Hay jinetes de luz en la hora oscura
Pablo Casado Muriel | 13 de octubre de 2018
La llegada a la Luna se convierte en «First Man» en una narración íntima en la que el hombre se antepone al relato heroico del astronauta. La sutileza y el silencio comparten protagonismo con los grandes recursos visuales.
Suscríbete a nuestro canal en iVoox
El mismo día que se estrenaba en España First Man, una nave Soyuz que se dirigía a la Estación Espacial Internacional tenía que abortar su despegue. Esta coincidencia sirve para dar todavía más valor a la aventura que supuso la llegada del hombre a la Luna. La película de Damien Chazelle opta por personificar en la figura de Neil Armstrong (Ryan Gosling) este reto. Convierte así en algo íntimo un proyecto que involucró a miles de personas.
Es habitual que las cintas que giran en torno a la temática espacial se basen en la exaltación de grandes epopeyas humanas, Apollo XIII es el mejor ejemplo. First Man se acerca mucho más al estilo que desarrolla Tom Wolfe en The Right Stuff: destacar al hombre que hay bajo el traje de astronauta. Chazelle pone el foco en lo cotidiano, en los entrenamientos, las pruebas de selección, los funerales por compañeros caídos o en la familia. Especialmente en la familia.
Porque First Man es la historia de Neil Armstrong, pero también de su mujer Janet (Claire Foy en una magnífica interpretación). Ella pone el corazón ante un hombre dominado por la lógica y los protocolos. Una mujer que trabaja por sostener una vida familiar y superar la pérdida de una hija evitando que el astronauta se refugie eternamente en las estrellas para no afrontar el dolor en la Tierra.
Aunque destaque por su sutileza, First Man también ofrece intensas dosis de espectáculo audiovisual para disfrutar en la gran pantalla. El lanzamiento de la Gemini VIII y, sobre todo, del Apollo 11, empujado por el Saturn V (la bestia diseñada por Von Braun para alcanzar la Luna) consiguen hacer vibrar al espectador y sentir la tensa emoción de quien se dirige al infinito.
Estos grandes lanzamientos se completan con una serie de escenas espaciales que impactan por silencio. La “magnífica desolación” que describiría Buzz Aldrin en aquel primer paseo lunar. Silencios, eso sí, que no restan mérito a una buena banda sonora de Justin Hurwitz.
First Man no se olvida de los costes del programa espacial. Costes económicos (contextualizados en un momento como la Guerra Fría), pero especialmente costes humanos, encarnados en la tripulación del Apollo 1. De aquellos tres astronautas, Chazelle opta por reflejar algunas pinceladas de la personalidad de Ed White (Jason Clarke), primer estadounidense en realizar una “caminata espacial” (el primer hombre sería el soviético Alekséi Leónov en la última gran victoria del programa de la URSS frente a la NASA) y que expresa algunas inquietudes humanas más allá del reto tecnológico y científico que supuso la conquista del espacio.
En definitiva, una película cargada de matices y detalles que, aunque centrados en la figura de Neil Armstrong, construyen el relato de una de las mayores hazañas de las que ha sido capaz el hombre.