Hay jinetes de luz en la hora oscura
Fernando Bonete | 06 de noviembre de 2017
Tras su estelar debut en el universo de las series con «House of Cards», David Fincher repite con Netflix para regalarnos diez horas de conversaciones adictivas con psicópatas y asesinos en serie e introducirnos en los rincones más oscuros de la psique humana. Mindhunter es la nueva producción de éxito del maestro contemporáneo del suspense psicológico y el crimen.
En cuanto a géneros se refiere, el suspense psicológico unido al crimen y la investigación suma no pocos nombres destacados del cine de nuestros días y algunas de las películas más interesantes de lo que llevamos de siglo: David Lynch (Mulholland Drive, 2001), Michael Haneke (Funny Games, 2007), Christopher Nolan (Origen, 2010), Martin Scorsese (Shutter Island, 2010) y hasta Clint Eastwood (El intercambio, 2008), entre otros muchos, han colaborado desde el 2000 en la evolución de un género que todos los años, sin excepción, ofrece al menos un buen título que incorporar a la lista. En la gran pantalla y, cómo no, también en la televisión; ahí está el magistral ejemplo de True Detective I (Nic Pizzolatto, 2014) y el de otros más modestos, pero igualmente reseñables, como Bron (2011) y Luther (Neil Cross, 2015).
Si añadimos a la fórmula el inquietante ingrediente de los asesinos en serie, entonces el resultado tiene nombre propio: David Fincher. El director estadounidense ha extraído del combinado de asesinos perturbados y detectives, agitado con los componentes del thriller, buenos cócteles desde el mismo inicio de su carrera: su tercer filme, Se7en (1995), lo catapultó directamente a los anales del cine y el largometraje es hoy una de esas películas de culto que engrosan los libros del tipo 100, 500 o 1.000 películas imprescindibles. No tuvo tanta suerte con Zodiac (2007), cinta de casi tres horas sobre el criminal conocido como “Asesino del Zodiaco” que, como el propio cineasta volvió a reconocer recientemente en el programa «The Week», de Charlie Rose, fue pedir demasiado al público.
Dejando al margen bombazos mediáticos como El club de la lucha (1999), El curioso caso de Benjamin Button (2008) o La red social (2010), sus thriller volvieron a coger cierta fuerza con la adaptación de Millennium (2011) y, de manera más que notable, con la excelente Gone Girl (2014). Todas sus incursiones, mejores o peores, alejadas más o menos del género de suspense, han mantenido una constante que dota a toda su producción de coherencia interna: la fascinación por los rincones más oscuros de la psique humana.
"This is no longer a theoretical exercise." pic.twitter.com/4LErCH4GUm
— MINDHUNTER (@MINDHUNTER_) October 24, 2017
El paso siguiente, el más natural y previsible, era continuar en esta dirección con el formato de moda, las series. Como productor ejecutivo y con el respaldo de Netflix, David Fincher inició una nueva carrera de éxitos con House of Cards (2013) y ha terminado haciendo pleno este 2017 con el esperado estreno de Mindhunter.
La serie nos sitúa al término de los años setenta en Quantico, Virginia, sede de la Academia del FBI: finales de la era Hoover, a pocos años de “Los Papeles del Pentágono”, el “Caso Watergate” y la dimisión del presidente Nixon. No fue una década fácil para Estados Unidos. La posmodernidad ha comenzado, el mundo se ha transformado y el crimen ha cambiado. Se necesitan nuevas técnicas para resolver nuevos crímenes, aquellos cometidos sin causa lógica o material.
Dos agentes del FBI se iniciarán en el estudio de las mentes criminales más sádicas del momento mediante una serie de entrevistas e interrogatorios a psicópatas y asesinos en serie. Algo así como un focus group de hoy, transido de demencia, con la finalidad de recabar suficiente información para dotar de nuevas herramientas de investigación a las fuerzas del orden, agilizar la resolución de casos y prevenirlos.
Con todo, el formato más explotado en esta serie es la conversación. De hecho, podríamos decir que Mindhunter es una sucesión de conversaciones. El creador de la serie, Joe Penhall, suma la curiosidad innata que todos tenemos por el diálogo y el atractivo de poder acceder mediante el coloquio a las espantosas motivaciones de los más insólitos interlocutores para crear una trama adictiva que, pese a su escasa acción, nos mantiene pegados al televisor de principio a fin. No en vano, los directores escogidos por Fincher para dirigir los episodios de los que no se pudo encargar él mismo proceden del universo de los documentales.
Mindhunter es un constante homenaje a la máxima atribuida a Roger von Oech de “no es posible resolver los problemas de hoy con las soluciones de ayer”. El comienzo de la serie es, de hecho, un perfecto ejercicio de síntesis del marco en el que se desarrolla la primera temporada: el agente Holden Ford (Jonathan Groff) toma las riendas de una situación con rehenes y, pese a seguir paso a paso todos los requisitos enunciados por el manual del FBI, la operación fracasa. Junto con Bill Tench (Holt McCallany) y desde la Unidad de Análisis de Conducta, ambos nadarán a contracorriente encabezando un proceso de cambio para romper con los moldes de la formación que reciben los agentes federales y de la Policía.
No está de más hacer hincapié en la magnífica interpretación de ambos protagonistas. Como toda producción del género policial que se precie, el tándem formado por la pareja de detectives es un componente esencial. Tampoco aquí defrauda Mindhunter, planteando como fondo argumental para las actuaciones de ambos investigadores una diatriba constante, muy al gusto de Fincher, aparecida previamente en sus filmes Se7ev o Gone Girl: ¿hasta qué punto son los cazadores más bien cazados por sus presas?, ¿hasta qué punto la curiosidad por internarse en lo desconocido provoca una mímesis irrefrenable hacia lo prohibido? Los puntos suspensivos con los que finaliza esta primera temporada son el ejemplo definitivo de este interrogante estirado más y más a cada capítulo con soberbia.
Holt McCallany encarna su mejor papel en pantalla desde que protagonizara El declive de Patrick Leary (Lights Out, 2010), aquella estupenda serie producida por la FX que dejó en vilo a los aficionados al boxeo tras ser inexplicablemente cancelada al término de su primera temporada. Ahora interpreta a otro veterano, el agente Bill Tench, un hombre maduro que no atraviesa su mejor momento profesional ni personal: hastiado de la lenta y constante burocracia del FBI, agobiado por un matrimonio que se tambalea y preocupado por la dificultad para entablar una relación cariñosa con su hijo adoptivo y autista, Tench se encuentra estancado y acepta unirse como preparador a un programa de formación de policías locales como forma de huir y alejarse de los problemas.
Por su parte y como contrapunto, Jonathan Groff interpreta al joven e inquieto agente Holden Ford, nueva sabia y energía para el departamento y para el propio Bill Tench, a quien infundirá ánimos renovados y devolverá la ilusión por la profesión a cambio de su dilatada experiencia. El reparto protagonista se completa con las notables actuaciones de Anna Torv, Jose Tuttle y Cotter Smith, los tres en un segundo plano, pero con interesantes posibilidades de obtener más minutos y un mayor desarrollo en próximas temporadas.
Con este último lanzamiento de éxito, el estreno de las nuevas temporadas de series ya consagradas, como Narcos y Stranger Things, y el regreso, el próximo mes de diciembre, de The Crown, Netflix ha decidido terminar por todo lo alto este 2017. Para obtener más de Mindhunter tendremos que esperar hasta bien entrado 2018, pero ya podemos adelantar que, de seguir en esta línea tan prometedora, integrará bien pronto nuestra selección de Las mejores series policiales de todos los tiempos.