Hay jinetes de luz en la hora oscura
Redacción El Debate | 24 de febrero de 2018
La dirección de ARCO decidió retirar la obra Presos políticos, de Santiago Sierra. Reconocían que una pieza que muestra los rostros pixelados de varios líderes del procés encarcelados podría generar una polémica que «perjudicase al resto de contenidos de la exposición». Esta decisión ha provocado una importante controversia entre quienes hablan de censura y ataque a la libertad de expresión y los que defienden que el arte no puede ser vehículo para la mentira y la propaganda.
EL DEBATE DE HOY reúne la opinión de varios profesionales de diferentes ámbitos para mostrar una visión completa de la polémica.En mi criterio, la retirada de ARCO de la composición fotográfica de Santiago Sierra titulada Presos políticos y en la que aparecen claramente insinuadas, por la fotografía (aunque parcialmente pixelada) y los breves textos, personas acusadas -y en prisión preventiva por ello- de sedición y otros delitos está totalmente justificada desde la óptica jurídica.
No puede admitirse que en un espacio de titularidad pública se haga una manifestación tan contraria al orden constitucional y a las decisiones de los tribunales como calificar de «presos políticos» a personas cuya prisión ha sido acordada o ratificada por el Tribunal Supremo. Incluso podría llegar a calificarse esta exhibición pública de los presuntos autores de varios delitos como presos políticos de apología de la sedición (a la vista del artículo 548, en relación con el 18 del Código Penal).
Teniendo en cuenta que la esencia de las últimas tendencias del arte actual se configura en la denuncia social y política, en la que el artista tiene toda la libertad y el derecho a contar su realidad, no debemos obviar que en arte no todo vale.
El historial artístico de Santiago Sierra, cimentado en la controversia y en el que provocación es sinónimo de práctica artística, se ha visto beneficiado por la repercusión mediática que ha tenido, a lo que habría que añadir la venta de la obra en tiempo récord.
Helga de Alvear, desde #ARCO2018, tras la retirada de la obra de Sierra: "No es mi casa, me han pedido que la retire y yo he dicho que la retiro" https://t.co/yxDAHs5ftl #14H pic.twitter.com/tVuSXGDIqO
— 24h (@24h_tve) February 22, 2018
Por tanto, aprovechemos el momento no solo para cuestionarnos si ha habido censura o no o si ha sido correcta la decisión de retirar las obras. Las preguntas que cabría plantearse son: ¿estamos en el momento en que el valor de la obra de arte lo ofrece su repercusión mediática? ¿Qué pensamos sobre la excesiva mercantilización del arte contemporáneo? o ¿la calidad artística de la pintura actual es subsidiaria de su valor monetario?
La libertad de expresión es un derecho consagrado en la Declaración Universal de Derechos Humanos. Un paso adelante para la humanidad que no limita, ni entra a valorar, el buen gusto o el mal ejemplo en el arte o en la expresión. Tiene, pues, la limitación de esta libertad dos efectos inmediatos: la prohibición es el camino por donde transita el resto de prohibiciones y, en segundo lugar, puede llegar a ser el mejor agente propangandístico del refutado o censurado. Criticaré a Santiago Sierra lo que hizo y defenderé siempre que lo pueda hacer.
La obra no me gusta por todo aquello que representa, pero no la hubiera quitado. El arte es arte y está destinado a que alguien pueda expresarse desde cualquier soporte. En eso consiste el concepto de libertad. La diferencia fundamental entre el pensamiento de los liberales y el de los que no lo son se demuestra con las cosas que te gustan pero sobre todo con todas aquellas que no.
En el arte, no todo vale; no se puede separar el arte, como no se puede separar absolutamente ninguna realidad social, política y cultural, ninguna realidad humana, en definitiva, de la ética ni de los principios naturales que rigen la moral. Y esto es justo lo que pretende la obra de Santiago Sierra, presentar y propagar una mentira, anteponiendo su arte a la verdad.
También comprendo y comparto a la perfección la reacción de ARCOmadrid, pidiendo la retirada de la obra, porque al igual que la moral está por encima del arte, el arte, a su vez, está por encima de la política. Los verdaderos artistas deben reservar sus opiniones cuando son expresión de una ideología, para no enturbiar el acontecimiento artístico y convertirlo en propaganda. De ahí las palabras de la entidad organizadora «perjudicando la visibilidad del conjunto de los contenidos que reúne ARCOmadrid 2018», es decir, aquí exponemos arte, y esto no es arte: es polémica y es propaganda.
Desde Ifema lamentamos y pedimos sinceras disculpas ante la controversia que se ha producido a consecuencia de la petición a una galería de retirar una obra. En este enlace podéis encontrar el texto extenso del comunicado. Muchas gracias. https://t.co/M7Eyaf4VyZ
— Feria ARCO (@FeriaArco) February 22, 2018
Siempre ha habido dos tipos de arte: los que buscan la transgresión y romper con lo establecido y, por el contrario, los que apoyan o respetan el sistema dado o los cánones de belleza y estilos artísticos tradicionales. Aquí estamos ante el primer caso, ante unas fotografías en las que se intuye una velada crítica a la aplicación del artículo 155 de la Constitución en Cataluña, por mucha pixelación que lleven.
Muchos se preguntan si estamos o no ante un episodio de censura, ante una limitación de la libertad de expresión. Por el contrario, lo que no se preguntan es por qué no ha sido noticia la exhibición constante y reiterada en las calles o en las universidades del País Vasco de pintadas, fotografías y carteles (de dudosa calidad artística, por cierto) con fotos de supuestos presos políticos. La dirección de IFEMA invitó a Helga de Alvear a retirar sus obras para no caer en polémica. Esto no sucedió en los casos a los que me he referido y los medios no se rasgaron las vestiduras ante la pasividad o actividad de las autoridades afectadas por dichas pintadas o carteles.
Creo que los medios han acrecentado el morbo de lo sucedido en ARCO y el artista se ha beneficiado de la publicidad gratuita de su (no) exposición. Todo el mundo tiene derecho a expresar sus ideas o su arte, sin censura previa alguna, por supuesto. Sin embargo, no hemos resuelto el problema de fondo: desde ciertos sectores, la libertad de expresión se pretende para unos, pero no para otros. En Cataluña son muchos los españoles censurados que no pueden estudiar, trabajar o expresarse en lengua castellana, precisamente porque piensan de forma diferente a las personas que salían allí pixeladas. ¿Ocupará esto tantos minutos de telediario como el caso ARCO? Lo dudo.
Hoy se abre #ARCOmadrid2018 al público general. Puedes conseguir tu pase a la entrada de la feria / Today #ARCOmadrid2018 is open to the general public. You can get your ticket at the entrance of the fair pic.twitter.com/OXHSw39VuT
— Feria ARCO (@FeriaArco) February 23, 2018
En ARCO comprobamos, año a año, cómo el arte puede llevar la provocación a la máxima expresión. Por sus salas han pasado obras de todo tipo: una escultura de Franco metida en un congelador, otra de la Reina de Inglaterra desnuda, ataques de todo tipo a la religión, y un larguísimo etcétera. En todos estos casos, el asunto ha quedado solventado con una referencia a su carácter «polémico», a su escaso valor artístico y muy poco más.
El arte es mucho más que la provocación y mucho más que un vehículo para transmitir ideas políticas, pero no son incompatibles. En la historia tenemos grandes e importantes ejemplos de lo uno y de lo otro: movimientos como el dadaísmo o pinturas como El cuarto Estado, de Giuseppe Pellizza da Volpedo, nos pueden servir, para no alargarnos. El arte también transmite mentiras y propaganda… ¿o acaso alguien cree que la Rendición de Breda fue tal y como nos la pintó Velázquez?
ARCO lleva todo esto al límite y basa en ello gran parte de su fama y su publicidad mediática. Por ese motivo, no se explica una decisión que habla de una polémica que «podría perjudicar al resto de la feria». Provocación en un tema de actualidad… miel sobre hojuelas para ellos. No ha ocurrido así. La dirección ha decidido poner la venda, una escayola enorme, antes de una herida que no hubiera sido tan grande. Algunos lo llaman censura, otros miedo a posibles consecuencias… lo que está claro es que la decisión no se adecua a su línea general de actuación. Algún motivo habrá.