubre de 2018
Glamur, sofisticación, inconformismo y originalidad. Estas son las pinceladas que componen la obra de Tamara de Lempicka (Polonia, 1898-México, 1980). Desde el 5 de octubre de 2018 y hasta el 24 de febrero de 2019, el Palacio de Gaviria acoge la primera exposición retrospectiva que Madrid dedica a la pintora de origen ruso. Un escenario acorde con la elegancia de su producción.
Tamara de Lempicka. Reina del Art Decó
Palacio de Gaviria Calle Arenal, 9. MadridDel 5 de octubre de 2018 al 24 de febrero de 2019
Entrada general: 13€ Entrada reducidas: desde 5€ Domingo a lunes: de 10:00 a 20:00 h. Viernes y sábado: de 10:00 a 21:00 h. Sitio webOrganizada por Arthemisia, la muestra se compone de más de 200 piezas, distribuidas en pequeñas salas, con un hilo conductor: el binomio intimismo-erotismo y el equilibrio armónico renacentista.
Nacida en el seno de una familia acomodada, la “reina del art decó” fue una mujer cosmopolita que fijó su residencia en diferentes países. Quizá por ello su obra bebió de influencias muy variadas, como manierismo, cubismo ruso-francés o barroco italiano. También se aprecia el influjo del neoclasicismo de Dominique Ingres e incluso la estética de la publicidad, el grafismo y la edad de oro de Hollywood.
Lempicka vivió la época de esplendor de los felices años 20 en un París marcado por la Belle Époque, la revolución de Coco Chanel, el charlestón y un incipiente empoderamiento de la mujer. Un mundo refinado que volcó en su pincel.
Sin duda, lo más destacado de la exposición son los retratos y desnudos femeninos. Lempicka traza un universo de mujeres voluptuosas, sensuales, con formas redondeadas, labios rojos, sombra de ojos y cabello brillante. El efecto de la luz y la perspectiva consiguen que las figuras parezcan esculpidas. Así puede apreciarse en Mujer joven en una columna cuadrada, Mujer con sombrero, La bailarina rusa o La Polaca. Destaca La bufanda azul, uno de los cuadros más representativos de la colección, que muestra a una mujer independiente y segura de sí misma.
También hay espacio para las obras que la artista dedicó a su familia, como el Retrato de Kizette, su hija, paradigma de estilo figurativo de los años 20. O el Retrato de mujer, una de las muchas piezas en las que reflejó la ceguera, en este caso la de su propia madre.
Mujer adelantada a su tiempo, Lempicka vivió rodeada de un halo de misterio en torno a sus orígenes, familia, edad… No escondió su atracción por las féminas y algunas se convirtieron en sus musas. El lesbianismo, muy presente en ese tiempo, se refleja en “amazonas” con pelo corto, ojos pequeños y cuello grueso. Doble 47 es un claro ejemplo de ello.
La pintora se codeó con la aristocracia y los intelectuales de la época. Fruto de su visita a España, en 1932, es el inconcluso Retrato del rey Alfonso XIII. También Los refugiados (de Barcelona), cuyo interesante juego de luces y sombras da testimonio de la dureza de los acontecimientos que desembocaron en el exilio del monarca.
En la colección hay un lugar reservado para la pintura religiosa, entre la que destaca El velo verde, una Virgen con ojos y labios maquillados. O Madre con niño, en la que una María de mirada azul sostiene a Jesús entre sus manos. A la etapa más mística de Lempicka pertenece Madre superiora. Las lágrimas de esta religiosa en la que la artista encontró consuelo en sus momentos difíciles muestran el dolor de la propia pintora.
La pieza cumbre de esta temática es Santa Teresa de Ávila, una reinterpretación de la Transverberación de Bernini. La escena muestra el éxtasis con una mirada cálida y cargada de sensualidad.
En los años 40, la retratista intensificó el lenguaje figurativo. La exposición también ofrece obras en las que plasma objetos de la vida cotidiana, como bodegones, flores con claros ecos flamencos o imágenes de estancias domésticas.
La última sala alberga dos de sus obras más célebres: La bella Susana, una prostituta cuyo desnudo representa la fuerza de la mujer. La protagonista posa como una venus, con una mezcla de languidez y provocación. El haz de luz está inspirado en Caravaggio y evoca el gigantismo de Miguel Ángel.
La muestra se cierra con Las muchachas, uno de los famosos “dúos sáficos”. Las damas, cuyo rostro angelical recuerda a los ángeles de Murillo, con colores brillantes y maquillaje marcado, posan ante el paisaje urbano de Nueva York, ciudad donde también vivió la reina del Art Decó.
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La exposición se completa con numerosos grabados de Lempicka, fotografías de la pintora, y ropa y calzado de la época. También se exhiben representaciones de otros artistas, entre las que destaca el Retrato del Rey Don Alfonso XIII, de Sorolla.
La muestra ha conseguido reunir suficientes obras como para que el visitante se haga una idea de la producción de la autora. Sin embargo, se echan en falta piezas imprescindibles, la mayoría de las cuales está en manos de coleccionistas privados. Es el caso de Autorretrato en el Bugatti verde, Muchacha con guantes, El sueño, Retrato de Ira Perrot o Adán y Eva, entre otras muchas.
Con todo, supone una excelente oportunidad para disfrutar en España de la obra de Tamara de Lempicka, un icono que ha servido de fuente de inspiración para muchos artistas. Recomendable para amantes del art decó, la moda y el glamur.