Hay jinetes de luz en la hora oscura
Juan Orellana | 22 de junio de 2018
Las guardianas
Les GardiennesEn una semana de estrenos mediocres, y tras su paso por varios festivales, como el de Sevilla y Mar del Plata, y con cuatro nominaciones a los Premios César de Francia, llega a nuestra cartelera esta película de Xavier Beauvois que adapta una novela de Ernest Pérochon publicada en 1924. La película nos cuenta la historia de una familia durante la guerra del catorce. Hortense Sandrail (Nathalie Baye) regenta la granja familiar de Paridier (Limousine) mientras sus dos hijos luchan en el frente. Le ayuda su anciano padre y su hija Solange (Laura Smet -hija suya también en la vida real-), cuyo marido ha sido capturado por los alemanes. Como necesitan más ayuda, Hortense contrata a Francine (Iris Bry), una joven muy religiosa a la que enseguida acogen como una más de la familia. Pero la llegada al pueblo de un destacamento de soldados norteamericanos cambiará las cosas para siempre. Las guardianas es un homenaje a tantas mujeres que hacían funcionar el mundo cuando los hombres estaban en el frente.
Iris Bry ha logrado convertir a Francine en la encarnación del paso de las mujeres al siglo XX.#LasGuardianas #22junioencines pic.twitter.com/ypjVDhVyYc
— Wanda Vision (@wandafilms) June 18, 2018
Salvando las distancias, la película recuerda poderosamente a la obra maestra del recientemente fallecido Ermanno Olmi, El árbol de los zuecos, por su descripción prácticamente documental de la vida de los campesinos. Aunque la de Olmi se ambientaba en el cambio del siglo XIX al XX, y esta se sitúa durante la Gran Guerra, la forma de vivir y trabajar, marcada por las estaciones y el clima, por las horas de sol… es exactamente la misma. Como similar es la implicación comunitaria en las labores agrícolas, y la profunda religiosidad de los personajes, mucho más desarrollada en la cinta del maestro italiano. En cualquier caso, Xavier Beauvois, el genial director de De dioses y hombres, imprime una sensibilidad humana que hace que el film, largo y lento, no deje nunca de conectar con un espectador medianamente inquieto. El director sabe pintar sentimientos hondos y complejos con silencios y sencillos y bellos gestos humanos.
Por mucho que la dureza se va imponiendo progresivamente en la película, esta tiene una positividad última, subrayada en el plano final, y que tiene mucho que ver con la fe del personaje de Francine, una mujer definida por el amor: amor a la familia que la acoge, amor al hombre de su vida, amor a su hijo, y amor a la vida en general. Por otra parte, algunas pesadillas de los hijos de Hortense cuando vuelven a disfrutar de sus cortos permisos, sus cartas, y sobre todo sus silencios, pintan el terrorífico telón de fondo de la guerra. También ofrece una crítica a los convencionalismos sociales de la época, dibujados sin aspavientos ni subrayados ideológicos. Ciertamente, la película es muy académica, con una fotografía preciosista de Caroline Champetier, y con una estructura muy clásica. Pero la fuerza de la historia, y la magnética interpretación de Iris Bry, que se ha convertido en la revelación del año en el cine francés, compensan el posible formalismo del film.