Hay jinetes de luz en la hora oscura
José Ignacio Wert Moreno | 18 de octubre de 2017
Se ha estrenado Blade Runner 2049. En ella, Harrison Ford vuelve a interpretar a Rick Deckard. Toda una constante en su carrera. La filmografía de este actor es un perpetuo homenaje al eterno retorno. En la última década, Ford ha tenido que volver a ser Indiana Jones –Indiana Jones y la calavera de cristal (Indiana Jones & the kingdom of the crystal skull, Steven Spielberg, 2008)-, Han Solo –El despertar de la fuerza (The force awakens, JJ Abrams, 2015) y el mencionado Deckard para permanecer en la primera línea cinematográfica. Como parche, la estrategia no ha podido ser más eficaz. Revisitar a sus clásicos en la madurez le ha permitido situar su nombre en películas que han obtenido unas abultadas recaudaciones en la taquilla mundial. Pero la calidad del parche no puede desviar la atención de la herida. Harrison Ford no ha sabido guiar su carrera y conseguir que esta evolucione (más o menos) al compás de su edad. Basta una rápida visita a imdb para constatar que los otros títulos en los que ha participado en los últimos años han estado muy lejos de hacer algo por su trayectoria, más allá del puntual cobro del caché.
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— Asia (@Shinall17) May 16, 2017
Es mucho lo que el actor le debe a esta ola nostálgica. La fiebre de los cuarentones de hoy por prolongar la vida de aquellos personajes que les hicieron felices en la infancia y adolescencia tiene su punto como fenómeno sociológico y es muy indicativo de algunos de los rasgos del mundo de hoy. El síndrome de Peter Pan, etc. Pero no es este el momento ni el lugar para hurgar ahí. Aunque Ford sea en sí mismo también un Peter Pan. Si este revival casi perpetuo no se hubiera producido, el intérprete estaría posiblemente pagando desatinos como el de Firewall (Richard Loncraine, 2006), el largometraje inmediatamente anterior al regreso del arqueólogo con látigo y sombrero. Fue quizá el mejor ejemplo de hasta qué punto se había estancado la carrera del astro. En ella encarnaba al mismo tipo de padre de familia con el que hizo fortuna en la década anterior. Él cumplía años, pero sus esposas e hijos en la ficción no. Hay que saber cuándo toca incorporar el papel de abuelo. El intérprete, de un carisma innegable, se negó a envejecer sobre la pantalla. Y allí se encontraba Harrison Ford hace una década.
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— Harrison Ford (@HarrisonFordLA) May 7, 2017
La carrera del protagonista de El Fugitivo (The Fugitive, Andrew Davies, 1993) ha estado exenta de un factor clave: el riesgo. Ford rara vez se ha salido del carril. Su conservadurismo eligiendo proyectos le ha impedido equilibrar las apuestas para constituir una filmografía sólida en la madurez. La lista de papeles rechazados no sugiere un gran olfato, la verdad. Michael Douglas (Traffic), George Clooney (La tormenta perfecta y Syriana), Mel Gibson (El Patriota), Nick Nolte (El cabo del miedo) o Liam Neeson (La lista de Schindler) se lo agradecerán eternamente. Bien podría haberse fijado en los actores que le precedieron. Burt Lancaster o Robert Mitchum, por citar solo dos ejemplos, desafiaron las convenciones presentándose ante el público en proyectos fuera de lo que estos esperaban. Pareciera que Harrison Ford siempre ha tenido muy en cuenta este aspecto. Paradójicamente, los espectadores terminaron por desentenderse. Y, entonces, a Harrison Ford le dio por volver sobre sus pasos.
https://twitter.com/chewy177/status/842827926152396800Es una pena. El actor ha estado soberbio las escasas ocasiones en las que se ha movido un poco más en el filo. Podríamos citar, en este sentido, Frenético (Frantic, Roman Polanski, 1988) o Armas de mujer (Working Girl, Mike Nichols, 1988). El fracaso de La costa de los mosquitos (The mosquito coast, Peter Weir, 1986) huele a factor determinante. Harrison Ford ha demostrado tener un cierto gancho en comedia que no ha sido demasiado aprovechado. Cuando ha querido dejar de ser un héroe, ha optado por ser un villano, despreciando las amplias posibilidades intermedias existentes. Algún escarceo con el cine independiente le habría venido bien. Porque lo que queda es la sensación de que, en algún momento de principios de siglo, el actor que empezó a hacerse contactos en Hollywood, gracias a sus habilidades como carpintero, se quedó sin nada nuevo que aportar. Sin cosas que contar. Y que por eso decidió volvernos a contar las mismas de antes.
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— Emy (@CmoiEmy) February 17, 2017
Dicen los que ya la han visto que su breve aparición en Blade Runner 2049 le puede reportar una candidatura al Oscar. Es un poquito pronto. Pero ya veremos. Sería solamente la segunda ocasión, 32 años después de Único Testigo (Witness, Peter Weir, 1985). Toda una confirmación de que la jugada le ha salido bien. No es el único caso, vean a Stallone.
De cualquier manera, Harrison Ford ya es un caso de estudio. El del éxito de una carrera que, llegada a cierto punto, empezó a deshacer el camino andado.