Hay jinetes de luz en la hora oscura
Hilda García | 21 de enero de 2019
La culpa
Autor: David Mamet Dirección: Juan Carlos Rubio Reparto: Pepón Nieto, Ana Fernández, Magüi Mira y Miguel Hermoso Teatro Bellas Artes Calle del Marqués de Casa Riera, 2. Madrid Del 9 de enero al 24 de marzo de 2019 De miércoles a viernes: 20:30 h. Sábados: 19:00 y 21:30 h. Domingos: 19:00 h. Precio: a partir de 15 euros Sitio webUn espinoso dilema moral revestido de secreto profesional es el eje central de La culpa. Tras su estreno en Nueva York con el título The Penitent, la última obra del dramaturgo David Mamet (Chicago, Estados Unidos, 1947) ha llegado al Teatro Bellas Artes de Madrid.
El protagonista es Charles (Pepón Nieto), un psiquiatra que rehúsa declarar en el proceso que se sigue contra uno de sus pacientes, acusado de provocar una masacre que se ha saldado con diez víctimas. Al entender que esta negativa esconde un rechazo a la homosexualidad del presunto asesino, la prensa lo somete a un juicio mediático. De este modo, es el doctor y no el criminal quien se convierte en el blanco de las iras.
Todo el hilo argumental gira en torno a los motivos y las consecuencias de la decisión de Charles, que produce un efecto dominó tanto en su vida como en su trabajo. Su carrera, sus creencias religiosas y su deontología profesional se ponen en cuestión.
La presión de los medios de comunicación y de la opinión pública es tan fuerte que consigue destruir el vínculo del psiquiatra con su esposa, Kate (Ana Fernández), una mujer frágil y con poca personalidad. Un personaje que parece anteponer la presión social al amor a su marido y cuyas motivaciones no terminan de entenderse.
Charles, que permanece en escena durante toda la representación, mantiene sucesivas batallas dialécticas con Kate y con los otros dos personajes: el cínico Richard (Miguel Hermoso), su amigo y abogado, y la veterana letrada del asesino múltiple (Magüi Mira). Todos ellos intentan convencerlo para que declare en el juicio, cada uno de ellos por motivos diferentes.
Como en la pieza teatral de Paul Anthelme Nos Deux Consciences (1902), que Alfred Hitchcock llevaría al cine en 1953 bajo el título de Yo confieso –con un enorme Montgomery Clift en el papel de un sacerdote-, el protagonista se enfrenta a una dura lucha interior. A simple vista, parece aferrarse al juramento hipocrático para no declarar, pero a medida que avanza la acción el espectador descubre cuál la verdadera razón que se oculta tras su determinación.
El cineasta y escritor norteamericano David Mamet, galardonado con el Premio Pulitzer por Glengarry Glen Ross, es uno de los autores más influyentes y reconocidos de las últimas décadas. La culpa es un claro ejemplo de la crítica social tan presente en su producción.
En este caso, los disparos van dirigidos a los medios de comunicación, que, a su juicio, manipulan, difunden la infamia y retuercen la verdad. La justicia y los métodos empleados por los abogados también se ponen en cuestión en la obra, que además denuncia el abuso de poder, la manipulación y la homofobia.
Mención aparte merece el tratamiento de la fe. A raíz de lo acontecido en su vida, Charles se refugia en el judaísmo. Sus creencias son cuestionadas e incluso ridiculizadas. En una clara -¿quizá intencionada?- confusión entre espiritualidad y fanatismo, la obra responsabiliza a la religión de algunas de las principales injusticias de la sociedad actual.
Bajo la dirección de Juan Carlos Rubio, La culpa cuenta con un magnífico elenco. Pepón Nieto aparca su vis cómica y consigue transmitir verdad en la piel de un hombre atormentado. Ana Fernández cumple a la perfección en el papel de esposa y Miguel Hermoso resuelve con solvencia el rol de irónico abogado con pocos escrúpulos, que parece hecho a su medida.
Sin duda, destaca la breve pero imponente interpretación de Magüi Mira, que se pasea por el escenario con gran aplomo para acorralar y cuestionar al protagonista.
“Hermanas”, cainismo en estado puro
Con un inicio y un final impactantes, la escenografía deja entrever el estatismo propio de las obras de Mamet. Un decorado totalmente blanco alterna con el fondo de una inmensa biblioteca. En medio del escenario, solo una silla en la que los personajes se sientan por turnos para hacer sus confesiones más íntimas.
El diálogo, aunque denso, tiene pocos tecnicismos y resulta fácilmente comprensible.
El guion lleva a reflexionar sobre conceptos como la moral, la ética profesional, el compromiso, la verdad, las consecuencias familiares de la presión social, la lealtad o el deber, entre otros. Sin embargo, da la sensación de que Mamet aborda tantos temas que no puede profundizar en ninguno de ellos.
La culpa tiene la virtud de denunciar las secuelas de una sociedad enferma en la que el verdugo se convierte en víctima y no queda otro remedio que fabricar un nuevo culpable.